El Tren Maya y las cavernas ociosas. ?nk
El Tren Maya se sostiene en una a?eja tradici¨®n de pensamiento que ha intentado convertir a la naturaleza en un empleado m¨¢s dentro de la maquinaria capitalista
Hace unos d¨ªas, Beatriz Guill¨¦n public¨® un reportaje acompa?ado de im¨¢genes en las que se pod¨ªa ver c¨®mo, para la construcci¨®n del Tren Maya, se hab¨ªa instalado un pilote gigante que hab¨ªa atravesado y destrozado una de las tantas cuevas y cenotes que subyacen el delicado suelo de la pen¨ªnsula. M¨¢s de 122 cavernas y cenotes fueron afectadas en el tramo de Canc¨²n a Tulum por la instalaci¨®n de estos pilares necesarios para construir la infraestructura que sostendr¨¢ el paso de un tren que, en boca de sus defensores, llevar¨¢ progreso a los pueblos del sur, olvidados por tanto tiempo.
Estas im¨¢genes parecen ser una amarga respuesta visual a aquella lejana declaraci¨®n con la que el presidente de la rep¨²blica intent¨® convencernos de que, durante la construcci¨®n del Tren Maya, no se derribar¨ªa ni un s¨®lo ¨¢rbol porque el tren correr¨ªa sobre infraestructura ya existente. El delicado sistema de cuevas formado durante miles de a?os que ahora est¨¢ siendo horadado hasta ser convertido en una serie de cascarones aplastados nos muestra que el motor ideol¨®gico que ha llevado a la humanidad ante la emergencia clim¨¢tica sigue bien aceitado.
El Tren Maya, construido cada vez m¨¢s de prisa conforme se acerca el fin del sexenio, se sostiene en una a?eja tradici¨®n de pensamiento que ha intentado convertir a la naturaleza en un empleado m¨¢s dentro de la maquinaria capitalista, un elemento que brinda servicios al engranaje del desarrollo. Considerar que toda superficie de naturaleza que no sirve para los fines del crecimiento econ¨®mico es tierra ociosa y hay que ponerla a producir, a ser ¨²til o aprovechable, ha sido una idea absurda pero fundamental para los deseos desarrollistas de los estados modernos independientemente de su filiaci¨®n ideol¨®gica. Sea que un gobierno neoliberal ponga la naturaleza subordinada al mercado o un gobierno socialista la ponga subordinada a los intereses del estado, el factor com¨²n es que los ecosistemas ser¨¢n destrozados siempre que se considere necesario.
El mismo adjetivo, ¡°ociosa¡±, aplicada a la tierra, suena absurda. Parece que no es suficiente la mera existencia de un bosque o de un sistema de cuevas, parece que no es suficiente que su solo funcionamiento, perfeccionado a lo largo de la historia del planeta, posibilite y alimente la existencia de la humanidad. No es suficiente la necesaria presencia de un bosque generando ox¨ªgeno, participando del ciclo del agua y manteniendo activo el ecosistema; si este bosque no produce madera o sus elementos no son convertidos en recursos naturales para el desarrollo, se le tilda de tierra ociosa. Si adem¨¢s se trata de un desierto, lugares que son leidos como superficies vac¨ªas, como ausencias de ecosistema, la inutilidad de esas tierras se proclama con mayor ¨¦nfasis.
Solo dentro de una tradici¨®n de pensamiento cincelada por el capitalismo una frase tan incre¨ªblemente absurda como ¡°tierras ociosas¡± puede tener sentido. Ninguna tierra est¨¢ ociosa, ning¨²n ecosistema es in¨²til, ning¨²n sistema de cavernas es prescindible. Las met¨¢foras con las que se intenta poner a trabajar la tierra al servicio de la humanidad abundan: hay que poner a producir la tierra llen¨¢ndola de qu¨ªmicos para que siga generando alimentos agroindustriales, es necesario crear un mercado de bonos de carbono para que selvas y bosques sean protegidos siempre y cu¨¢ndo nos brinden ¡°servicios ambientales¡± con los que paliar un poco nuestros destrozos, hay que aprovechar y explotar los bienes naturales comunes y traducirlos a recursos o insumos naturales para el crecimiento econ¨®mico. Estas met¨¢foras, que no existen en todas las lenguas ni en todas las tradiciones de pensamiento, evidencian la osad¨ªa y el esfuerzo por transformar a la naturaleza en una trabajadora a las ¨®rdenes del capital. La naturaleza se ha vuelto clase trabajadora que, como la humana, se explota hasta dejarla exhausta.
La idea de la ¡°tierra ociosa¡± a la que hay que poner a trabajar subyace a la justificaci¨®n que se utiliz¨® para despojar a los pueblos ind¨ªgenas durante el establecimiento del colonialismo. Para el ojo de los colonizadores, los pueblos y tribus que no ¡°aprovechaban¡± u ocupaban todo su territorio ten¨ªan un excedente de tierras que estaban ociosas y, por lo tanto, no eran de nadie, hab¨ªa que quit¨¢rselas para que ellos s¨ª las pusieran a trabajar.
Las ideas sobre las ¡°tierras ociosas¡± me rondaban mientras observaba en la Sierra Norte de Oaxaca extensiones de bosque rozadas con el fin de completar la superficie requerida a cada campesino para poder recibir los apoyos y beneficios del programa llamado Sembrando Vida.
Ante las cr¨ªticas de diversos ambientalistas por el destrozo del delicado sistema de cuevas, cavernas y cenotes con la instalaci¨®n de gigantescos pilares para sostener la infraestructura del Tren Maya, me llam¨® la atenci¨®n que en las redes sociales de los entusiastas de la Cuarta Transformaci¨®n, se volviera a utilizar el viejo argumento de las tierras ociosas: argumentaron que esas cavernas no eran importantes, que no se hab¨ªan afectado a alg¨²n sistema vital para el agua, que se trataba solo de cavernas secundarias que ahora s¨ª tendr¨ªan utilidad como sost¨¦n y base de un proyecto que traer¨¢ desarrollo y progreso; al fin, estas cavernas ociosas hab¨ªan encontrado utilidad, han sido empleadas, se hab¨ªan puesto al servicio a de uno de los grandes sue?os obradoristas.
Desde otras tradiciones de pensamiento, queda flotando una pregunta: ?es posible que los habitantes de la pen¨ªnsula de Yucat¨¢n puedan tener una mejor vida, una buena vida, una vida digna, sin necesidad de aplastar con pilotes el sistema de cavernas y cenotes de sus tierras? ?no puede crearse bienestar sin todas las afectaciones que trae consigo la implementaci¨®n de ese amplio proyecto que es el Tren Maya? El pensamiento desarrollista que tanto entusiasma a la cuarta transformaci¨®n parece respondernos con un rotundo ¡°No¡±.
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