Decir machismo es decir homofobia
El Orgullo se ha convertido en una gran fiesta, pero ?cu¨¢ntas de esas personas que se manifiestan en M¨¦xico, bien resguardadas entre los amigos y la multitud, siguen escondiendo su orientaci¨®n sexual a diario?
El machismo atraviesa punzante y doloroso por todos los pa¨ªses del mundo y M¨¦xico no solo no es ajeno a ello, sino que podr¨ªa decirse que se da en altas dosis, v¨¦anse si no las 10 mujeres asesinadas al d¨ªa como promedio. Pero decir machismo es tambi¨¦n decir homofobia. Quien se aferra a un modelo de mujer tutelada, fr¨¢gil, infantilizada, sin voz ni voto, tambi¨¦n desea un hombre amarrado a estereotipos castrantes, el proveedor de la familia, el que no llora, el que no puede aportar ni un gramo de sensibilidad a la sociedad, el que no debe vestirse de rosa ni mucho menos compartir su cama con otro hombre. Hombres muy machos, mujeres muy femeninas, por resumir el mundo de roles encorsetado y anacr¨®nico que todav¨ªa nos hacen tragar.
El orgullo p¨²blico de quienes no son heterosexuales ha celebrado su 45 edici¨®n este a?o en M¨¦xico. No es mala fecha para hacer balance de lo conseguido y observar de cerca c¨®mo se desenvuelve el asunto arco¨ªris. Durante todo el a?o, las noticias son inequ¨ªvocas: muchachos (y muchachas) expulsados de parques de atracciones por ser gais, agresiones en el metro, en las puertas de un restaurante, detenciones policiales, abusos, humillaciones y cr¨ªmenes de odio. Por no hablar de los chistecitos trasnochados que todav¨ªa se escuchan en cualquier reuni¨®n o juerga entre amigos, ?verdad? La palabra joto recorre los campos de f¨²tbol, los mercados y las oficinas. Sin duda.
Nadie lo dir¨ªa, sin embargo, cuando en v¨ªsperas de la marcha del Orgullo las ciudades se visten de arco¨ªris por todas partes. Imposible ver un hotel, un restaurante, un bar, una tienda de conveniencia, las bicicletas de alquiler, el encabezado de la conferencia ma?anera del presidente o los puestos callejeros sin lucir una de esas banderas de colores (o cualquier otra del estilo) que hacen alusi¨®n al movimiento LGTBQI y cuantas letras m¨¢s se le quieran a?adir. Muchos d¨ªas antes de la marcha callejera, todo el mundo parece apuntarse a la causa, como si no hubiera homofobia en M¨¦xico. A nadie se le escapa que a lo que se est¨¢n apuntando es al negocio, un suculento pastel que deja llenas las arcas de todos esos establecimientos. En M¨¦xico y en todo el mundo, por cierto.
El Orgullo se ha convertido, como ninguna otra causa, en una gran fiesta, tambi¨¦n del consumo. Pues ni tanto que celebrar. Ni en M¨¦xico ni en ning¨²n lugar del mundo. Muchas son las voces que se han alzado contra la deriva comercial y capitalista que empapa el movimiento. Tan es as¨ª, que en algunos lugares ya llevan tiempo organizando una marcha paralela m¨¢s reivindicativa y menos fiestera. Ambos aspectos son conciliables, desde luego, m¨¢xime en el orgullo, que por un lado reclama derechos sustantivos, protecci¨®n contra las agresiones, pero por otro se muestra desinhibido, orgulloso, pues, de sus formas de vestir, de caminar, de hablar o de cantar, le moleste a quien le moleste. De eso se trata.
Pero quiz¨¢ s¨ª hay que bajarle algunas rayas de festividad a la marcha y dejarla para la noche, o bien subir el volumen de la reivindicaci¨®n, a elegir. Este a?o, algunos j¨®venes se manifestaban de esta forma: ¡°?No, no, no, no es un hecho aislado! ?Los cr¨ªmenes de odio son cr¨ªmenes de Estado!¡±. Y otro dec¨ªa: ¡°Creo que ha cambiado el sentido de la marcha, porque antes era mucho m¨¢s de protesta, porque nuestra gente estaba invisibilizada, pero en los ¨²ltimos a?os han cambiado muchas cosas y eso es lo que venimos a celebrar¡±.
Muchas cosas han cambiado, bien cierto. No hay lugar donde no se haya avanzado en este asunto, aunque sea en la conciencia social, muy por delante de las medidas pol¨ªticas tantas veces. Claro que hay que celebrar, pero tambi¨¦n preguntas que responder. ?Cu¨¢ntas de esas personas que se manifiestan ese d¨ªa en alguna de las grandes capitales de M¨¦xico, bien resguardadas entre los amigos y la multitud, siguen escondiendo su orientaci¨®n sexual a diario en su pueblo, en su comunidad? ?Cu¨¢ntos siguen soportando el chiste del jefe, del padre o del colega maldiciendo por dentro? ?Cu¨¢ntos a¨²n celebran con orgullo mientras bajan la cabeza el resto del a?o? Muchos, seguro, porque un pa¨ªs machista es un pa¨ªs hom¨®fobo. No conviene olvidarlo. Quiz¨¢ hay que subir el tono reivindicativo. O se encontrar¨¢n alg¨²n d¨ªa con un mensaje como el que regal¨® el presidente mexicano el pasado 8 de marzo a las mujeres. ?Feminismo? ¡°Ya eso se logr¨®¡±.
El colectivo LGTB sufre una tasa de intento de suicidio tres veces mayor que la poblaci¨®n general. Quiz¨¢ no han cambiado tanto las cosas.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.