La cruzada de la mexicana que ayuda a mujeres sin sentencia en Santa Marta Acatitla: de estar en la c¨¢rcel a abogada de causas imposibles
Cristina Gamero fue acusada y recluida en el penal femenil por un fraude del que no fue responsable. Estudi¨® derecho y lleva m¨¢s de 10 a?os litigando y defendiendo a otras como ella
La mexicana Cristina Gamero ten¨ªa 35 a?os y era directiva de una empresa multinacional cuando la arrestaron en Ciudad de M¨¦xico, la retuvieron dentro de una patrulla dando vueltas por toda la capital durante m¨¢s de ocho horas y cuando, finalmente, la llevaron directo al penal femenil de Santa Martha Acatitla, supo la raz¨®n por la que estaba pasando todo. La hab¨ªan acusado de un fraude por 33 millones de pesos (cerca de dos millones de d¨®lares). Momentos antes de llegar, ya entrada la noche, ella todav¨ªa cre¨ªa que estaba ah¨ª por un adeudo en su tarjeta de cr¨¦dito; nada m¨¢s le pasaba por la cabeza, no entend¨ªa lo que suced¨ªa. En la oscuridad y con el llanto desconsolado de su madre y del resto de su familia, mir¨® aquella puerta met¨¢lica gigantesca y gris y pens¨® para s¨ª misma: ¡°ojal¨¢ que todo esto sea por la tarjeta¡±.
Fue en 2008. En M¨¦xico se hablaba entonces de una ¡°alternancia pol¨ªtica¡± que hasta hace poco hab¨ªa parecido imposible. El partido hegem¨®nico, la fuerza pol¨ªtica con m¨¢s poder de entonces, el PRI, hab¨ªa sido derrotado en las elecciones presidenciales del a?o 2000, cuando Vicente Fox Quesada, el abanderado del Partido Acci¨®n Nacional (PAN), gan¨® la presidencia. No solo empez¨® un nuevo camino en la vida democr¨¢tica del pa¨ªs, casi como algo sintom¨¢tico, tambi¨¦n se inaugur¨® una pol¨ªtica de seguridad que marc¨® l¨ªnea en los sexenios siguientes. Ciudad de M¨¦xico fue el escenario de un modo muy particular de operar por parte de las corporaciones policiales y en un abrir y cerrar de ojos la televisi¨®n se llen¨® de detenciones en vivo, transmisiones de operativos y dem¨¢s espect¨¢culos que estaban muy lejos de aquello que repet¨ªan hasta el hartazgo en las pantallas: justicia.
Gamero estaba en la cima de su carrera, era una mujer muy joven que ocupaba un puesto directivo en la empresa multinacional en la que trabajaba, viajaba a varias ciudades del mundo constantemente y se sent¨ªa ¡°todopoderosa¡±, menciona con cierto humor. Hasta que ya no lo fue. Durante m¨¢s de un a?o, en su empresa ¡ªque se estaba fusionando con otra¡ª la mantuvieron al margen mientras investigaban un supuesto desfalco del que ella, asegura, no ten¨ªa conocimiento. Tan segura estaba de que no suceder¨ªa nada y de su inocencia, que no se preocup¨® demasiado y tampoco consult¨® con abogados o con alguien que le brindara orientaci¨®n.
Su caso est¨¢ repleto de irregularidades y de violaciones al debido proceso. Mientras estaba dentro de la patrulla, por ejemplo, recuerda haber escuchado a uno de los hombres que la custodiaban contar por llamada telef¨®nica que no estaba en servicio y que se encontraba ¡°haciendo una chambita¡± (un trabajo). Los polic¨ªas tampoco le mostraron una orden de aprehensi¨®n ¡ªdespu¨¦s descubrir¨ªa que no la ten¨ªan en el momento del arresto y que fue por eso que la tuvieron recorriendo la ciudad durante horas¡ª, y tampoco pas¨® por un Ministerio P¨²blico, su caso era tan ¡°extraordinario¡± que la llevaron directamente al Centro Femenil de Reinserci¨®n Social Santa Martha Acatitla. Una vez dentro, un abogado le confirm¨® que ella hab¨ªa sido un chivo expiatorio para que la empresa con la que se fusionaba en su compa?¨ªa eludiera algunas responsabilidades econ¨®micas y legales. Quiz¨¢ el recuerdo m¨¢s emblem¨¢tico de esta forma de actuar de las autoridades mexicanas est¨¦ en el caso de la ciudadana francesa Florence Cassez, acusada de secuestro junto con quien era su pareja, el mexicano Israel Vallarta, y cuya detenci¨®n se dio en directo en la televisi¨®n mexicana.
¡°Siempre hay un hombre detr¨¢s de cada mujer presa en Santa Martha¡±
Cristina Gamero recuerda que desde su llegada al penal llovi¨® todos los d¨ªas. No lo olvida, es imposible. La lluvia y la noche le devuelven todav¨ªa el sentimiento de soledad, impotencia y desesperaci¨®n que experiment¨® cuando la detuvieron. Durante el tiempo que permaneci¨® encarcelada, Gamero que desde muy peque?a hab¨ªa sido una alumna con calificaciones excelentes y trayectoria ejemplar, se refugi¨® nuevamente en los libros y comenz¨® a estudiar la carrera de derecho solo unos meses despu¨¦s de haber ingresado. Los casos empezaron a llegar a sus manos como si ya fuera una abogada en funciones. Sus compa?eras en el penal supieron pronto de ella y as¨ª pudo conocer los expedientes de muchas mujeres que llevaban a?os, incluso d¨¦cadas encerradas, sin haber recibido siquiera una sentencia.
As¨ª conoci¨® los testimonios de presas con las que conviv¨ªa todos los d¨ªas y se dio cuenta de que, la gran mayor¨ªa de ellas, estaban injustamente encarceladas o se les hab¨ªa juzgado sin perspectiva de g¨¦nero. ¡°Siempre hay un hombre detr¨¢s de cada mujer que est¨¢ presa en Santa Martha, siempre, sin temor a equivocarme. En todos los casos que he visto en estos casi 13 a?os, el com¨²n denominador es un hombre: el esposo, el pap¨¢, el amigo, que las oblig¨® a delinquir incluso indirectamente¡±, asegura. ¡°No digo que no sean delincuentes algunas de ellas, pero la gran mayor¨ªa est¨¢n ah¨ª porque tuvieron un proceso injusto¡±.
La abogada, que ahora ronda los 50 a?os de edad, hace un recuento de solo algunos de los casos que ejemplifican lo que dice: el caso de Mar¨ªa Catalina, uno de los primeros que le lleg¨® cuando acababa de recibir su t¨ªtulo profesional ya fuera de la c¨¢rcel, y del que logr¨® la absoluci¨®n. Luego, el caso de Betty, que le lleg¨® a las manos a trav¨¦s de la cineasta mexicana Diana Garay, quien hab¨ªa realizado el documental Mi amiga Betty, de 2013, sobre una mujer condenada a 30 a?os de prisi¨®n por el asesinato de su madre, todo por un proceso lleno ¡ªtambi¨¦n¡ª de irregularidades y violaciones a sus derechos. O los testimonios de dos mujeres ind¨ªgenas tambi¨¦n presas en Santa Martha, Ang¨¦lica y Reina, quienes no dominan el espa?ol y, sin embargo, nunca tuvieron, de principio, a un int¨¦rprete. Ambas mujeres hab¨ªan ca¨ªdo presas y fueron juzgadas por delitos que sus parejas hab¨ªan cometido.
Tambi¨¦n le lleg¨® el testimonio de Cristina Flores, quien fue acusada de secuestro por estar en el lugar y el momento equivocado. Fue instruida por un amigo cercano para acudir a un domicilio donde, sin saberlo, manten¨ªan a una persona secuestrada. Flores permaneci¨® en la c¨¢rcel pese a que se comprob¨® que las circunstancias en torno al delito del que se le acusaba la exoneraban de toda responsabilidad.
Adem¨¢s de mujeres, Santa Martha Actitla, como tantas c¨¢rceles y penales en M¨¦xico, est¨¢n llenas de gente sin recursos econ¨®micos: ¡°las mujeres son abandonadas por sus esposos, por sus hijos... No tienen dinero, hacen lo que sea para salir adelante. Me parece que en M¨¦xico hacen falta buenos abogados que defiendan a las personas que no tienen dinero. Tambi¨¦n debe de haber justicia para ellos¡±, asegura Gamero.
Como cuando era muy peque?a, la abogada, que ya ten¨ªa la carrera de Administraci¨®n de empresas, se hab¨ªa refugiado nuevamente en el estudio y en todas las actividades acad¨¦micas que pudo. Eso la llev¨® a desarrollar en el futuro, y cuando quiz¨¢s m¨¢s lo necesit¨®, una carrera alterna que ahora ejerce como un compromiso. ¡°Estudiar derecho para m¨ª signific¨® un camino a la libertad personal, moral, un camino a la libertad de pensamiento, espiritual y una manera de poder ayudar a la gente que no tiene recursos para poder allegarse de una buena defensa¡±, dice. Por eso, Gamero cre¨® la sociedad civil Firmeza y Justicia S.C., ¡°para que la gente pueda sentirse confiada de que va a tener una defensa adecuada, una defensa penal que no les va a costar cara y que va a ser efectiva¡±.
Todos los casos de las mujeres en prisi¨®n que llegaron a manos de Cristina Gamero, como los de Mar¨ªa Catalina, Betty, Ang¨¦lica y Reina, fueron llevados por ella cuando iniciaba su carrera como abogada, como pro bono, es decir, no cobr¨® nada para sacarlas de la c¨¢rcel.
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