Andanza de ?lvaro
Escribo estas l¨ªneas dolorosas con la incredulidad de cierta tristeza: anuncian los diarios y las nubes que ?lvaro Uribe Mateos se ha ido de este mundo
Escribo estas l¨ªneas con l¨¢grimas. Pretenden ser perlas para abrazar a Tedi, su tr¨¢quea/esbelta y anillada, dir¨ªa el poeta Baldomero. Tedi compa?era de toda una vida, poes¨ªa y prosa como murmullos y en el librero, un gato que hoy parece imitar el llanto. Escribo estas l¨ªneas dolorosas con la incredulidad de cierta tristeza: anuncian los diarios y las nubes que ?lvaro Uribe Mateos se ha ido de este mundo, pero a m¨ª se me afigura que desde siempre supimos que sus andanzas ser¨ªan sin tiempo ni caducidad.
Funcionario funcional que represent¨® a la cultura mexicana en la enrevesada diplomacia donde se enredan las artes con la burocracia, las letras con oficios en jerigonza y un sabor inevitable de ingratitud o olvido. Novelista de comp¨¢s, lupa y microscopio, rodeado de personajes cuyas tramas colocan esta madrugada sus palmas abiertas sobre su espalda, como aplaudiendo en silencio, acompasando los pasos de las andanzas de un narrador exquisito, el que no logr¨® nunca un p¨¢rrafo errado aunque lo soltara el vuelo en sobremesas. ?Ay, ?lvaro, de la mirada punzante con la ceja derecha arqueada y la carcajada limpia como lluvia de s¨ªlabas! El ensayista que dejaba prosa al andar, recorriendo Par¨ªs en sue?os y de Reforma a Coyoac¨¢n en murales de reflexi¨®n instant¨¢nea, lecturas de memoria, prosa pensante en cada paso.
?lvaro en el macro taller de Augusto Monterroso, compa?ero de banca de Juan Villoro, en la micronavegaci¨®n de las comas y los cuentos que uno aprende a des-escribir. ?lvaro Uribe de constantes referencias y gu¨ªas para los dem¨¢s, sugerencias de enmienda y edici¨®n, recomendaciones de cine y libros; el elegante bebedor sobrio que jam¨¢s perdi¨® el estilo ni la vertical, porque nunca confundi¨® la efusi¨®n l¨ªrica con la elaci¨®n t¨®xica (como dijo qui¨¦nsabequi¨¦n). El editante de peque?as joyas, exentas de erratas y acompasadas por el arte de la brevedad, del v¨¦rtigo incontenible que cabe en un aforismo o en la marea de ideas que se despliegan como velas de todos los barcos de papel. Generoso antologador y recopilador de s¨ªlabas ajenas, traducibles a otros idiomas¡ y al fondo, el paisaje azul de sus pulmones, la larga batalla contra el dolor de un guerrero feroz y sereno que ahora dicen que se ha ido de este mundo, cuando la dolorosa iron¨ªa dicta que ser¨¢ a partir de hoy mejor recordado y le¨ªdo, porque aunque ?lvaro Uribe lleg¨® a la pantalla grande y recibi¨® premios merecidos y abrazos diversos, ser¨¢ a partir de esta madrugada que la supuesta ausencia nos permita percibir los pasos alados de su prosa.
?lvaro camina entre sombras de un pueblo ancestral bajo la lluvia. Los espectros hablan diversas lenguas y su cabeza va envuelta en una nube de luci¨¦rnagas inexplicables. ?lvaro camina sobre el empedrado de siglos como tipograf¨ªa en plomo hacia una iglesia irreverente con una larga aguja delgada como torre sin campanario; a su paso, una belleza esbelta estira el cuello como cisne para verlo pasar. Es una mujer de versos, incandescente, que parece estatua de m¨¢rmol decimon¨®nico al filo de revoluci¨®n¡ Ella extiende su mano enguantada sin soltar un pa?uelo de encaje y roza los hombros de un ciego que finge mirar su br¨²jula, al lado deambula un gentleman de elegancia argentina y todas las escritoras que nublaron la biblioteca de ?lvaro que en su andanza hacia la luz de esa torre como linterna, al filo de la ¨²ltima p¨¢gina que las yemas de mis dedos confirman que ser¨¢ ya para siempre¡ eterna.
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