¡®Back in the USSR¡¯
La canci¨®n ya intemporal nos obliga a parafrasear una ya vieja, pero buena, sentencia del historiador Enrique Krauze, quien a tiempo atin¨® a vaticinar que ¡°el ¨²ltimo estalinista morir¨¢ en Ciudad Universitaria¡±
Hay una creciente proliferaci¨®n de reminiscencias: evocaciones de batallas en blanco y negro, resurgimiento de fantasmas y una nociva nostalgia por pret¨¦ritos en no pocos autoritarios trasnochados, sectarios empedernidos o doctrinarios advenedizos. Est¨¢ la tipluda voz del pausado que recurre a la Conquista de M¨¦xico como justificaci¨®n para exabruptos populistas o populacheros, el pu?o del oso imperialista que evoca los dorados oleajes del trigo ucraniano para reinstalar el Holodomor (esa hambruna devastadora de millones de almas que parecen c¨ªclicos fantasmas de la desolaci¨®n) y tambi¨¦n est¨¢n las miles de voces que espetan sin reparo los ep¨ªtetos y etiquetas como caprichosos adjetivos calificativos: fascista, nazi, estalinista, rojos¡ Etc¨¦tera.
Quiz¨¢ nadie tan embebido en ese af¨¢n que Vlad¨ªmir Ilich Putin, el otrora joven esp¨ªa KGB de semblante afilado y mirada de lince, reloaded ahora con un cr¨¢neo que tiende al ovoide (s¨ªndrome inequ¨ªvoco de psic¨®patas brillantes) y esos ojitos hundidos en b¨®tox que acalambran a sus colaboradores y ministros con un c¨®smico rayo hipn¨®tico ¨¤ la Rasputin. Toda la ret¨®rica con la que Putin Rasputin logra censurar o tergiversar la atenci¨®n del ancho pueblo ruso tiene un alto grado de sofisticaci¨®n medi¨¢tica, escenograf¨ªa y sutiles resortes pavlovianos (sin necesidad ¨Ca¨²n¨C de conferencias ma?aneras) y en su baba dictatorial se esconden ciertas man¨ªas, obsesiones y nostalgias que apenas empiezan a revelarse.
El 28 de julio de 1983, Vlad¨ªmir Zhugasvili Putin contrajo matrimonio con Lyudmila Shkrebneva no solo por lo que otros llaman infatuaci¨®n o enamoramiento, sino por convenirle a su curr¨ªculo de prometedor agente secreto de la antigua NKVD. La parejita se avent¨® su luna de miel en Ucrania, paseando en compa?¨ªa de unos amigos por los encantos de Kiev; posteriormente, visitando Lviv y finalmente, como quien se reparte el mundo, una estancia en Yalta en la Crimea ya reclamada por el entonces reci¨¦n casado que ahora se prepara para arrasar con Kiev, habiendo ya convertido a Lviv y otras ciudades de Ucrania en escenarios de la desesperada desolaci¨®n con la que despierta el verdadero siglo XXI: luego del encierro pand¨¦mico el parto del desastre.
?Acaso estamos ante un caso de neurastenia machista donde el aparente semental de b¨ªceps y pectorales de hierro decide bombardear Ucrania para borrar el recuerdo de su luna de miel¡ la verg¨¹enza de su micropene, la pesadilla de sus eyaculaciones precoces o el secreto tormento de qui¨¦n-sabe-qu¨¦ perversos secretos er¨®ticos? ?Ser¨¢ que el otrora experimento de agente KGB lleg¨® a la c¨²spide del poder para poner en pr¨¢ctica una personal¨ªsima versi¨®n de los documentales del History Channel, pero en reversa? ?Ser¨¢ acaso que Vlad¨ªmir Koba Putin se sienta Stalin reencarnado o bien que acusa de nazis a sus enemigos inventados para disuadir a los incautos y evitar sus propias ganas de dejarse un bigotito a la Chaplin?
Con todo, Vlad¨ªmir Papacito de los Nuevos Pueblos Putin tiene un rollo con los cosacos, una inexplicables propensi¨®n a la soledad infinita y una determinaci¨®n empecinada en la necedad. Bien visto, no est¨¢ del todo solo: algo tienen de esta demencia quienes intentan justificar su estulticia. Hablo de quienes insisten en callar la palabra guerra o negar la etimolog¨ªa geogr¨¢fica o geom¨¦trica de la palabra invasi¨®n, hablo de quienes acusan a los muertos de fingir su deceso o a las ni?as de llorar en vano; son los que inventan para invertir las verdades a favor de un c¨®modo credo de mentiras.
Efectivamente, hablo tambi¨¦n de bichos como Serg¨¦i Lavrenti Beria Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Putinsky: el vejete con cara de perro (que si fuera buena ondita le dir¨ªan Droopy), siniestro sabueso a quien quisiera encontr¨¢rmelo en un sauna para acorralarlo con el siguiente trabalenguas: ¡°Si Usted afirma que el Hospital de Maternidad que bombardearon estaba parapetado por francotiradores y soldados ucranianos, acepta Usted ¨Cde entrada¡ªque s¨ª bombardearon tal hospital y por ende, insin¨²a que la joven panzona que fue evacuada con un notable sangrado en el vientre padece no m¨¢s que problemas menstruales, que la docena de ni?os que lloraban al ser evacuados entre los escombros eran enanos actores contratados para una versi¨®n eslava de El Mago de Oz y que todos los escombros de Mari¨²pol y dem¨¢s archipi¨¦lagos de la destrucci¨®n no son m¨¢s que deliciosas muestras de la arquitectura decadente de Occidente¡±. De lograr ese encuentro en un sauna, deseo que el encogimiento propiciados por los vapores me permitan patearle los aguacates sin piedad.
En la reciente recopilaci¨®n de todas las letras de canciones so?adas por Paul McCartney, junto con John Lennon y en solitario, se explica que la rola Back in the USSR fue ideada como respuesta a Back in the USA del gran Chuck Berry y una graciosa referencia a Georgia on my Mind de Ray Charles. Escribe Paul que la referencia a la granja de papi puede interpretarse como la dacha de Stalin o Brezhnev¡ y el elogio de las mujeres ucranianas y el sonido de las balalaikas, pero lo que no escribe McCartney es que esa canci¨®n ya intemporal nos obliga a parafrasear una ya vieja, pero buena sentencia del historiador mexicano Enrique Krauze, quien a tiempo atin¨® a vaticinar que ¡°el ¨²ltimo estalinista morir¨¢ en Ciudad Universitaria¡±, de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
Ahora ¨Cy seguramente Paul Mcartney y los fantasmas de Lennon y de Lenin estar¨¢n de acuerdo¡ª el ¨²ltimo estalinista encabeza la descabellada invasi¨®n de Ucrania ¨Cotrora mar de cereales entre esclvos hambrientos¡ª y el asedio posmoderno de Kyev ¨Cotrora nido de lunamieleros sin arrumacos¡ª intentan saciar su megaloman¨ªa y diversa necedad; el ¨²ltimo estalinista balalaika al son de todas las guerras en sepia, trasnochada ret¨®rica de la derruida dictadura del proletariado convertida en pir¨¢mide de oligarcas otrora multimillonarios, bravata desenfrenada de todos los armamentos de muerte, supremo censor del periodismo y de periodistas, verborr¨¦icos murmullos como de tartamudo, vejestorio en viagra ajeno a todas las maravillosas de la juventud acallada o reprimida, macho cabr¨ªo acosador en secreto o violador impune o socialmente permitido, due?o y se?or de absoluciones inexplicables o de delitos sobrese¨ªdos, corrupto contagiador de corruptelas, fraudes, simulacros y dem¨¢s¡
No, el ¨²ltimo estalinista no morir¨¢ en las aulas universitarias donde es de suponerse que seguir¨¢n ley¨¦ndose los panfletos de pasadas utop¨ªas por los siglos o minutos que le quedan al planeta y el ¨²ltimo estalinista no morir¨¢ al tim¨®n de un tanque sovi¨¦tico cruzado con la Z como esv¨¢stica de los enemigos de la generaci¨®n Zeta y el ¨²ltimo estalinista no morir¨¢ anciano, recubierto su pecho con medallas como corcholatas de explorados en su amnesia¡ El ¨²ltimo estalinista morir¨¢ en Palacio.
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