Ayotzinapa, una d¨¦cada despu¨¦s: ?qui¨¦nes mataron a los 43 normalistas?
El sanguinario ataque contra un grupo de estudiantes rurales en M¨¦xico cumple una d¨¦cada. El caso, repleto de inc¨®gnitas, revela las conexiones entre el crimen organizado y las autoridades. Pese a los esfuerzos en las b¨²squedas, la pr¨¢ctica totalidad de los cuerpos sigue sin aparecer
Tres trozos de hueso de tres muchachos. Es todo lo que se ha recuperado de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, desde que desaparecieron, hace ahora 10 a?os. Aunque en sentido estricto, hay alg¨²n trozo m¨¢s. De Christian Rodr¨ªguez, por ejemplo, aparecieron dos trozos, uno en 2019 y otro en 2020, en una barranca boscosa, en mitad de la nada. Ni en el caso de Rodr¨ªguez, ni en el de los otros dos, Jhosivani Guerrero y Alexander Mora, se sabe con precisi¨®n c¨®mo llegaron sus huesos a donde llegaron. El del primero apareci¨® en la misma barranca que los de Rodr¨ªguez, con meses de diferencia. El del segundo en un r¨ªo, apenas unas semanas despu¨¦s del ataque contra los estudiantes.
Los huesos de los tres muchachos, las circunstancias en que fueron hallados, el relato a su alrededor, dibujan una de tantas puertas de entrada al universo Ayotzinapa, una de las grandes verg¨¹enzas del M¨¦xico moderno, un caso que ilumina una realidad mil veces probada en el pa¨ªs, la cercan¨ªa ¨Ccuando no algo m¨¢s¨C entre el crimen organizado y las diferentes esferas del Estado. Dos gobiernos han naufragado en este caso oce¨¢nico, aunque por motivos muy distintos. El primero, dirigido por Enrique Pe?a Nieto (2012-2018), trat¨® de cerrarlo en falso, vali¨¦ndose de la tortura como t¨¦cnica de investigaci¨®n. El segundo, encabezado por Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, avanz¨® hasta que las pesquisas toparon con las Fuerzas Armadas.
El resultado es que, a d¨ªa de hoy, a¨²n se ignora qu¨¦ fue de los muchachos. Se saben algunas cosas, que llegaron al municipio de Iguala, en el Estado de Guerrero, la tarde del 26 de septiembre de 2014, con la intenci¨®n de secuestrar autobuses en la terminal local, una pr¨¢ctica habitual. De origen humilde, los estudiantes de Ayotzinapa y del resto de las 15 normales rurales del pa¨ªs toman veh¨ªculos para sus viajes y luego los devuelven. En esa ocasi¨®n, los usar¨ªan para trasladarse a Ciudad de M¨¦xico, a conmemorar la matanza de Tlatelolco. Pero aquella tarde, cuando decenas de ellos salieron con cinco autobuses de la terminal de Iguala, polic¨ªas locales y criminales les atacaron a balazos.
Apoyado en la acci¨®n u omisi¨®n de las autoridades, el grupo criminal de la regi¨®n, Guerreros Unidos, que manejaba un importante negocio de producci¨®n y venta internacional de hero¨ªna desde Iguala, los caz¨® como animales. Los investigadores asumen actualmente que los criminales los mataron, que lo hicieron en diferentes lugares, que sus restos acabaron quemados, reducidos a peque?os fragmentos de hueso, o deshechos en ¨¢cido. Que los asesinos repartieron lo que sobr¨® en diferentes lugares, minas abandonadas, barrancas, pozos¡ Pero no hay certeza de qui¨¦nes lo hicieron, dentro del enorme entramado criminal de la regi¨®n. Tampoco de d¨®nde.
Las inc¨®gnitas dominan igualmente el motivo de los atacantes. ?Fue por un env¨ªo de hero¨ªna, escondido en uno de los autobuses que los estudiantes trataban de secuestrar, transporte que empleaba Guerreros Unidos? ?O acaso los confundieron con un grupo enemigo? ?Lleg¨® en verdad una banda criminal contraria a Iguala esa tarde? ?Fue una mezcla de todo? No hay repuesta que beba de la certeza. En un pa¨ªs en que la tasa de delitos no castigados ronda el 90%, Ayotzinapa, pese a los esfuerzos de los ¨²ltimos a?os, no es ninguna excepci¨®n.
En este asunto, buena parte del fracaso apunta a la fiscal¨ªa de Pe?a Nieto. En M¨¦xico, la fiscal¨ªa se encarga de las investigaciones penales y, en aquella ¨¦poca, la dependencia respond¨ªa directamente al presidente, antes de que una reforma la convirtiera en un ente supuestamente aut¨®nomo. De la cadena de negligencias, omisiones o directamente corruptelas de la fiscal¨ªa entonces, destaca el hallazgo del hueso de Alexander Mora, en octubre de 2014, en un r¨ªo. La aparici¨®n de ese hueso ilumina una de las grandes pol¨¦micas de los primeros a?os, la presunta falsedad de la versi¨®n del ataque que dieron las autoridades entonces.
Durante mucho tiempo, la idea de que el Gobierno Pe?a Nieto (2012-2018) hab¨ªa tratado de cerrar en falso la investigaci¨®n quedaba en el terreno de la sospecha. Con mucha seguridad, los investigadores principales, el fiscal Jes¨²s Murillo, y sus ojos en el terreno, Tom¨¢s Zer¨®n, explicaron en varias conferencias de prensa a finales de 2014 y principios de 2015, que Guerreros Unidos hab¨ªa acabado con los estudiantes en un basurero en el municipio de Cocula, no muy lejos de Iguala. En el basurero, dijeron, hab¨ªan terminado los 43. Algunos hab¨ªan llegado ya muertos, a golpes. A otros los asesinaron all¨ª. A todos los quemaron en una enorme hoguera. Luego arrojaron sus restos al cercano r¨ªo San Juan.
Esta versi¨®n que Murillo y Zer¨®n desplegaron ante la sociedad quedaba convenientemente apuntalada a finales de octubre de 2014, cuando buzos de la Armada encontraron en el r¨ªo San Juan bolsas con huesos. Entre los huesos, uno result¨® ser de Mora, un estudiante de magisterio de primer a?o, entregado a los estudios y al f¨²tbol. Pero fragmentos de informaci¨®n que fueron saliendo a la luz en los meses siguientes acabaron convenciendo a la opini¨®n p¨²blica de que aquel hallazgo no era m¨¢s que parte de un montaje colosal. Peritos independientes denunciaron que en aquel basurero no hab¨ªa habido una hoguera lo suficientemente grande para quemar a 43 personas. Investigadores externos sugirieron que aquellos huesos hab¨ªan aparecido en el r¨ªo de manera demasiado conveniente, como si alguien los hubiera colocado all¨ª.
Hoy, los actuales investigadores no tienen duda alguna de que Murillo y su equipo armaron la historia del basurero como quien escribe una novela. Que lo hicieron para evitarle mayor desgaste pol¨ªtico al Gobierno. No es que descarten del todo el escenario del vertedero, pero asumen que hubo otros y que los muchachos fueron separados en grupos antes de desaparecer para siempre. Murillo cay¨® preso hace un par de a?os y solo sali¨® por su mal estado de salud. La Fiscal¨ªa le acusa de desaparici¨®n forzada y delincuencia organizada. Sobre Zer¨®n pesan las mismas acusaciones, pero el exfuncionario huy¨® hace a?os de M¨¦xico y se refugia en Israel. Media docena de viejos trabajadores de la Fiscal¨ªa est¨¢n procesados por haber colaborado en construir el andamiaje legal de la versi¨®n del basurero.
Las hip¨®tesis
Y si no fue el basurero, o no solo el basurero, entonces, ?qu¨¦? Es la gran pregunta de los ¨²ltimos a?os. ?Qu¨¦ pas¨® entre las 22.30 del 26 de septiembre de 2014, momento de las primeras desapariciones, y la ma?ana siguiente? La informaci¨®n recopilada hasta ahora permite esbozar algunos movimientos, pero ya en la madrugada, el dibujo se rompe y solo quedan conjeturas. A las 22.30, polic¨ªas de Iguala se llevaron a un grupo de muchachos, alrededor de 20, de uno de los dos escenarios principales de la agresi¨®n, Juan N. ?lvarez y Perif¨¦rico, en el norte de Iguala. Los muchachos hab¨ªan llegado all¨ª en tres autobuses desde la terminal, y los polic¨ªas, que los emboscaron en el cruce, se llevaron solo a los del ¨²ltimo veh¨ªculo. En ese iba Jhosivani Guerrero.
M¨¢s o menos a la misma hora, polic¨ªas de Iguala y del municipio cercano de Huitizuco se llevaron a otro grupo de muchachos, entre 15 y 20, del otro escenario principal del ataque, el tramo de Perif¨¦rico sur, frente al Palacio de Justicia, donde hab¨ªan llegado en dos autobuses. Los investigadores han probado que integrantes de Guerreros Unidos y polic¨ªas de varias corporaciones tuvieron comunicaci¨®n esa noche. Tambi¨¦n que el Ej¨¦rcito ten¨ªa agentes de inteligencia en ambos escenarios, adem¨¢s de una patrulla al mando de un oficial, dando vueltas por el municipio. En realidad, todas las corporaciones de seguridad estuvieron presentes esa noche, la polic¨ªa estatal, la federal, incluso el servicio de inteligencia.
Hoy, decenas de servidores p¨²blicos est¨¢n en la c¨¢rcel por este caso. De los m¨¢s de 142 procesados, hay alrededor de 60 polic¨ªas locales, 17 militares, el antiguo jefe de la polic¨ªa de Guerrero¡ A algunos los agarraron por su participaci¨®n activa en la desaparici¨®n, caso de los polic¨ªas de Iguala, Cocula y Huitzuco. A otros, por su presunta colaboraci¨®n con Guerreros Unidos, caso de los generales que anta?o comandaron los cuarteles militares de Iguala, y el vecino Teloloapan. E incluso hay militares, como el oficial al mando de la patrulla que anduvo dando vueltas por Iguala esa noche, acusados de ambos delitos.
Los investigadores saben que los agentes se llevaron solo a los muchachos del primero de los dos autobuses que lleg¨® al Palacio de Justicia. Adem¨¢s, asumen que los estudiantes desaparecidos all¨ª fueron repartidos entre patrullas de la polic¨ªa de Iguala y Huitzuco. A los primeros los llevaron rumbo a la colonia Loma de Coyotes, en el suroeste de Iguala. A los segundos, hacia Huitzuco, donde el l¨ªder local de Guerreros Unidos ten¨ªa relaci¨®n directa con el jefe de polic¨ªa y sus hijos, tambi¨¦n agentes. Estos tres ¨²ltimos est¨¢n pr¨®fugos. Alexander Mora y Christian Rodr¨ªguez iban supuestamente a bordo de ese veh¨ªculo.
Del otro autob¨²s del Palacio de Justicia, los muchachos que iban a bordo alcanzaron a huir, viendo c¨®mo los polic¨ªas baleaban a sus compa?eros, unos metros adelante. Desde la llegada a M¨¦xico del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), comisionado por la CIDH para que apoyara en las investigaciones, y la entrega de los primeros reportes, en 2015, se ha especulado con que este autob¨²s podr¨ªa haber contenido un cargamento de heroina. La historia es que el veh¨ªculo fue el ¨²nico de los cinco que, en medio de la cacer¨ªa, con Guerreros Unidos organizando varios anillos de retenes alrededor de Iguala, sali¨® como si nada hacia el norte. La leyenda es que esa facilidad respond¨ªa a lo que conten¨ªa el autob¨²s.
Desde el escenario de Juan N. ?lvarez, la polic¨ªa de Iguala se llev¨® a los muchachos a una instalaci¨®n de la corporaci¨®n, conocida como barandilla, un dep¨®sito de veh¨ªculos, con cuartos que serv¨ªan de celdas. Entre las 23.00 y las 00.00, los agentes entregaron a los muchachos a Guerreros Unidos, por lo menos los que segu¨ªan en Iguala, los del escenario de Perif¨¦rico norte, trasladados a barandilla, y los que trajeron del Palacio de Justicia. Agentes de Cocula movieron en patrullas a una parte de los que estaban en barandilla, seg¨²n las c¨¢maras de seguridad del municipio. Adem¨¢s de esos dos grandes grupos, la red criminal caz¨® a otros cinco o diez muchachos, en las calles de Iguala, mientras ellos trataban de esconderse.
Hay peque?as ventanas al proceso de desaparici¨®n. Documentos de espionaje del Ej¨¦rcito, que monitoreaba en tiempo real las comunicaciones del grupo criminal en la ¨¦poca, muestran, por ejemplo, un intercambio de mensajes entre un jefe policial local y el l¨ªder del grupo criminal en Cocula, Gildardo L¨®pez Astudillo, alias El Gil, en esas horas. El polic¨ªa, que nunca ha quedado claro si pertenece a la polic¨ªa de Iguala o de Cocula, le dice a El Gil que tiene a 17 de los 43, ¡°en una cueva¡±, refiri¨¦ndose presuntamente a barandilla. Le pregunta que qu¨¦ hace con ellos. Como el otro no le responde, al final el polic¨ªa le dice que ya todos los ¡°paquetes¡± se entregaron. Es en ese momento cuando el dibujo se rompe.
Muchos de los testimonios obtenidos de integrantes de Guerreros Unidos, antiguos y recientes, dirigen la acci¨®n a una colonia del suroeste de Iguala, Loma de Coyotes, en la ruta a Cocula. Ah¨ª habr¨ªa ocurrido la entrega de los estudiantes a los criminales. Pero hay dudas. El Gil, detenido en 2015 y liberado despu¨¦s,por la tortura a la que supuestamente fue sometido, se convirti¨® en testigo protegido de la Fiscal¨ªa en 2019. ?l se?ala que las autoridades ¨Cen las que incluye, adem¨¢s de polic¨ªas locales, a estatales y militares¨C entregaron a una parte de los muchachos en una colonia algo m¨¢s al este de Loma de Coyotes. Y que entregaron a otro grupo en una colonia cerca de otro punto mencionado en varias declaraciones, la colonia Pueblo Viejo, al norte de Loma de Coyotes.
Las declaraciones de El Gil como testigo protegido son interesantes y han protagonizado una buena cantidad de portadas en los diarios estos a?os. Pero hay que tomarlas con pinzas. En la narrativa desplegada por Murillo y Zer¨®n en a?os de Pe?a Nieto, El Gil aparec¨ªa como el coordinador de los movimientos de los sicarios de Guerreros Unidos, durante el ataque y las horas posteriores. Los primeros detenidos tras el ataque, a finales de 2014 y principios de 2015, presuntos integrantes de su estructura, lo se?alaban como el jefe, solo por debajo de los hermanos Casarrubias, l¨ªderes de la organizaci¨®n. Fue su gente, dijeron entonces, quienes asesinaron a los muchachos y se encargaron de desaparecer sus cuerpos.
En sus declaraciones como testigo protegido, ¨¦l se pinta fuera de la acci¨®n. El Gil tampoco menciona a ninguno de los sicarios que supuestamente estaban bajo su mando, caso de El Cepillo o Terco, El Jona, El Pato, El Chereje¡ Apunta, sin embargo, a otras estructuras dentro de Guerreros Unidos, principalmente los hermanos Ben¨ªtez Palacios, conocidos como los Tilos. ?l dice que Los Tilos recibieron a un grupo de muchachos cerca de Loma de Coyotes, que los deshicieron con ¨¢cido y tiraron los restos por una coladera. En lo que respecta a la intervenci¨®n de Los Tilos, su relato parece cre¨ªble, porque en 2015, tras su detenci¨®n, se?al¨® igualmente a Los Tilos de llevarse a un grupo de muchachos.
El problema en este punto es que es la palabra de unos contra otros y que muchos que aparecen mencionados en tal o cual declaraci¨®n est¨¢n muertos. As¨ª, El Gil dice que el otro grupo de muchachos, el que no se llevan Los Tilos, los ¡°destaza¡± otro de los sicarios, Nicol¨¢s N¨¢jera Salgado, alias El May. Pero antes, El May, detenido en 2016, hab¨ªa dicho que ¡°el responsable de todo era El Gil¡±. Sidronio Casarrubias, jefe absoluto de la organizaci¨®n, detenido en 2015, tambi¨¦n se?ala a El Gil, que se quita el bal¨®n de encima y adem¨¢s de Los Tilos y El May, se?ala a Jes¨²s P¨¦rez Lagunas, alias El G¨¹ero Mugres, quien supuestamente manten¨ªa el contacto con las autoridades, de ordenar el ataque contra los muchachos.
En su ¨²ltimo informe, publicado en 2022, la comisi¨®n presidencial que ha investigado el caso Ayotzinapa estos a?os se?ala hasta nueve posibles ubicaciones donde los criminales podr¨ªan haber llevado a los estudiantes. Es un c¨¢lculo conservador, que la misma comisi¨®n enmienda, a?adiendo el nombre de casi todos los municipios vecinos de Iguala. La muerte de m¨¢s de dos docenas de presuntos implicados estos a?os, entre ellos un hermano Casarrubias, de covid, uno de sus lugartenientes principales, Juan Salgado, asesinado por polic¨ªas de la fiscal¨ªa federal en 2021, y otro de los presuntos perpetradores materiales, Eduardo Joaqu¨ªn Jaimes, alias El Chucky, dificulta llegar a verdades irrefutables.
La barranca y la ruptura
El relato obliga a volver a El Gil, porque gracias a ¨¦l los investigadores llegaron a los huesos de Jhosivani Guerrero y Christian Rodr¨ªguez, en 2019 y 2020. La parte positiva fue el hallazgo, la negativa, que todav¨ªa hoy se ignora c¨®mo ocurri¨®. Antes de formalizar su colaboraci¨®n, a finales de 2019, El Gil y un antiguo secuaz viajaron con los investigadores a la regi¨®n de Iguala, para que este ¨²ltimo les contara c¨®mo se hab¨ªa deshecho de parte de los restos de los que supuestamente le hab¨ªa tocado deshacerse.
Varios de los testimonios recopilados estos a?os se?alan que parte de los muchachos, ya asesinados, acabaron metidos en bolsas y trasladados a funerarias con crematorios en Iguala. El Gil menciona la funeraria El ?ngel, que daba servicios forenses a la fiscal¨ªa de Guerrero. All¨ª, declara, llevaron a los que El May supuestamente hab¨ªa asesinado antes. Otro testigo, Ernesto Ram¨ªrez, alias Neto, cuya declaraci¨®n aparece en el libro m¨¢s reciente de L¨®pez Obrador ¨Ces la ¨²nica declaraci¨®n que lo hace¨C se?ala la funeraria Uri¨®stegui, a las afueras de Iguala, donde supuestamente ¨¦l y sus compinches llevaron m¨¢s de una decena de bolsas con restos humanos desde una bodega de Loma de Coyotes.
Cierto o no lo anterior, es en ese contexto en el que hay que acomodar la b¨²squeda de El Gil y su secuaz. El muchacho dice que, en aquellos d¨ªas, le toc¨® deshacerse de varios costales con restos de al menos cuatro personas. ?l, cuenta, les dice a los investigadores que lo hizo en la barranca de la Carnicer¨ªa, en Cocula, no muy lejos del c¨¦lebre basurero, a 800 metros concretamente. Los investigadores se ponen a trabajar y encuentran cientos de fragmentos, de los que finalmente les sirven una veintena. Entre ellos figuran los de Guerrero y Rodr¨ªguez.
No se sabe qui¨¦n es este muchacho que llev¨® a los investigadores a la barranca. No aparece en el expediente. Nunca rindi¨® declaraci¨®n ante la fiscal¨ªa y parece dif¨ªcil que ocurra m¨¢s adelante. A finales de agosto, la fiscal¨ªa detuvo a El Gil, en Ciudad de M¨¦xico, por un viejo cargo de tr¨¢fico de drogas, cerrando la ventana de colaboraci¨®n. Era un rumor escuchado desde hac¨ªa tiempo. Sus principales valedores en la fiscal¨ªa y el GIEI hab¨ªan dejado el pa¨ªs y el Ej¨¦rcito, que El Gil hab¨ªa se?alado varias veces en sus declaraciones ¨Cparte de las pruebas contra oficiales y jefes dependen de sus dichos¨C, lo ten¨ªa en la mira.
Su detenci¨®n ocurr¨ªa despu¨¦s de dos a?os de tiranteces entre las familias de los 43 y el Gobierno, a cuenta precisamente del Ej¨¦rcito, y de los documentos de espionaje castrense, n¨²cleo de un desencuentro que ha ido a m¨¢s con los a?os, y que ha marcado la etapa final de las investigaciones. Como ha documentado el GIEI hasta la saciedad, el Ej¨¦rcito monitoreaba las comunicaciones de la red criminal de Iguala en tiempo real, en la ¨¦poca del ataque. El documento en que El Gil y un agente hablan de un grupo de 17 muchachos, mientras los polic¨ªas los desaparecen, dispar¨® una b¨²squeda por archivos militares, para tratar de encontrar otros parecidos. Pero por mucho que el GIEI busc¨®, junto a la comisi¨®n, solo aparecieron algunos, de escasa relevancia para la investigaci¨®n.
En su b¨²squeda, el GIEI lleg¨® a denunciar que la Secretar¨ªa de la Defensa hab¨ªa movido archivos para evitar su hallazgo. Pero por muchas denuncias que los investigadores hicieron, la respuesta castrense fue cerrarse y decir que no ten¨ªan m¨¢s. L¨®pez Obrador dio la raz¨®n a los militares y las posturas quedaron as¨ª. Cuando las familias alud¨ªan al famoso documento en que El Gil y el jefe policial hablan de un grupo de los 43, y preguntaban por el resto de documentos, el Ej¨¦rcito lleg¨® a contestar, en una carta, que mejor le preguntaran a El Gil.
Ese podr¨ªa ser uno de los cierres simb¨®licos de la investigaci¨®n del Gobierno actual, que concluye su mandato el 30 de septiembre. A su llegada al poder, en diciembre de 2018, L¨®pez Obrador hab¨ªa tomado las pesquisas como algo personal. Cre¨® la comisi¨®n y patrocin¨® la vuelta de los investigadores externos, el GIEI, que hab¨ªan salido a?os antes, criticando las artima?as de Murillo y compa?¨ªa. Bajo el nuevo impulso, la Fiscal¨ªa cre¨® una unidad especial para el caso. Era un reto para el Estado, deshacer la madeja que hab¨ªan creado sus antecesores, encontrar pistas, testigos, buscar a los 43, encontrarlos.
Los primeros a?os fueron positivos, pero se trat¨® solo de un espejismo. Queriendo o sin querer, la enorme cantidad de personas adscritas a la investigaci¨®n, en los diferentes equipos dedicados a ella, acabaron por molestarse. En 2022, la comisi¨®n que hab¨ªa creado L¨®pez Obrador public¨® un primer informe con datos que luego tuvieron que desechar, por inverificables. El presidente asumi¨® como bueno el trabajo de la comisi¨®n y protest¨® cuando la Fiscal¨ªa pidi¨® la detenci¨®n de m¨¢s de 80 personas ¨Centre ellas una veintena de militares¨C pues, a su entender, la Fiscal¨ªa deb¨ªa plegarse a los resultados del informe de la comisi¨®n. Producto de todo eso y de otras tiranteces, el fiscal especial dimiti¨® y la mitad del GIEI abandon¨® la investigaci¨®n.
De mediados de 2022 en adelante, las pesquisas no han avanzado demasiado y la buena relaci¨®n entre el Gobierno y las familias de los 43 se enfri¨®, hasta el punto de romperse, este verano. La intromisi¨®n del presidente, la salida del fiscal y del GIEI, que abandon¨® definitivamente el caso el a?o pasado, tensaron la cuerda. La aparente negativa del Ej¨¦rcito a entregar todos sus archivos referentes al caso dieron la puntilla a la relaci¨®n. El caso no se ha movido mucho m¨¢s. Se han realizado detenciones, algunas importantes, la ¨²ltima la de El Cepillo este mismo s¨¢bado. Se han hecho b¨²squedas en decenas de parajes en Guerrero. Pero de momento, la ¨²nica certeza son esos tres trozos de hueso. Tres trozos de hueso en 10 a?os.
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