Lo que callan los empresarios mexicanos
El empresariado debe atreverse a retar al pu?ado de grandes corporativos que ha capturado las utilidades de la econom¨ªa y abusado del resto
Si los empresarios mexicanos constituyeran un pa¨ªs donde solo habitaran ellos, ser¨ªa el pa¨ªs m¨¢s desigual del mundo. Su pa¨ªs ser¨ªa 37% m¨¢s desigual que Sud¨¢frica, un Estado marcado por siglos de discriminaci¨®n racial, y 75% m¨¢s desigual que Chiapas, la entidad menos equitativa de M¨¦xico.
La concentraci¨®n del ingreso empresarial es obscena, desoladora, y aun as¨ª mayormente desconocida. Pocos saben que el 1% de las firmas mexicanas concentran el 33% de los ingresos empresariales del pa¨ªs, y que un pu?ado de 28 corporativos se queda con 7 de cada 100 pesos de utilidad generada en M¨¦xico. Este pu?ado tiene una utilidad anual de, cuando menos, 170 millones de d¨®lares por compa?¨ªa. En cambio, el 10% de las empresas m¨¢s peque?as de M¨¦xico tiene utilidades de tan solo 285 d¨®lares al a?o.
A los grandes corporativos les gusta decir que las desigualdades en los ingresos se deben a que ellos son m¨¢s productivos y competitivos. Esto es una verdad a medias.
Las compa?¨ªas situadas en la c¨²spide de la pir¨¢mide empresarial s¨ª son m¨¢s eficientes que las peque?as, pero lo son en gran parte porque el sistema legal, fiscal, comercial, pol¨ªtico y judicial de M¨¦xico les da privilegios.
Las empresas grandes y con m¨¢s recursos pueden eludir con mayor facilidad al fisco, no son sujetas a los mismos niveles de extorsi¨®n por grupos delincuenciales, tienen mayor y mejor acceso al cr¨¦dito, e incluso, en caso de bancarrota, pueden acceder a sistemas legales m¨¢s generosos.
Esto es una injusticia que limita el crecimiento de la econom¨ªa mexicana y concentra la riqueza.
El empresariado mexicano promedio, que es un empresario peque?o, debe organizarse y demandar cambios concretos, arriesgados e innovadores que limiten el control econ¨®mico que tienen los grandes corporativos.
Lograrlo requiere de un cambio de conciencias. El empresario peque?o y mediano debe concientizarse de que no necesita ¡°lo mismo que cualquier otra compa?¨ªa" o un ¡°piso parejo para competir con las grandes¡±. No es as¨ª.
Lo que necesitan es un piso inclinado en favor de las empresas micros, peque?as y medianas. Democratizar el mercado requiere de acciones afirmativas.
Inclinar el piso en favor de las empresas peque?as no implica premiar la falta de productividad o la peque?a escala. Implica crear condiciones para que la econom¨ªa mexicana no est¨¦ en manos de unos pocos y sea capaz de beneficiar a m¨¢s personas.
Las firmas peque?as podr¨ªan demandar, entre otras cosas, un sistema fiscal progresivo, mejor legislaci¨®n antimonopolios, regulaci¨®n que impida el abuso de la banca, y un Estado que provea de apoyos a las peque?as y medianas empresas que est¨¦n creando buenos empleos.
Las compa?¨ªas peque?as no necesitan que el fisco recaude menos, sino que el fisco recaude m¨¢s, pero de los grandes empresarios. Solo con mayor recaudaci¨®n en la cima de la pir¨¢mide se podr¨¢n tener servicios de infraestructura, seguridad p¨²blica y apoyos gubernamentales de calidad que permitan a las peque?as empresas ser productivas.
Las empresas grandes puede sobrevivir sin servicios p¨²blicos de calidad porque puede pagar por privados. La peque?a no. Es por ello que no tiene sentido que las compa?¨ªas peque?as pidan menos impuestos. Pedirlo es fomentar una desventaja.
M¨¢s a¨²n, es momento de poner en cintura a las empresas grandes que abusan de los tiempos de pago de sus proveedores. Los tiempos de pago, que llegan a oscilar entre los 120 o 180 d¨ªas, deben estar prohibidos o desincentivados por la pol¨ªtica fiscal. Las grandes compa?¨ªas en M¨¦xico no pueden seguir usando a sus proveedores como cr¨¦dito barato.
Debemos atrevernos a regular a la banca comercial mexicana que es, a todas luces, un abuso. De acuerdo con la Comisi¨®n Federal de Competencia (Cofece), los bancos en M¨¦xico son seis veces mejor negocio que en Estados Unidos y al menos dos veces mejor negocio que en Canad¨¢. Es cr¨ªtico impedir que la banca siga enriqueci¨¦ndose a costa del empresario peque?o y del tarjetahabiente. El Gobierno debe asegurarse que su negocio no sea el pago de comisiones absurdamente altas sino prestar dinero.
Hoy en d¨ªa, la principal diferencia entre una empresa grande y una chica es que la grande puede pedir dinero fuera de M¨¦xico o a sus familiares ricos. Los peque?os piden microcr¨¦ditos a tasas usura.
El coraz¨®n del sistema de justicia tambi¨¦n deber¨¢ de operar de manera distinta. Ello supone destinar mayores recursos a concursos mercantiles y democratizar el acceso a la bancarrota. Hoy en d¨ªa hay una sola cosa m¨¢s cara que abrir una empresa en M¨¦xico, y eso es, cerrarla. Esta injusticia deja a muchos emprendedores sin posibilidad de reinventarse.
Finalmente, el papel del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) y la Cofece en la regulaci¨®n de monopolios de plataformas digitales podr¨ªa ampliarse y definirse de manera m¨¢s concreta. Ambas instituciones son buenas, pero avanzan demasiado lento ante un problema que las supera.
M¨¦xico es el para¨ªso del monopolio. En 111 sectores, cuatro o menos empresas controlan el 80% de la producci¨®n. Industrias que van desde el alquiler de transporte no terrestre hasta la fabricaci¨®n de maquinaria para la construcci¨®n. Es imposible para las peque?as empresas competir si por todos lados los monopolios abusan de ellas.
En conclusi¨®n, el empresario mexicano promedio debe organizarse y plantear una agenda distinta a la de los corporativos. Para lograrlo deben reconocerse como diferente y dejar de justificar los abusos de los grandes empresarios por aspirar a ser como ellos.
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