L¨®pez Obrador no es Bukele, pero¡
Tras 80 a?os de subordinaci¨®n al entramado pol¨ªtico-jur¨ªdico, la lealtad de los militares a la Constituci¨®n mexicana realmente existe
Entre las muchas razones para explicar el giro del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador en favor de las Fuerzas Armadas, hay una que la derecha explota insistentemente en las redes sociales: se trata, afirman, de un paso para estar en condiciones de dar un golpe de Estado y alargar su mandato si es que falla la v¨ªa legislativa para lograrlo. Un pensamiento embriagante para los cr¨ªticos, siempre atentos a recoger todo aquello que sirva para satanizar al mandatario. Sin embargo, se trata de una elucubraci¨®n dif¨ªcilmente sostenible desde la propia l¨®gica obradorista.
Es verdad que no puede descartarse que, al convertir al Ej¨¦rcito en compa?ero de viaje de su proyecto, el presidente consigui¨® una ventaja pol¨ªtica adicional: eliminar el riesgo de que, a su vez, la derecha utilizara a los militares para sacarlo de Palacio si las cosas se pon¨ªan al rojo vivo. Atrayendo a los generales, L¨®pez Obrador conjuraba autom¨¢ticamente el riesgo de un Pinochetazo. A alguien que pierde el sue?o con cada nota de Loret de Mola, quitar a los soldados del enlistado de las fuerzas del mal debi¨® otorgarle un enorme sosiego.
Pero asegurar que no se conviertan en un instrumento para dar un golpe de Estado en su contra no significa, en autom¨¢tico, que ¨¦l quiera hacerlo. M¨¢s all¨¢ de que no hay un golpista en el alter ego republicano de L¨®pez Obrador, alargar su mandato simplemente carece de sentido.
Primero y, sobre todo, porque el presidente tiene pr¨¢cticamente asegurada la continuidad de su proyecto gracias a una intenci¨®n de voto apabullante en favor de su partido. Puede haber muchas incertidumbres sobre el futuro del mundo en general y de M¨¦xico en particular, pero la sucesi¨®n presidencial no es una de ellas. El pa¨ªs ser¨¢ gobernado otros seis a?os por aqu¨¦l a quien L¨®pez Obrador entregue la estafeta de relevo. Violentar el proceso equivaldr¨ªa, en realidad, a dar un golpe de Estado contra su propio partido y en detrimento de su inminente sucesor.
Por lo dem¨¢s, tampoco est¨¢ claro que, asumiendo sin conceder, las propias filas de Morena y del ej¨¦rcito mismo favorecieran un zarpazo de tal magnitud. Muchos miembros del obradorismo se negar¨ªan porque esperan con impaciencia el reparto de cartas que supondr¨ªa una nueva administraci¨®n. Despu¨¦s de todo, L¨®pez Obrador est¨¢ gobernando con un equipo variopinto, procedente de todos lados, y de cierta manera no ha hecho justicia a la izquierda y a las tribus que ayudaron a edificar el movimiento. Y por lo dem¨¢s, cuatro a?os en el poder han generado la emergencia de nuevos hombres y mujeres fuertes en el ¨¢mbito legislativo y en las 21 gubernaturas que antes no ten¨ªan y todos ellos cuentan las horas para poder operar con m¨¢rgenes de libertad que no les permite el liderazgo vertical de L¨®pez Obrador. Ser¨ªa una soluci¨®n in extremis que ni siquiera sus propios cuadros favorecer¨ªan.
Por lo que toca al Ej¨¦rcito mexicano, habr¨ªa que decir que su respeto al orden institucional no es un atributo inventado. Tras 80 a?os de subordinaci¨®n al entramado pol¨ªtico jur¨ªdico, la lealtad de los militares a la Constituci¨®n realmente existe. Necesitar¨ªan mucho m¨¢s que el apego a una persona para lanzarse a una aventura, sobre todo cuando hay un relevo terso a la vista y ning¨²n riesgo de inestabilidad pol¨ªtica para el pa¨ªs.
A estas alturas ser¨ªa ocioso ponernos a considerar qu¨¦ decisi¨®n tomar¨ªa L¨®pez Obrador si se viera frente a una especie de Bolsonaro mexicano que estuviera a las puertas de un triunfo electoral a base de promesas de parar en seco las reformas sociales y la derrama a favor de los pobres que la 4T ha realizado. ?Estar¨ªa tentado a interrumpir las formas republicanas para salvar el proceso de cambio por razones presumiblemente patri¨®ticas? Creo que no, pero por fortuna nunca lo sabremos. La historia est¨¢ plagada de ¡°buenos hombres¡± que decidieron quedarse en el poder aduciendo la necesidad de salvar a la patria de males mayores. Solo los mejores han resistido esa tentaci¨®n.
Por lo dem¨¢s, hay otras razones que, a mi juicio, llevar¨ªan a L¨®pez Obrador a cumplir su mandato y retirarse del Palacio en tiempo y forma, al margen de las circunstancias que se presenten. Estoy convencido de que el verdadero motor de su incombustible voluntad pol¨ªtica es su deseo de ganarse un lugar destacado en el pante¨®n de la historia, al lado de Ju¨¢rez y Madero. Al presidente le urge ser expresidente y gozar en vida la satisfacci¨®n de haber cambiado el rumbo del pa¨ªs, al menos a sus ojos. No es casual que antes de llegar a la mitad de su sexenio comenz¨® a hablar del M¨¦xico que dejar¨ªa, a adelantar nombres de sucesores, a describir la vida que har¨ªa en su rancho en Palenque. Una nostalgia anticipada del Adriano en el que se convertir¨ªa habiendo cumplido su papel en la historia.
Y luego est¨¢ el tema de su salud. El presidente tiene bater¨ªa de litio, ciertamente, pero en un organismo un tanto maltrecho para su edad; ¡°corrido en terracer¨ªa¡± como ¨¦l mismo dijo cuando parec¨ªa m¨¢s broma que descripci¨®n, y ahora autoprofec¨ªa cumplida. La estamina del poder y su sentido de responsabilidad le permiten un ritmo que personas m¨¢s j¨®venes y sanas tendr¨ªan dificultades en sostener. Pero hay un costo f¨ªsico y una fatiga que se han ido acentuando a lo largo del sexenio. Ninguna enfermedad que ponga en riesgo la terminaci¨®n de su mandato, salvo alg¨²n imponderable al que nadie est¨¢ exento, pero suficiente para ver cuesta arriba la posibilidad de mantener ese paso otros seis a?os (ocho a partir de este momento).
Hace unos d¨ªas vi un video de Nayib Bukele, cuando era candidato, en el que el ahora l¨ªder de El Salvador aseguraba que era inadmisible que un pol¨ªtico llegara a la presidencia y luego utilizara el poder de la presidencia para quedarse en ella. Result¨® una descripci¨®n puntual de su propia agenda. No es el caso de L¨®pez Obrador. Estoy convencido de que imponer su autoreelecci¨®n no entra en sus convicciones republicanas, pero sobre todo, porque ¡°no ocupa¡±. Y sea por una raz¨®n o por otra, eso es un pensamiento tranquilizante.
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