As¨ª tambi¨¦n mueren las democracias
Los detractores del presidente ¡ªquejicas constantes de la polarizaci¨®n¡ª han terminado por apelar exclusivamente a lo sensacional y renunciar a toda posibilidad de persuadir a sus votantes
En su libro ¡°C¨®mo mueren las democracias¡±, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, dos destacados polit¨®logos estadounidenses, argumentan (y demuestran) que las democracias modernas no suelen terminar de s¨²bito (con un perverso chasquido), sino de formas m¨¢s sutiles y de apariencia conocida. En ocasiones los gobiernos elegidos son quienes ponen en riesgo las instituciones democr¨¢ticas y abren la puerta a un tipo de autoritarismo tenue y luego abrumador.
El marco te¨®rico de Levitsky y Ziblatt ha sido el preferido de muchos observadores cr¨ªticos del Gobierno de L¨®pez Obrador que alertan sobre el (supuesto) riesgo de erosi¨®n democr¨¢tica que vive nuestro pa¨ªs. Tras las propuestas de reformas constitucionales de L¨®pez Obrador, las referencias a los dos pol¨ªticos y su libro no han hecho sino multiplicarse.
Ni todas las preocupaciones son infundadas ni todas las voces son sinceras. Es cierto que la popularidad del presidente conlleva una concentraci¨®n de poder que complejiza el funcionamiento de los contrapesos institucionales. Tambi¨¦n es verdad que la cr¨ªtica del mandatario hacia sus adversarios puede intensificar el clima de polarizaci¨®n. Tampoco exagera quien afirma que ¡ªsin ser la causa¡ª Andr¨¦s Manuel ha contribuido a acentuar una visi¨®n dicot¨®mica de nosotros contra ellos.
No son aquellas conductas las ¨²nicas acometidas contra nuestra joven democracia.
El pasado fin de semana, X¨®chitl G¨¢lvez lanz¨® un nuevo spot. Una voz en off que se parece mucho a la que protagoniz¨® la campa?a sucia contra L¨®pez Obrador en 2006, sostiene que M¨¦xico ha dejado de ser ching¨®n. El anuncio, adem¨¢s de utilizar aquel calificativo ad nauseam, caricaturiza al presidente y desliza la sospecha de su alianza con el crimen. Una idea tan confrontativa como (al menos con la evidencia disponible) falaz.
Al final del promocional¡ªentre aplausos, violines y v¨ªtores¡ª la oposici¨®n propone la anhelada soluci¨®n: un M¨¦xico ching¨®n, gente chingona, una visi¨®n chingona y una l¨ªder de la misma condici¨®n. ?El argumento? Que somos mexicanos chingones que merecen un M¨¦xico ching¨®n. Un razonamiento circular impecable.
Que nadie se confunda, el l¨ªo no yace en el uso (hasta el hartazgo) del adjetivo favorito de Octavio Paz: es la marca personal de G¨¢lvez y parece tener bien medida su eficacia. El inconveniente est¨¢ en todo lo dem¨¢s; en el uso de spots pol¨ªticos para enemistar, promover ideas falsas (aunque veros¨ªmiles, dicen los conspiradores) y no ofertar al electorado una solitaria propuesta capaz de destacar por s¨ª misma.
As¨ª tambi¨¦n mueren las democracias: violando las reglas de civilidad y pulcritud pol¨ªtica. Seg¨²n Levitsky y Ziblatt, renunciamos a las virtudes democr¨¢ticas cuando no podemos competir pac¨ªficamente contra nuestros adversarios. Los detractores del presidente ¡ªquejicas constantes de la polarizaci¨®n¡ª han terminado por apelar exclusivamente a lo sensacional y renunciar a toda posibilidad de persuadir a sus votantes. La derrota de la convicci¨®n a manos del odio.
As¨ª tambi¨¦n mueren las democracias: manipulando a los votantes para tomar decisiones distorsionadas. Contrario a lo que sugiere el spot ¡ªy que ha sido promovido por el equipo de la candidata opositora por medio de hashtags de numeraci¨®n progresiva¡ª, nadie ha logrado comprobar la supuesta conexi¨®n del presidente con el crimen organizado. Un sufragio basado en aquella falsedad equivaldr¨ªa a un votante enga?ado. ?Cinco a?os de quejarse de la supuesta polarizaci¨®n presidencial para terminar sugiriendo que el mandatario es narcotraficante?
As¨ª tambi¨¦n mueren las democracias: deteriorando el debate p¨²blico. Los partidos tradicionales no presentaron una sola propuesta sustancial en aquel promocional. Esta falta de enfoque propositivo en sus mensajes boicotea la capacidad del electorado para tomar decisiones informadas. Es mejor vencer que convencer, alegan.
As¨ª tambi¨¦n mueren las democracias: renunciando a resolver. Al enfocarse ¨²nicamente en atacar a Obrador, los opositores han abandonado la b¨²squeda de soluciones: como si la negaci¨®n del otro delineara los l¨ªmites de la propia identidad. Ello explica las contradictorias recomendaciones sobre seguridad de X¨®chitl G¨¢lvez o sus incosteables soluciones en materia de salud. ?C¨®mo juzgarles? La coalici¨®n camina a la horca consciente de que no habr¨¢ promesas por cumplir ni cuentas que rendir.
As¨ª tambi¨¦n mueren las democracias: desalentando el voto. Tras el pron¨®stico de una inminente derrota, la contra corriente obradorista ha comenzado a tejer la narrativa de una elecci¨®n manipulada. Esta acusaci¨®n ¡ªadem¨¢s de carecer de respaldo emp¨ªrico¡ª socava los cimientos del proceso democr¨¢tico. No hay desaliento m¨¢s profundo para un votante que anticipar que su sufragio no tendr¨¢ impacto alguno en el resultado.
Si bien la coalici¨®n Fuerza y Coraz¨®n por M¨¦xico acierta al afirmar que la competencia presidencial es profundamente inequitativa, se equivoca de responsable. La disparidad en la contienda es atribuible a aquellos que, durante el prolongado sexenio, no dedicaron un solo d¨ªa a reconectar con sus bases, escuchar a su electorado o evaluar sus estructuras. Estos actores, a cambio de un par de candidaturas plurinominales y otras tantas notar¨ªas, permitir¨¢n sin aspavientos el acaparamiento de mayor¨ªas absolutas en el Congreso por parte del partido en el poder.
Los detractores del presidente ¡ªlos que atiborraron los peri¨®dicos de alertas democr¨¢ticas y las calles de rosa institucional¡ª hoy no son mejores que aquello que juraron destruir. Son germen y s¨ªntoma de la polarizaci¨®n. El vac¨ªo que su irresponsabilidad ha dejado habr¨¢ de ser colmado con una nueva y mejor oposici¨®n, una que promueva la distribuci¨®n equitativa del poder pol¨ªtico y fomente el debate y la deliberaci¨®n p¨²blica. El plural es necesario.
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