Disuelto despacio
No soy m¨¢s que el personaje ocasional de un cuento interminable que no llega a novela y que se pierde de tarde en tarde por Madrid en busca de una historia que logre cuajar en destino
Se fue disolviendo lentamente, Gran V¨ªa hacia arriba. Lo fui siguiendo desde Cibeles creyendo que era un holograma de m¨ª mismo, aunque enga?aba su camisa sin cuello (de las que se usaban con almidonados agregados para amarrar la corbata de mo?o) y durante un rato se apoyaba en bast¨®n con mango de plata pura. Conforme se esfumaba, se perdi¨® no solo el b¨¢culo sino la mano y parte del brazo diestro y sobre la llanura que se extiende como acera entre la red de San Luis y la plaza de Callao, me pareci¨® que revolotearon las p¨¢ginas de los libros en el escaparate de una librer¨ªa y se alzaron las faldas de dos azafatas desempleadas con el paso de la brisa inverificable del hombre disuelto.
Lo segu¨ª hasta bajar por callejones sin nombre que poco a poco se fueron perdiendo en una neblina de sepia y olores de aceite hirviente. Cre¨ª que acabar¨ªa abord¨¢ndolo tras bambalinas entre los telones del Teatro Real, pero el espejismo prefiri¨® sentarse en una banca mirando hacia el palacio y sin acercarme pude escuchar su s¨®lido soliloquio elevarse en tanto se disolv¨ªa lentamente en el aire toda su figura de espanto: hablaba de una mujer inclasificable y de unos poemas en rumano que ¨¦l mismo tradujo sin fin ni provecho; evoc¨® la conversaci¨®n hostil con dos editores franceses que le censuraron su primer libro y parec¨ªa cantar una melod¨ªa melanc¨®lica si no fuera que todo ello se confund¨ªa con la coqueter¨ªa inasible de un par de p¨¢jaros enamorados que se peleaban por un mendrugo de pan ¨¢cimo.
Disuelto despacio, el hombre sin biograf¨ªa qued¨® reflejado como un charco de agua salada sobre una banca caliza y me vi obligado a intentar relatarlo en papel. Saqu¨¦ la libreta y empec¨¦ por dibujarlo, ped¨ª un caf¨¦ en el local de la esquina y dej¨¦ que droga se filtrara como agua caliente desde mi paladar hasta la boca del est¨®mago, ley¨¦ndolo al tiempo que lo narraba como si reprodujera los exactos pasos que dimos ambos desde Cibeles atravesando Madrid y en un cambio de p¨¢gina, entre p¨¢rrafos insulsos, se anim¨® el camarero a indicarme que la dama de la mesa del fondo me invitaba un brebaje verde en su mesa de m¨¢rmol.
Me acerqu¨¦ justific¨¢ndome abstemio y sustituyendo la p¨®cima por un t¨¦ igual de verde y fue entonces que la dama empez¨® por explicarme lo que no pudo mi propia prosa: ¡°Lo invent¨¦ de madrugada y pensaba regalarle la resoluci¨®n de un crimen horroroso. Es mi personaje favorito y ¨Caunque lo tengo bien descrito en siete novelas¡ªhay d¨ªas en que se disuelve despacio y no logro cuajarle una p¨¢gina digna. Si gusta, lo invito a mi estudio aqu¨ª mismo en Bail¨¦n n¨²mero 15 y le regalo las primeras ediciones de sus aventuras, de trama bien atada y personajes entra?ables, de escenarios en sepia y di¨¢logos apasionantes no exentos de intriga¡±.
Se cumpl¨ªa en m¨¢s anhelado de mis sue?os y sent¨ª como obligaci¨®n pedir al camarero que me cobrara¡ y all¨ª, la Dama solt¨® la carcajada que me marea hasta este instante en que no s¨¦ c¨®mo escribir ¨Cni si ser¨¢ legible o cre¨ªble¡ª que se comunic¨® por primera vez en d¨¦cadas que no soy m¨¢s que el personaje ocasional de un cuento interminable que no llega a novela y que se pierde de tarde en tarde por Madrid en busca de una historia que logre cuajar en destino.
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