Una hoja en blanco
Una hoja en blanco es la vela de un barco y el espejo donde sangran los ni?os de Ucrania y una hoja en blanco relata la ridiculez de un conflicto sangriento
El periodista occidental se filma a s¨ª mismo en un diminuto estudio de Mosc¨², afuera la nieve y sobre el escritorio una pila de cincuenta hojas en blanco, alimento para impresora o materia prima del electrocardiograma de su caligraf¨ªa. Con una mano sostiene la c¨¢mara con la que filma su mano izquierda sobre esa pila de hojas en blanco, a la espera de prosa inmediata o un poema furtivo, con ganas de cuajar un cuento donde las letras vayan poblando p¨¢rrafos como pasitos en la nieve. En el mundo libre, en el mundo libro, una sola hoja en blanco puede ser el inicio de una larga traves¨ªa en novela o el salvoconducto de la memoria para intentar explicar pret¨¦ritos en sepia; en el mundo libre, el mundo de libros en libertad, una sola hoja en blanco re¨²ne todos los colores del arco iris, las silabas sin exclusi¨®n y las ideas a rienda suelta. All¨¢ afuera, Mosc¨² parece helar casi todas las conciencias¡ y todo arco¨ªris est¨¢ penalizado como delito.
El periodista se graba con el tel¨¦fono al tiempo que llama por otro aparato a su amiga Lyudmila. La cita en una plaza del coraz¨®n de Mosc¨², no muy lejana de a Plaza Roja, el Kremlin y los ecos del terror. El video nos lleva por calles de nieve con orillas marr¨®n de lodo y no pocas caras eslavas de mofletes enrojecidos; parece pel¨ªcula en blanco y negro el paso de los coches trasnochados, sombras en bufandas y nieve de marzo. El periodista lleva en el abrigo una sola hoja en blanco que tom¨® del altero que espera en el escritorio de su estudio y al encontrarse con su amiga Lyudmila, tres besos de rigor, vaho compartido y le deja la hoja en su la mano enguantada de la amiga que procede a tomarla con las yemas de los dedos y mostrarla frente a su pecho, directo a la c¨¢mara del periodista¡ que capta el instante en que llegan como buitres tres gorilas siberianos, enmascarados en negro y arrestan a Lyudmila, con jalones y exageraci¨®n de fuerza. Lyudmila ha sido detenida por mostrar una hoja en blanco en una plaza p¨²blica de Mosc¨².
Lyudmila no habl¨® ni mostr¨® gui?os pacifistas; la hoja en blanco solo pudo ser malinterpretada por la polic¨ªa rusa y deletreada como delito solamente por lo que esos tres primates entendieron en el vac¨ªo, por lo que suponen y quiz¨¢ incluso, piensan que significa una peque?a ventana de nube o nieve en manos de una mujer en medio de una plaza p¨²blica. Lo mismo ha de suceder con una tela amarilla que vuela en manos de una joven que mira sin expresi¨®n el paisaje devastado de Aleppo en Siria o lo mismo podr¨ªa entenderse si alguien se para en plena ma?anera y muestra en silencio una cartulina en blanco: habr¨ªa quien interprete que all¨ª se ha escrito con tinta invisible el n¨²mero creciente de muertos y desaparecidos, los nombres de periodistas m¨¢rtires, los lemas de lo que llaman ¡°conservadurismo¡± y dem¨¢s mentiras.
Una hoja en blanco es la vela de un barco y el espejo donde sangran los ni?os de Ucrania y una hoja en blanco relata la ridiculez de un conflicto sangriento, el sinsentido de toda invasi¨®n, la flacidez de los argumentos justificativos y las palabras que supuestamente sustituyen a la palabra Guerra. Una hoja en blanco lleva escrito el nombre de un inesperado h¨¦roe Volodya y el azufre del Vladimir que lleva el mismo nombre en otro idioma, tocayos en el nombre que significa Due?o del mundo, uno en el s¨®tano de Kiev bajo bombardeos que Mosc¨² asegura que son autoinfringidos y el otro, sentado en Palacio en una mesa de diez metros de largo para que los ministros sumisos le pasen la sal a larga distancia.
Putin cita a la Biblia como quien esgrime una p¨¢gina en blanco, porque en boca de Belzeb¨², todo lo sagrado es nada y Zelenski advierte que todas las enmiendas y buenos prop¨®sitos con los que se pretend¨ªa esfumar dolores y muertos del pasado holocausto, hoy no son m¨¢s que p¨¢gina en blanco¡ salpicada de sangre. Hay sangre invisible de p¨¢gina blanca en la baba de quienes obvian las muertes y evitan el nombre y apellidos de los ca¨ªdos; hay sangre invisible en la inmensa mayor¨ªa que sigue la vida lejos de las trincheras y hay sangre en la mirada de las llamadas fuerzas del orden que resucitan el gran terror estalinista con la enloquecida adrenalina paranoide con la que arrestan a una anciana que os¨® decir la palabra Paz en ruso o el silencio de Lyudmila que posa con una hoja en blanco para la diminuta pantalla del periodista occidental, que de regreso en su diminuto estudio de Mosc¨², posa su mano izquierda sobre una pila de cuarentaynueve hojas en blanco que en ese instante se convierten en un arsenal.
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