Las Inteligencias artificiales, Terminator y los dinosarios enamorados
No he encontrado una IA que escriba algo remotamente parecido a lo que quiero decir
Un lector me pregunt¨® hace poco si no me ayudo de las inteligencias artificiales (IA, en adelante) disponibles en la red para construir o ¡°pulir¡± lo que escribo, es decir, los art¨ªculos para este diario y mis trabajos de ficci¨®n. La realidad, le respond¨ª, es que no he encontrado una IA que escriba algo remotamente parecido a lo que quiero decir, y los textos que he obtenido de las aplicaciones, cuando la curiosidad me ha llevado a probarlas, deber¨ªan avergonzar a cualquiera que tuviera la tentaci¨®n de hacerlos pasar como suyos y firmarlos (ya no se diga cobrar por ellos).
Adem¨¢s de estar cuajados de errores (las propias aplicaciones lo advierten y ruegan a quien las usa que corrobore los datos que proporcionan antes de usarlos y meter la pata, como suele ocurrirles, para su mal, a aquellos estudiantes que quieren pasarse de vivos encarg¨¢ndole la tarea a una IA), su uso del lenguaje es mediocre y predecible y, las perspectivas que da, tibias y pacatas (no ayuda que est¨¦n, adem¨¢s, llenos de trabas de corte moral, que son el equivalente a que los programas de procesamiento de palabras se negaran a usar ¡°lenguaje impropio¡±). Son textos que suenan, hay que admitirlo, a lo que pasa cuando el m¨¢s melifluo y gris de los vecinos se atreve a pedir la palabra en la reuni¨®n de un condominio, acaba por salir con una obviedad, y los dem¨¢s asistentes piensan: ¡°Estabas mejor calladito¡±.
Leo en la prensa que existen miles de libros en la zona de autoediciones de la plataforma Amazon que en realidad fueron maquilados por una IA. Son tantos que Amazon ya puso un l¨ªmite de tres diarios por ¡°autor¡±. Claro, se trata de textos que no se tomar¨ªa en serio ning¨²n lector medianamente riguroso, y solo sirven para alimentar los fetiches de algunos fans peculiares, a quienes les tiemblan las manos por un libro de romance, erotismo o aventura a la medida exacta de sus fantas¨ªas. Pura paja, por as¨ª decirlo. (Y corrob¨®relo el lector: existen multitud de libelos en los que los humanos, representados en general por una damisela en apuros, tienen relaciones con un dinosaurio, un drag¨®n o un ¡°caballo cambiaformas¡±). Si esos textos van a dominar el panorama de la ficci¨®n futura ser¨¢ porque no quedar¨¢n humanos para los que valga la pena escribir una sola s¨ªlaba.
Ahora bien, esta es una perspectiva propia y aplicada exclusivamente a los textos de creaci¨®n, sea esta reflexiva o narrativa, y no significa que las IA no sirvan. Todo lo contrario. En temas m¨¦dicos y cient¨ªficos, por ejemplo, parece que las aplicaciones resultan muy ¨²tiles. O eso sol¨ªa pensar. Leo, tambi¨¦n en la prensa, sobre el esc¨¢ndalo que caus¨® la publicaci¨®n, en la prestigiosa revista Frontiers in Cell and Developmental Biology, de un art¨ªculo firmado por cient¨ªficos chinos en el que aparece una ilustraci¨®n generada por IA y que presenta a una rata con unos genitales inmensos. No solo err¨®neos: grotescamente falsos. Hay, adem¨¢s, otras l¨¢minas con errores gr¨¢ficos de bulto y palabras sin sentido. Nadie, los autores, ni los editores, ni los revisores, cayeron en cuenta de la barbaridad que les col¨® la IA a la se encomend¨® la elaboraci¨®n de sus ilustraciones en vez de pagar por ello a un profesional.
A consecuencia de este patinazo y de muchos m¨¢s, ya se encuentran en desarrollo aplicaciones de IA que buscan y detectan a sus pares y alertan sobre su intervenci¨®n en un paper. Algo as¨ª como lo que hac¨ªa el ¡°Terminator bueno¡±, de la segunda y cl¨¢sica pel¨ªcula de la saga, al cuidar a los humanos del robot mal¨¦fico que quer¨ªa hacerlos papilla.
?A d¨®nde apuntan estos desastres? A que es necesario regular el uso de las IA para evitar fraudes, errores, cat¨¢strofes y tonter¨ªas. Y a que ser¨ªa bueno que los ingenieros geniales que las crean se bajen un poco de sus pedestales y soliciten la participaci¨®n de expertos de otros terrenos en la construcci¨®n y ¡°entrenamiento¡± de sus IA, sin limitarse a abusar a lo bruto de la propiedad intelectual de los dem¨¢s, como han hecho hasta ahora.
Iron¨ªas aparte, queda claro que las IA son una suerte de milagro laico y ya est¨¢n cambiando (para mejor) las actividades humanas en muchos terrenos. Esperemos que su utilidad, en otros, rebase por mucho a la de mal dibujar ratas desproporcionadas o contar cuentos bobos de chicas enamoradas de dinosaurios.
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