Estigma, represi¨®n y violencia: la larga y conflictiva historia entre el Gobierno y los normalistas
Las precarias escuelas, nacidas con la Revoluci¨®n para educar a los campesinos del M¨¦xico m¨¢s pobre, han sido blanco de la guerra sucia y la criminalizaci¨®n por su ideolog¨ªa, su actitud de confrontaci¨®n violenta y un pasado cercano a la guerrilla
Un estudiante de 23 a?os, Yanqui Kothan G¨®mez Peralta, asesinado por la polic¨ªa estatal; un agente fugado por el crimen con la ayuda de las autoridades y otros dos detenidos; la dimisi¨®n de dos altos cargos de la pol¨ªtica de Guerrero; una fiscal general en rebeld¨ªa contra la voluntad de la gobernadora; disturbios con coches en llamas; una crisis pol¨ªtica que se agrava cada d¨ªa y, como tel¨®n de fondo, la desaparici¨®n hace casi una d¨¦cada de 43 alumnos de los que no se ha vuelto a saber nada. Desde hace dos semanas, el caso Ayotzinapa da tumbos en los despachos de las instituciones guerrerenses, en las calles, en el Palacio Nacional, en la campa?a electoral.
Son las ¨²ltimas p¨¢ginas de una larga y antag¨®nica relaci¨®n entre el Gobierno mexicano y las escuelas normales rurales: un relato de extremos opuestos marcada por el estigma, la represi¨®n y la violencia que hunde sus ra¨ªces en la historia, desde la fundaci¨®n de las academias hace un siglo. Este es un recorrido a trav¨¦s de ese conflicto, avivado estos d¨ªas por el asesinato de G¨®mez Peralta y el estancamiento de la investigaci¨®n sobre los 43.
Las escuelas normales rurales, hijas de la Revoluci¨®n Mexicana, nacieron en 1922 como una estrategia para acercar la educaci¨®n al M¨¦xico campesino, analfabeto, m¨ªsero, ind¨ªgena: la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, en esa ¨¦poca. ¡°Fueron puntas de lanza para llevar la educaci¨®n al campo¡±, sintetiza el profesor Carlos Illades, uno de los mayores expertos del pa¨ªs en la historia de los movimientos sociales y la guerra sucia. Tambi¨¦n, se?ala el investigador, ¡°son un elemento de movilidad social muy importante en sociedades con grandes carencias econ¨®micas¡±. Los j¨®venes estudian en los centros y luego regresan a ense?ar lo aprendido a sus pueblos, bajo la idea de devolver algo a la comunidad y garantizar la ense?anza de las siguientes generaciones.
Desde su origen estuvieron marcadas por una fuerte conciencia de clase, cuando la lucha de clases o el sindicalismo todav¨ªa eran conceptos de peso en el vocabulario pol¨ªtico. Con la marcada ideolog¨ªa de las escuelas, orientada desde los primeros d¨ªas al socialismo que aviv¨® la Revoluci¨®n, ¡°la estigmatizaci¨®n y el acoso¡± de las autoridades, las clases altas o la Iglesia estuvieron presentes desde el principio, apunta Luis Hern¨¢ndez, autor del libro La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales (Fondo de Cultura Econ¨®mica, 2023). Un obispo las calific¨® como ¡°escuelas del demonio¡±. La criminalizaci¨®n sistem¨¢tica condujo a que el conflicto y la protesta se tatuaran en la piel de aquellos estudiantes, agrupados en la Federaci¨®n de Estudiantes Campesinos Socialistas de M¨¦xico (FECSM).
Para Hern¨¢ndez, hay dos hechos que ayudan a explicar la personalidad de las normales rurales. ¡°Primero, son escuelas para pobres, en muchas ocasiones sus alumnos no tienen ninguna otra opci¨®n de estudios¡±. Segundo, el internamiento en los colegios, donde los estudiantes duermen, comen, hacen deporte: viven inmersos en la ideolog¨ªa que se ense?a en sus aulas, criticada como adoctrinamiento por los expertos en educaci¨®n. ¡°Al mismo tiempo las normales rurales est¨¢n muy castigadas presupuestalmente, se da m¨¢s dinero a los caballos del Ej¨¦rcito o la polic¨ªa que a ellos, la alimentaci¨®n es muy precaria, las condiciones de vida en las escuelas tambi¨¦n. Los muchachos tienen una cultura pol¨ªtica muy radical para garantizar su supervivencia¡±, a?ade.
¡°Nidos de guerrilleros¡±
En su origen, muchos de los profesores se implicaron en la reforma agraria contra caciques y hacendados. Encargados de difundir la palabra en los pueblos, fueron brutalmente reprimidos a pesar de que el presidente entonces, L¨¢zaro C¨¢rdenas, fue uno de los grandes promotores del derecho a la tierra. ¡°Los maestros rurales eran los intelectuales org¨¢nicos de las comunidades campesinas, muy f¨¢cilmente chocaban con los intereses creados. Estamos hablando de un M¨¦xico que conservaba en el mundo rural unos intereses muy retr¨®grados, con una disputa entre la Iglesia Cat¨®lica y el Estado. Hab¨ªa una persecuci¨®n contra ellos [los normalistas] verdaderamente salvaje, especialmente entre 1934 y 1940 [durante el sexenio de C¨¢rdenas]. Les cortaban las orejas, los empalaban, a las maestras las cortaban los pechos, las violaban¡¡±, enumera Hern¨¢ndez, coordinador de la secci¨®n de opini¨®n del diario La Jornada.
En 1968, los normalistas se unieron a la lucha estudiantil, una promesa de cambio en un pa¨ªs que no se hab¨ªa librado de la mano de hierro de militares y caudillos a pesar de la Revoluci¨®n. El movimiento fue reprimido con brutalidad, acallado en la plaza de Tlatelolco del Distrito Federal por soldados que masacraron a centenares de j¨®venes, una cifra que el PRI se encarg¨® de ocultar y nunca ha sido aclarada. El presidente Gustavo D¨ªaz Ordaz (1964-1970), para terminar de pulverizar la disidencia que se aprend¨ªa en aquellas aulas, clausur¨® la mitad de las normales rurales, recuerda Hern¨¢ndez. Las consiguientes protestas desembocaron en la expulsi¨®n de cientos de estudiantes y maestros. Hoy quedan menos de 20 normales rurales.
La represi¨®n pol¨ªtica de las d¨¦cadas de 1960 y 1970, sumada a la pobreza extrema de los alumnos que aprend¨ªan a reclamar su derecho al pan y la tierra en aquellas escuelas, sembraron el terreno para que tanto estudiantes como profesores se unieran a las filas de las guerrillas que brotaban en el M¨¦xico campesino. Nombres como Arturo G¨¢miz, maestro rural y comandante del Grupo Popular Guerrillero de Chihuahua, principal cabecilla del asalto al Cuartel Militar de Madera, el gran hito de la lucha armada izquierdista del pa¨ªs. O Lucio Caba?as, el egresado emblema de Ayotzinapa, l¨ªder del Partido de los Pobres en esos d¨ªas de escaramuzas en la sierra de Guerrero. ¡°La cantidad de desaparecidos pol¨ªticos que hay en la d¨¦cada de los setenta y los ochenta que son maestros rurales es enorme¡±, afirma Hern¨¢ndez. De las normales rurales, sin embargo, tambi¨¦n salieron otros perfiles m¨¢s moderados, como el actual gobernador de Sinaloa, Rub¨¦n Rocha Moya.
Las ¨¦lites del pa¨ªs orquestaron una campa?a contra las escuelas, defiende el experto. Las llamaban ¡°madrigueras de comunistas¡± o ¡°nidos de guerrilleros¡±. El estigma creci¨® y se volvi¨® la etiqueta m¨¢s habitual para definir a los normalistas que, en medio de ese clima, adoptaron la confrontaci¨®n como herramienta. ¡°La violencia es el lenguaje de la pol¨ªtica en M¨¦xico y es un lenguaje bastante eficaz. Puede no simpatizarnos, pero, por otro lado, parece inevitable¡±, opina Illades, que ha investigado abundantemente el fen¨®meno.
Violencia y antipat¨ªa
El 26 de septiembre de 2014, el nombre Ayotzinapa se convirti¨® en sin¨®nimo de uno de los mayores cr¨ªmenes de Estado de M¨¦xico, como ha reconocido el actual Gobierno. 43 estudiantes de la escuela fueron secuestrados en Iguala, Guerrero, por el grupo criminal Guerreros Unidos y la polic¨ªa. Solo han aparecido los restos ¨®seos de un par de ellos. Del resto, nada se sabe. Los normalistas de Ayotzinapa y los familiares de las v¨ªctimas han pasado la d¨¦cada desde entonces en la calle para exigir la resoluci¨®n del caso, una investigaci¨®n estancada y sin esperanzas en el horizonte. En el pa¨ªs, son un equivalente a lo que en Argentina representan las madres de la plaza de Mayo, referentes en la b¨²squeda de desaparecidos.
Sin embargo, ¡°en Guerrero, y concretamente en Chilpancingo, hay sentimientos bastante ambiguos en relaci¨®n con los normalistas¡±, sostiene Illades. ¡°Desde Ciudad de M¨¦xico los puedes ver de una manera, pero all¨ª s¨ª les preocupa el nivel de violencia que pueden alcanzar. Obviamente no es una violencia digamos criminal, pero s¨ª de destrucci¨®n de cosas, y est¨¢n bastante curtidos en la lucha callejera. La poblaci¨®n civil no les tiene una simpat¨ªa particular, los ven con temor¡±, abunda.
En 2011, por ejemplo, la polic¨ªa de Guerrero mat¨® a dos alumnos de Ayotzinapa, Jorge Alexis Herrera Pino y Gabriel Echeverr¨ªa, durante el bloqueo de una autopista, una pr¨¢ctica habitual en el repertorio de protestas de los estudiantes, que fue violentamente desalojado. Tres semanas despu¨¦s, recuerda Illades, los j¨®venes prendieron fuego a una gasolinera en respuesta, provocando la muerte de uno de los empleados. En febrero de 2022, para presionar al Gobierno y que avanzara en la investigaci¨®n sobre los 43, los normalistas estrellaron un tr¨¢iler sin conductor contra una caseta de cobro en Palo Blanco, en una zona con puestos de comida. No hubo heridos, pero falt¨® poco. En el otro extremo, las fuerzas de seguridad han asesinado a 11 normalistas de Ayotzinapa (sin contar a G¨®mez Peralta ni los 43), cuenta Hern¨¢ndez.
La relaci¨®n entre L¨®pez Obrador y los normalistas es parad¨®jica. El presidente hizo suya la causa durante la campa?a electoral de las elecciones de 2018, cuando prometi¨® que resolver¨ªa el caso, pero durante su Administraci¨®n no se han producido avances significativos y el di¨¢logo con los familiares de los 43 se encuentra en un punto muerto. Los parientes exigen la entrega de documentos de inteligencia militar que poseen informaci¨®n clave para desenmara?ar el caso, de acuerdo con el grupo independiente de expertos (GIEI) que investig¨® por a?os el crimen (y abandon¨® M¨¦xico en julio, frustrado ante la negativa de las autoridades a colaborar) y el exsubsecretario de Derechos Humanos Alejandro Encinas. El Ej¨¦rcito niega la existencia de los archivos, respaldado por L¨®pez Obrador.
¡°Creo que la investigaci¨®n va a una especie de callej¨®n sin salida. L¨®pez Obrador ya dej¨® claro hace meses, y todav¨ªa m¨¢s claro con la separaci¨®n de Encinas del cargo, que no iba a ir m¨¢s adelante en el caso Ayotzinaba. En conjunto lo manej¨® muy mal a lo largo del sexenio, porque cre¨® expectativas sobre algo que era muy dificil de resolver. Lo volvi¨® no un problema del Estado, sino una promesa de campa?a, un asunto pol¨ªtico, y acab¨® cargando con lo que hab¨ªa hecho [el presidente entre 2012 y 2018, Enrique] Pe?a Nieto. Por el lado del Gobierno no va a avanzar¡±, concluye Illades. El acad¨¦mico considera tambi¨¦n que la desaparici¨®n de los 43 ha perdido ¡°mucha de la atenci¨®n p¨²blica¡±, que resurge cuando ocurren hechos excepcionales como los de estos d¨ªas, ¡°pero el resto del tiempo se le est¨¢ dando vuelta a la p¨¢gina, y creo que es por lo que apuesta el Gobierno¡±.
El presidente, mientras afirma que se reunir¨¢ con las familias de los 43 sin especificar cu¨¢ndo, aprovecha sus conferencias diarias de prensa para minar la imagen de los normalistas, que el 6 de marzo echaron abajo una de las puertas del Palacio Nacional mientras se celebraba la Ma?anera para exigir una comparecencia con L¨®pez Obrador. Desde ese d¨ªa, ha tachado a los estudiantes de ¡°fresas¡± (ni?os ricos) en comparaci¨®n con ¨¦l mismo (de un origen m¨¢s acomodado que los j¨®venes). Tambi¨¦n dijo que los normalistas y los parientes de los 43 est¨¢n siendo manipulados.
¡°Me parece, por lo menos, una desconsideraci¨®n muy grande. Los padres de los 43 son nuestros modernos h¨¦roes c¨ªvicos, han rechazado sobornos, amenazas y siguen exigiendo el esclarecimiento de los hechos. Cuando desde el Gobierno federal hay una pol¨ªtica deliberada de manchar a los actores, se pierde el control de la situaci¨®n y pasan cosas como lo que sucedi¨® con Yanqui Kothan. Es la consecuencia inmediata de ese proceso de descalificaci¨®n, abres la caja de Pandora y salen monstruos¡±, a?ade Hern¨¢ndez. ¡°Morena espec¨ªficamente y el obradorismo de manera un poco m¨¢s amplia no toleran los movimientos sociales independientes. Los estudiantes de Ayotzinapa son irreductibles porque parte de su ¨¦xito es la movilizaci¨®n permanente: si les resuelves algo, luego viene otra demanda. L¨®pez Obrador quiere gente con la que sentarse y pactar. La independencia, de entrada, les perturba¡±, matiza Illades.
Hay dos formas hegem¨®nicas de leer el normalismo. Una, que ve la ense?anza en las normales rurales agujereada de carencias, anacr¨®nica y anclada en los postulados dogm¨¢ticos del viejo socialismo. Otra, que cree en ellas como la ¨²nica oportunidad de una formaci¨®n acad¨¦mica, por d¨¦bil que sea, para muchas poblaciones. Las dos visiones tienen su parte de raz¨®n. Hern¨¢ndez lo resume as¨ª: ¡°El normalismo es una comunidad imaginaria con estudiantes, egresados, familiares... Para esas comunidades el que los muchachos salgan a estudiar es sacarse la loter¨ªa, escapar al c¨ªrculo de la pobreza. Con suerte, regresan y se comprometen con la comunidad, y eso no lo entiende el Gobierno federal. Ese es el tejido comunitario con el que est¨¢n chocando. As¨ª se explica como despu¨¦s de 10 a?os y todo lo que ha pasado, ah¨ª siguen¡±.
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