?Somos hijos del mezcal, de la espada y del flamenco? M?jkn??j
El musical de Nacho Cano ¡®Malinche¡¯ no es m¨¢s que la propaganda anti-leyenda negra de siempre, pero con mucha parafernalia y gran producci¨®n; la necesidad de cierto sector de Espa?a de justificar la opresi¨®n colonial
En esta primera entrega plante¨¦ algunas reflexiones sobre Malinche, la obra musical de Nacho Cano a la que tuve la oportunidad de asistir hace algunos unos meses. Quedaron en el tintero las impresiones que me causaron otros elementos ideol¨®gicos que sostienen esta puesta en escena y que se adscriben a esa l¨ªnea discursiva que pretende contrarrestar la llamada Leyenda negra que pesa sobre la historia de Espa?a. Esta obra no plantea ning¨²n acercamiento novedoso ni plantea nuevos argumentos, son las mismas ideas que una y otra vez ha defendido sobre todo la derecha espa?ola: la Conquista de M¨¦xico trajo civilizaci¨®n, universidades y hospitales, adem¨¢s de terminar con la tiran¨ªa de Tenochtitl¨¢n sobre los dem¨¢s pueblos mesoamericanos; tambi¨¦n sostienen que, a diferencia de los colonizadores ingleses, la conquista espa?ola fue una buena conquista porque permiti¨® el mestizaje. Malinche podr¨ªa resumirse con la historia de amor entre Hern¨¢n Cort¨¦s y su int¨¦rprete que permite la creaci¨®n del glorioso mestizaje del que ahora podemos disfrutar en M¨¦xico. Una de las canciones, Hijo de la guerra, resume esta postura con la frase ¡°hijos del mezcal, de la espada y del flamenco¡±.
Detr¨¢s de esta manida defensa del establecimiento del orden colonial, yacen ideas err¨®neas y varias de ellas francamente racistas. Ni la historia entre Malintzin y Cort¨¦s fue una historia de amor ni la colonizaci¨®n es un mal necesario para la mezcla gen¨¦tica y cultural que pudo haberse dado en otros t¨¦rminos. Por otro lado, se ignora que antes de 1519, en estos territorios exist¨ªan sistemas educativos, atenci¨®n a la salud y una serie de espacios para la reproducci¨®n del conocimiento de los pueblos mesoamericanos. Por otra parte, se invisibiliza que en el norte del actual M¨¦xico pueblos ind¨ªgenas completos fueron borrados de la faz de la tierra; si no lo hicieron en el sur fue por otras circunstancias y no por una vocaci¨®n bondadosa por alentar el mestizaje.
Uno de los actores grita que aquello que veremos en escena es la creaci¨®n de ¡°una nueva raza grande, libre y m¨¢gica¡± con todo el desprop¨®sito que esta frase conlleva. Es importante no confundir mezcla gen¨¦tica y cultural con mestizaje. La mezcla gen¨¦tica se ha dado a trav¨¦s de la historia de la humanidad, lo que prueba la existencia de razas como categor¨ªas biol¨®gicas; aunque Nacho Cano aluda a la mezcla y al encuentro entre dos razas, en realidad, la poblaci¨®n nativa de este continente ten¨ªa una poblaci¨®n muy diversa gen¨¦ticamente como tambi¨¦n la poblaci¨®n colonizadora que ven¨ªa de una pen¨ªnsula ib¨¦rica por la que hab¨ªan pasado poblaciones romanas, visigodas, celtas, ¨¢rabes y jud¨ªas. Sobre todo, no fue un encuentro y tampoco entre ¨²nicamente dos mundos. En cuanto a la mezcla cultural, las masacres y las violencias derivadas del colonialismo no son condici¨®n necesaria para la mezcla cultural que se hab¨ªa dado previo a la llegada de los espa?oles en ambos lados del oc¨¦ano dado que no exist¨ªan, ni existen, culturas puras. La opresi¨®n colonial, la espada, no es el precio que deb¨ªamos pagar para poder mezclar el mezcal y el flamenco.
El mestizaje ha sido m¨¢s bien un proyecto del Estado mexicano del siglo XIX y no una herencia de la conquista espa?ola. Para 1820, la mayor parte de los historiadores coinciden en que aproximadamente el 70% de la poblaci¨®n del territorio que ahora califica como mexicano era ind¨ªgena. Los estudiosos de los Censos de Poblaci¨®n en M¨¦xico, como Mois¨¦s Gonz¨¢lez Navarro, reportan que, en la segunda mitad del siglo XIX, los matrimonios y las uniones informales entre hombres blancos criollos y mujeres ind¨ªgenas o afrodescendientes casi no existieron. La idea de Nacho Cano de que la relaci¨®n entre Malintzin y Cort¨¦s inaugur¨® uniones masivas entres espa?oles e ind¨ªgenas est¨¢ desmentida por los datos.
Otro aspecto lamentable es el papel contrapuesto de dos personajes en esta obra musical: mientras que Malinztin es reducida a Malinche, una mujer enamorada del conquistador sin mayores complejidades ni evoluci¨®n, el personaje m¨¢s cruento y sanguinario de la Conquista espa?ola, Pedro de Alvarado, est¨¢ representado por una mujer, la artista del flamenco Olga Llorente, en un intento, tal vez, de embellecer con su magn¨ªfica danza las inefables acciones de Alvarado.
La representaci¨®n de Moctezuma es tal vez uno de los m¨¢s lamentables de toda la obra. Siguiendo la l¨ªnea tradicional se presenta a un tlatoani que cree ingenuamente y con mucho temor que Cort¨¦s es la deidad mesoamericana Quetzalc¨®atl. Aun con todos los acercamientos hist¨®ricos recientes y m¨¢s rigurosos sobre la figura de Moctezuma, en la obra de Nacho Cano, este pat¨¦tico personaje, junto al espa?ol Orteguilla, va evolucionando hasta convertirse melodram¨¢ticamente en cristiano amante de la cruz y que nos dice, momentos antes de morir, que ¡°la magia es ?l (Dios)¡±.
Malinche no es, pues, m¨¢s que la propaganda anti-leyenda negra de siempre, pero con mucha parafernalia y gran producci¨®n. Habituados como estamos a la versi¨®n mestizof¨ªlica del nacionalismo mexicano y la necesidad de justificar la opresi¨®n colonial de cierto sector de Espa?a, no es de sorprender que tirios y troyanos, espa?oles y mexicanos, aplaudieran a rabiar al final de esta obra que termina, c¨®mo no, con una canci¨®n de Mecano. Ni el p¨¦simo mezcal que compr¨¦ a las afueras para pasar el mal rato pudieron quitarme el sabor de boca de esta glorificaci¨®n acr¨ªtica de la espada espa?ola.
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