Montse, la estrella que ilumina su eternidad
Se pas¨® de nube en nube la noticia de que Montse Pecanins se acababa de ir de este mundo y nadie que la haya conocido podr¨ªa creerlo
De madrugada en las ramblas, un ligero viento helado quiso secar restos de roc¨ªo sobre las flores; eran l¨¢grimas y no hay nada que hacer. Minutos despu¨¦s, m¨¢s de un poeta y artista pl¨¢stico sinti¨® ¨Cya en el sue?o o en la cena¡ªla ligera sacudida trasatl¨¢ntica: se pas¨® de nube en nube la noticia de que Montse Pecanins se acababa de ir de este mundo y nadie que la haya conocido podr¨ªa creerlo¡ hasta que se confirm¨® cient¨ªficamente que el milenario movimiento de rotaci¨®n de esta Tierra sobre su propio eje tuvo un casi imperceptible par¨®n en seco. La Tierra gira hoy con unas mil¨¦simas de segundos menos que ayer a la misma hora ¨CBelieve it or Not!¡ªpor el triste y doloroso luto que le profesamos a quien en realidad, ya se queda para siempre.
Hermana de hierro, madre como pilar o cipr¨¦s, abuela modelo, amiga entra?able y compa?era de vida¡ estas l¨ªneas lloran para abrazar a Brian y a las hijas, las sobrinas y sobrinos, los nietos y todos y cada uno de los amigos ¨Cvivos y muertos¡ªque giran hoy mismo en una dimensi¨®n desconocida, rodeados de peque?¨ªsimas lucecitas, rodeados de bataclanas en pendejuelas, lentejuelas en colores chillantes donde cada una de las vedettes llora l¨¢grimas negras de maquillaje, aunque de fondo se escuche el piano feliz de un ni?o-genio, volando desde Holanda, para celebrar la hermosa vida de Montse Pecanins¡ La mayor de Las Pecas, ya reunida finalmente con su hija Beba y sus hermanas gemelas, y tantos fantasmas adorables con quien mantuvo siempre la taquicardia contagiosa del Amor con may¨²sculas.
La cultura hispanoamericana debe a las hermanas Pecanins la dualidad incre¨ªble de las galer¨ªas de arte que hicieron navegar en la Ciudad de M¨¦xico y en Barcelona (siendo la primera galer¨ªa puramente mexica en pleno Barrio G¨®tico) y es por ellas que se multiplicaron tertulias y festejos, insomnios y delirios, un maravilloso jard¨ªn psicod¨¦lico y en minifaldas, con el fleco sobre los p¨¢rpados, donde bailan Carlos Fuentes y Luis Bu?uel, Joan Mir¨® y Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez¡ Todo el arte grande catal¨¢n allende su estelada en plena Zona Rosa de un M¨¦xico que no merec¨ªa amanecer en Tlatelolco¡ y luego, renacer por la energ¨ªa y vitalidad, el valor y el desparpajo y eso que llamamos amor al arte con el que Montse Pecanins y sus Pecas fertilizaron, acompasaron y acompa?aron el arte grande de Manuel Felguerez o Joy Laville¡ y all¨ª est¨¢ Montse haciendo re¨ªr a Jorge Ibarg¨¹egoitia y haciendo pensar a Octavio Paz o a Ram¨®n Xirau y a todos, absolutamente todos los que la evocaremos siempre con emocionada gratitud.
La veo al filo de una paella de arroz tostado y sobre las manos con las que parece moldear un pedazo de migaj¨®n. La escucho en todos los albures de M¨¦xico que adopt¨® en su alma, los retru¨¦canos y greguer¨ªas como peque?os pasitos que daba casi en silencio para ir y venir de la cocina a los libros, de la conversaci¨®n al filo del piano, de un lado del mundo al otro. Siempre tendiendo puentes de conversaci¨®n y siempre hilando afectos que se han multiplicado por obra y gracia de su hermosa voz ronca y sutil o por esa magia verbal con la que catalanizaba la palabra Popocat¨¦petl e insist¨ªa en la il¨®gica necedad del ingl¨¦s, desde que supo que techo se dice roof¡ ¡°?Dime, t¨²: qu¨¦ tiene de ruf un techo?¡±.
F¨¦rrea sin ser agresiva, puntual y contundente, Montse es una encarnaci¨®n de la ternura y una forma palpable de la gracia que simplemente se ha evaporado ahora en poemas y pinturas. Pienso en unas formas de azul a?il, disformes como alas de mariposa, con las que quiz¨¢ un artista ingl¨¦s logr¨® captar la energ¨ªa de esta luminosa mujer. Pienso en los retazos de hilos de seda y cajones repletos de botones y botoncitos con los que un sastre invisible intenta vestir a la hermosa mu?eca intemporal, la del pelo m¨¢s negro que la noche de los tiempos, la del fleco como tel¨®n de la sonrisa¡ la dama de la carcajada y el apoyo incondicional a los dem¨¢s, la que tend¨ªa la mano suave y era capaz de hacerme llorar con un breve saludo por tel¨¦fono al otro lado del mar.
Montse se llamar¨¢ la estrella que ahora ilumina su eternidad, donde podr¨¢ re¨ªrse ya para siempre de todas las pendejadas que se?al¨® con el dedo y de todas las ocurrencias que pueblan su biograf¨ªa. Montse, la estrella luminosa que se gan¨® el firmamento entero, habiendo soportado con una entereza indescriptible los peores dolores y ausencias a su alrededor, los vac¨ªos de silencio que ella llen¨® con solo respirar las ideas con las que pintores, escultores, escritores y poetas quedaban insuflados del ¨¢nimo, ese aliento contagioso de su energ¨ªa incombustible¡ esas ganas de moverlo todo y movernos a todos, sacudir todas las artes y eso que llaman cultura, ir¨®nicamente en los leves instantes en que se detuvo el giro del mundo, para despedirla con un beso.
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