Chiapas: nueva sangre, viejas guerras
El recrudecimiento del control del narco en zonas claves de la frontera y la selva Lacandona supone la en¨¦sima escalada en el conflicto armado de un Estado herido de gravedad que amenaza con estallar
Los hombres armados irrumpieron en el pueblo para anunciar que a partir de ese momento ellos eran la ley. Asaltaron a la polic¨ªa rural, rodearon la casa del comisario para no dejar lugar a dudas de quien llevaba las riendas y, al marcharse, dejaron tras de s¨ª un mensaje: ¡°A partir de ahora tomamos el control del pueblo y la regi¨®n¡±. Dijeron que eran miembros del Cartel de Sinaloa, sicarios de Ismael el Mayo Zambada. La comunidad de Nueva Palestina se revolvi¨® a pesar de las amenazas. El 6 de septiembre, envi¨® una carta p¨²blica al presidente del Gobierno, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, rogando una intervenci¨®n militar, que el Estado los defendiera de los comandos. El pulso est¨¢ en el aire y una cosa queda clara: el narco se ha hecho fuerte en la selva Lacandona, el coraz¨®n simb¨®lico de Chiapas.
Las frases hechas, los lugares comunes, son comodines que ayudan, pero se quedan cortos. Por ejemplo: Chiapas es una bomba de relojer¨ªa, una olla a presi¨®n, un vaso que amenaza con desbordarse, una espiral de violencia, un polvor¨ªn ¡ª¡°al filo de la guerra civil¡±, asegura el Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional (EZLN)¡ª. F¨®rmulas usadas hasta la saciedad durante las ¨²ltimas tres d¨¦cadas que, sin embargo, siguen siendo ciertas. La realidad es que el Estado m¨¢s pobre de M¨¦xico es todo eso y mucho m¨¢s: un conflicto armado latente durante los ¨²ltimos 30 a?os, amalgama de paramilitares, soldados, guerrilleros y autodefensas que, en los ¨²ltimos tiempos, ha visto agudizarse la situaci¨®n con la entrada en escena del crimen organizado. Para entenderse, es un arsenal cargado hasta los topes con mil y un tipos de p¨®lvora, cercado por un incendio que, en vez de apagarse, cada vez se aviva m¨¢s. La explosi¨®n se antoja inevitable. Y cada vez est¨¢ m¨¢s cerca.
El Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generaci¨®n han encontrado en la regi¨®n fronteriza una nueva veta a explotar: un territorio poroso, f¨¦rtil para los negocios il¨ªcitos, con tres grandes arterias para el narcotr¨¢fico que atraviesan Lacandona, Frontera Comalapa y la costa del Pac¨ªfico. La posibilidad de hacer negocio es inmensa al calor de megaproyectos como el Tren Maya, el turismo y la especulaci¨®n que traen de la mano. El caldo de cultivo est¨¢ servido. La destrucci¨®n del tejido social que supone la vor¨¢gine de armas que est¨¢ devorando la regi¨®n es cada vez m¨¢s acuciante, y, como siempre, es la sociedad civil quien m¨¢s lo est¨¢ pagando, especialmente las mujeres y las comunidades ind¨ªgenas, de acuerdo con todos los informes, an¨¢lisis, testimonios de especialistas y de la gente que lo sufre en sus carnes. Masacres, feminicidios, secuestros, violencia sexual, desapariciones, desplazamientos forzados. El repertorio del terror es extenso.
El recrudecimiento de una guerra encubierta
Diana Itzu Luna lleva 12 a?os viviendo en Chiapas y estudiando estas din¨¢micas. Actualmente realiza una estancia en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolog¨ªa Social: ¡°Estamos viendo una agudizaci¨®n del crimen organizado en los ¨²ltimos tres a?os: desde la llegada de comandos armados en veh¨ªculos blindados que propician secuestros, robos de auto, cobro de piso. Paralelamente, se incrementan los feminicidios, hay mucha depresi¨®n y suicidios, muerte y desapariciones diarias de los j¨®venes. En las comunidades hay un incremento de [consumo de] alcohol, drogas, armas y prostituci¨®n¡±.
Los expertos se?alan que la llegada del Tren Maya, proyectos mineros, tur¨ªsticos y de explotaci¨®n de los recursos naturales de la regi¨®n, coincide con el auge de las mafias. ¡°Todo esto va a llevar a mayor consumo y aqu¨ª entra el crimen organizado¡±, afirma Itzu Luna. ¡°Hay un control de los territorios, obviamente donde hay agua, petr¨®leo, minerales, pero hay tambi¨¦n que entender c¨®mo la clase politica se vuelve parte del crimen organizado. Ac¨¢ no vemos diferencia entre pol¨ªticos y narcotraficantes¡±, abunda.
Como dice Mario Ortega Guti¨¦rrez, coordinador del ¨¢rea de sistematizaci¨®n e incidencia del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolom¨¦ de las Casas (Frayba), es muy complicado demostrar con pruebas que las oportunidades de enriquecerse que ofrecen megaproyectos como el Tren Maya sean lo que atrae al crimen organizado, ¡°pero justamente coincide siempre¡±. ¡°Tampoco queremos pensar que es lo ¨²nico. Entendemos que a nivel nacional sigue habiendo una disputa de carteles y no sabemos qu¨¦ rupturas ha habido para que Chiapas, que hist¨®ricamente no hab¨ªa entrado en la situaci¨®n del resto del pa¨ªs, ahora lo est¨¦¡±.
Chiapas tiene una gran historia de organizaci¨®n campesina, asambleas y protestas. Un movimiento asociativo fuerte que, para el experto, ayuda a explicar las resistencias que hab¨ªan existido a la incursi¨®n del crimen organizado en la regi¨®n: ¡°Posiblemente, tiene mucho que ver que los carteles no hab¨ªan sabido entrar por la fuerte reticencia y la sociedad articulada, y ahora han podido a trav¨¦s del control social¡±.
Los principales carteles que operan en la regi¨®n, el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generaci¨®n adem¨¢s de decenas de grupos regionales, utilizan tres principales arterias para traficar, explica Ortega Guti¨¦rrez. La central: de Frontera Comalapa a San Crist¨®bal de las Casas. ¡°Esta ha sido la ruta hasta ahora m¨¢s en disputa entre los dos grandes carteles, con foco rojo en la frontera, pero el conflicto tiende a extenderse¡±. La norte, que empieza en la selva Lacandona, uno de los lugares donde la situaci¨®n m¨¢s se est¨¢ recrudeciendo: ¡°Hist¨®ricamente desde los 70 se ha documentado que es una zona donde hay diversas pistas clandestinas del narco, ah¨ª llega la mayor¨ªa de la droga y otros recursos de delincuencia organizada en avionetas, y la ruta sigue toda una carretera que va atravesando la zona norte de Chiapas hasta llegar a Palenque, Tabasco, Veracruz...¡±. La tercera v¨ªa es a trav¨¦s de la costa del Pac¨ªfico.
Remilitarizaci¨®n y paramilitarismo
No hay una respuesta f¨¢cil a un conflicto con mil aristas. Por ejemplo: la intervenci¨®n militar que solicita en su carta p¨²blica la comunidad Lacandona es una medida que muchas otras zonas del Estado rechazan. A menudo, dicen las voces cr¨ªticas, la presencia de los soldados es parte del problema, no de la soluci¨®n. ¡°Lo que nosotros hemos visto es que las comunidades muchas veces tienen toda una disyuntiva en el tema de la solicitud de seguridad. El impacto psicosocial muy fuerte del militarismo de los 90, con muchas violaciones a los derechos humanos, est¨¢ en el imaginario colectivo. Es muy respetable que las comunidades exijan la presencia de seguridad p¨²blica como medida desesperada contra la violencia, no dudamos que pueda tener un efecto inmediato, pero no lo resuelve a largo plazo¡±, expone Ortega Guti¨¦rrez.
El 1 de enero de 1994, el mismo d¨ªa que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC), el EZLN, formado por miles de campesinos de Chiapas, tom¨® las armas y puso en jaque al Gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Buscaban poner fin a la lacerante desigualdad que sufren los ind¨ªgenas en M¨¦xico. Con los a?os ganaron influencia, se convirtieron en la bestia negra del Estado mexicano, una s¨®lida oposici¨®n fuera del Congreso y una suerte de faro de la izquierda global. Aunque ahora lleven a?os en una estrategia de silencio, contin¨²an siendo espiados, monitorizados y cercados por la inteligencia militar y agredidos por grupos paramilitares.
Al alzamiento zapatista le sigui¨® el primer proceso de militarizaci¨®n en Chiapas. Por eso muchos expertos prefieren hablar ahora de una remilitarizaci¨®n, un refuerzo de lo que ya exist¨ªa. ¡°Desde que llegu¨¦ a Chiapas, sobre todo por el contexto del levantamiento zapatista en 1994, me encontr¨¦ un Estado militarizado. Ha sido una constante los ¨²ltimos 30 a?os¡±, plantea Itzu Luna. El Gobierno desat¨® una estrategia de contrainsurgencia para aislar y reducir a las comunidades del EZLN, que viven desde entonces en regiones aut¨®nomas, al margen de las autoridades mexicanas.
Al calor de la contrainsurgencia surgieron numerosos grupos paramilitares con oscuras conexiones. El caso emblem¨¢tico, el que permanece como una herida abierta en la memoria de la regi¨®n, es Acteal: el 22 de marzo de 1997, un escuadr¨®n de la muerte asesin¨® en una iglesia a 45 personas a sangre fr¨ªa, entre ellas a 18 ni?os. Hace dos a?os, el Gobierno de L¨®pez Obrador reconoci¨® que tras la matanza se encontraba la mano del Estado y afirm¨® que los sicarios pertenec¨ªan a ¡°grupos paramilitares con la complacencia de las autoridades¡±.
¡°Documentar cuarteles generales del Ej¨¦rcito [en Chiapas] siempre te lleva a los grupos paramilitares, entrenados y armados por ellos mismos¡±, asegura Itzu Luna. ¡°En los 2.000, la apuesta del Estado fue la corporativizaci¨®n de organizaciones paramilitares que despu¨¦s hicieron este juego sucio de guerra de desgaste¡±, coincide Ortega Guti¨¦rrez. En la actualidad, los reductos del EZLN contin¨²an sufriendo un asedio paramilitar constante. ¡°La situaci¨®n quiere llevar a los zapatistas a usar las armas¡±, alerta la investigadora.
Nunca hubo un desarme, ni siquiera despu¨¦s de que el EZLN y el Gobierno firmara una suerte de paz simb¨®lica, que no pr¨¢ctica, con los acuerdos de San Andr¨¦s de 1996. ¡°Chiapas no ha tenido un proceso de transici¨®n a la paz ni [una comisi¨®n de] la verdad por todos los cr¨ªmenes que se cometieron. La espiral de violencia obviamente no es nueva, el elemento de la delincuencia organizada se viene a sumar y complejizarlo mucho m¨¢s¡±, se?ala el investigador del Frayba. El experto a?ade un factor m¨¢s: que en la actualidad los antiguos grupos paramilitares y los nuevos carteles se empiecen a vincular para mantener el control.
Para el Frayba, remilitarizar no es la soluci¨®n al problema: ¡°A pesar de la presencia de militares y Guardia Nacional en sus narices se movilizan los grupos de la delincuencia. Tenemos claro que no es la respuesta. Creemos que la apuesta m¨¢s fuerte est¨¢ abajo: las comunidades tienen la posibilidad a trav¨¦s de alternativas pac¨ªficas de irse blindando, entendiendo que esta guerra por el control no es solamente es armada, tambien es cultural. Hay que reconstruir y fortalecer el tejido social¡±.
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