?Para qu¨¦ sirven las estatuas hoy?
El presidente manda cartas a los Reyes de Espa?a y al Papa mientras se sigue perpetuando el sistema opresor con la erecci¨®n de monumentos bajo una l¨®gica jer¨¢rquica y patriarcal
Las estatuas cl¨¢sicas griegas retrataban a los hombres ejemplares, adem¨¢s reflejaban los ideales est¨¦ticos. Tambi¨¦n retrataban la mitolog¨ªa. Fidias, uno de los escultores griegos m¨¢s conocidos, a cargo de hacer las esculturas de Atenea y Zeus (una de las siete maravillas del mundo antiguo), esculturas que ahora conocemos por medio de palabras, en una de las descripciones hist¨®ricas de Pausanias sobre Grecia empieza por describir los materiales: ¡°La estatua en s¨ª est¨¢ hecha de marfil y oro. En el centro de su casco hay una figura parecida a la Esfinge¡±. Esta menci¨®n es importante porque parece trenzar el ADN de todas las estatuas: la b¨²squeda de permanencia en los materiales que cruzan el tiempo (marfil) y su relaci¨®n con el poder (el oro) y la grandeza (Esfinge). M¨¢s adelante describe Pausanias la otra estatua: ¡°La de Atenea est¨¢ de pie, con una t¨²nica hasta los pies, y sobre su pecho la cabeza de Medusa est¨¢ tallada en marfil¡±.
El que Atenea no tenga oro en la descripci¨®n es significativo, como tambi¨¦n la menci¨®n al cuerpo cubierto de Atenea en relaci¨®n a los ires y venires que han tenido los monumentos con cuerpos de mujeres desnudas (los cubren por completo, las hacen brasieres, s¨¢banas que las cubren, etc.), pero regresemos a las grandes estatuas masculinas como la de Zeus. Las estatuas romanas tambi¨¦n buscaban honrar a los hombres en el poder, inmortaliz¨¢ndolos en retratos fijos. De hecho, la palabra estatua viene de status, de lo est¨¢tico, podr¨ªamos decir que la estatua fija, pone de pie: honra.
Pero qu¨¦ pasaba con las estatuas romanas, que como los gobernantes, cambian o dejan de ser honorables. La brillante historiadora Mary Beard escribi¨® al respecto: ¡°Los romanos ten¨ªan muchas maneras de tratar con las estatuas de aquellos a quienes ya no quer¨ªan honrar. Destru¨ªan algunas (otras las destru¨ªan sus enemigos): la cabeza de Claudio hallada en el r¨ªo cerca de Colchester pudo ser v¨ªctima de la rebeli¨®n de Boudica; la cabeza de Augusto que se encontr¨® en Meroe (en el actual Sud¨¢n), ahora en el Museo Brit¨¢nico, fue casi sin duda separada de una estatua, destruida en un ataque a la provincia romana de Egipto; y en escritores antiguos hay muchas referencias a las estatuas [¡] que eran derribadas en cuanto otro emperador muy transitorio llegaba a la escena¡±.
No son nuevas las intervenciones a las estatuas, las resignificaciones a pesar de la fantas¨ªa perdurable de sus materiales. Las mismas caras de las estatuas romanas eran modificadas para parecerse m¨¢s a un nuevo emperador que s¨ª gustaba para dejar atr¨¢s al pasado, a veces les cambiaban el nombre a las estatuas para que fueran otra cosa. No son nuevas las intervenciones de las estatuas en los espacios p¨²blicos, es una pr¨¢ctica antigua. En M¨¦xico, por ejemplo, en el porfiriato se pens¨® erigir esculturas de la mitolog¨ªa griega cl¨¢sica en el Paseo de la Reforma, a fines del siglo XIX, para ir con el esp¨ªritu franc¨¦s del trazado del Champs Elys¨¦es mexicano. Pero Francisco Sosa, en una columna en un peri¨®dico, lo cuestion¨®. C¨®mo as¨ª que iban a poner esculturas de la mitolog¨ªa griega, por qu¨¦ no mejor erigir estatuas de los hombres ilustres de la Guerra de Reforma, entre otros hombres ilustres.
Entonces Porfirio D¨ªaz decidi¨® erigir 36 estatuas de hombres ilustres representativos de cada Estado. Insisto en la palabra erigir (de erecci¨®n) que resulta significativa cuando las estatuas suelen estar m¨¢s bien asociadas con figuras masculinas en el poder, como Zeus, como en este caso, las que conforman el paseo de una de las principales avenidas de la Ciudad de M¨¦xico. Hasta este a?o hab¨ªa 77 figuras de hombres en el Paseo de la Reforma, hasta que erigieron recientemente la de Leona Vicario, la ¨²nica mujer hasta ahora. Pero, ?para qu¨¦ sirve erigir estatuas hoy? ?Es este un gesto en miras de la paridad de g¨¦nero? ?Es un gesto desde el poder patriarcal el que pone la escultura de una mujer en un pedestal para su permanencia e idolatr¨ªa? ?Para qu¨¦ sirve la erecci¨®n de una escultura en el espacio p¨²blico hoy? ?Qu¨¦ significa que los ni?os y ni?as, por ejemplo, crezcan caminando y mirando hacia arriba estas estatuas en una de las avenidas principales?
Es un debate complejo que cuestiona, sobre todo, esta jerarqu¨ªa her¨®ica que establecen las columnas, cuando las estatuas son, adem¨¢s, figuras de hombres colonizadores, racistas, opresores, genocidas, su presencia en las calles es a¨²n m¨¢s compleja. Nadie cuestionar¨ªa, tal vez, si descabezaran y grafitearan una escultura de Hitler en Reforma, y ante la cantidad de monumentos y estatuas que han sido derribadas, intervenidas y resignificadas alrededor del mundo, en estos d¨ªas retiraron, a discreci¨®n, la de Crist¨®bal Col¨®n que estaba en Paseo de la Reforma desde el porfiriato. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, con recato dijo que adem¨¢s de restaurarla ser¨ªa una oportunidad para hacer una reflexi¨®n colectiva sobre su significado en las calles. Aunque no tiene sentido especular por qu¨¦ se adelant¨® al debate, se enmarca en una serie de protestas globales que cuestionan la vigencia de estas estatuas en los espacios p¨²blicos, como, por ejemplo, la acci¨®n de la colectiva feminista en La Paz que visti¨® a la estatua de Isabel la Cat¨®lica con ropa chola boliviana como un gesto anticolonial. Una potente y bella imagen de una reina blanca vestida con ropa chola, una indumentaria asociada a lo antihig¨¦nico, lo sucio (lo contrario de lo blanco de la nobleza y la blanquitud de sus ropajes).
De parte del Estado que valida las estatuas en los espacios p¨²blicos, podr¨ªamos decir que hay un temor a esta ¡°furia iconoclasta¡± como la anota el escritor colombiano Juan C¨¢rdenas: ¡°Vale decir: en un mundo donde el supremacismo se disfraza de muchos colores, las ansiedades raciales nos asedian a todos, m¨¢s a¨²n en nuestros pa¨ªses, donde el trauma de la blanquitud, como los tamales, va envuelto en hojas de pl¨¢tano.¡±
Lo que nos lleva de nuevo al Paseo de la Reforma y la erecci¨®n de las estatuas. Entre las estatuas que se colocaron en el porfiriato estaban las de Itzc¨®atl y Ahuizotl, dos grandes tlatoanis mexicas, hoy mejor conocidos como los Indios Verdes (se les empez¨® a llamar as¨ª por el ¨®xido del bronce), pero en el porfiriato a la gente le molestaba que hubiera dos ind¨ªgenas en la calle porque, a su parecer, no representaban al mexicano, as¨ª que los mandaron a la Calzada de la Viga, es decir, a la periferia. En t¨¦rminos simb¨®licos es una movida transparente, como uno de esos sue?os que no necesitan interpretaci¨®n por lo obvios que son: Mandaron a los Indios Verdes a la periferia, donde siguen, y se qued¨® Crist¨®bal Col¨®n al centro, esa estatua que hace unos d¨ªas fue retirada por parte del gobierno.
Pero hoy, ?qui¨¦n es digno de convertirse en estatua? ?Leona Vicario? ?Por qu¨¦ seguimos erigiendo estatuas? ?Tienen alg¨²n valor desde el punto de vista del arte? Cuauht¨¦moc Medina, curador en jefe del Museo Universitario Arte Contempor¨¢neo de la UNAM, opina: ¡°Qui¨¦n es digno de ser una escultura es una pregunta sobre el poder, es una figura para idealizar. Es una aspiraci¨®n por la inmortalidad que viene del modelo cl¨¢sico, por ejemplo, del siglo XV y XVI, de los santos y nobles que en el siglo XIX es absorbida por el estado-naci¨®n¡±. Porque la creaci¨®n de estatuas guarda tambi¨¦n una relaci¨®n con las estatuas religiosas (espec¨ªficamente con la religi¨®n cat¨®lica, tan contraria en esto a la religi¨®n jud¨ªa). Y es tan simb¨®lico que como resultado del colonialismo tambi¨¦n religioso, ese del que Crist¨®bal Col¨®n es uno de los protagonistas, el Templo Mayor est¨¦ debajo la Catedral del Z¨®calo, como es igual de simb¨®lico que desde el porfiriato sea Col¨®n el que siga al centro del Paseo de la Reforma y los Indios Verdes est¨¦n lejos, adonde los mandaron desde entonces. El mismo esp¨ªritu de Zeus, de m¨¢rmol y oro, que est¨¢ all¨ª para idolatrarse en las estatuas y d¨®nde se colocan hoy. ?De qu¨¦ sirve que el presidente mande una carta a los Reyes de Espa?a y al Papa para que pidan disculpas por las atrocidades cometidas (desde un partido llamado Morena, que guarda relaci¨®n con el culto guadalupano, producto del colonialismo, aunque quiz¨¢s no estamos listos para esta conversaci¨®n), mientras que siguen perpetuando el sistema opresor con proyectos como el Tren Maya o la erecci¨®n de estatuas en los espacios p¨²blicos bajo esa l¨®gica jer¨¢rquica y patriarcal?
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