Politizar la justicia
As¨ª como la Suprema Corte de Estados Unidos alguna vez fue la imagen de lo que deben ser las supremas cortes, hoy deber¨ªa ser advertencia de los peligros de politizar la justicia
La Suprema Corte de Estados Unidos fue alguna vez uno de los tribunales m¨¢s prestigiosos del mundo. Su dise?o influy¨® en la construcci¨®n de las cortes de otros pa¨ªses, sus decisiones motivaron nutridas discusiones y su presencia en la cultura le vali¨® ser parte de series y pel¨ªculas que han moldeado nuestra imagen de lo que es una suprema corte. Sin embargo, este prestigio ha sido reemplazado por fuertes cuestionamientos provocados por su evidente politizaci¨®n.
Los esc¨¢ndalos provocados por sus recientes decisiones, as¨ª como el destape de claros conflictos de intereses y agendas partidistas de sus integrantes, urgen la reflexi¨®n acerca de qu¨¦ es lo que fall¨®. M¨¢s all¨¢ de una curiosidad intelectual, hay una necesidad apremiante de defender lo que la justicia hab¨ªa logrado y de revisar los errores que requieren reformas. En especial, porque el declive de la corte m¨¢s protag¨®nica no es una historia aislada, sino una tendencia que cobra velocidad en todas las regiones del mundo.
Los crecientes cuestionamientos a las bases de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos, los movimientos que buscan cancelar la dignidad de las personas al negarles sus derechos y que se aprovechan de las condiciones de desigualdad, son agendas que han fijado su inter¨¦s en los poderes judiciales y cuyos representantes han demostrado efectividad para instrumentalizarlos para esos fines.
La estrategia para politizar a la Corte ha recurrido a varios mecanismos, los cuales est¨¢n pensados para quebrantar aquello que hasta ahora hab¨ªa dado fuerza al tribunal. El primero de ellos fue romper la colegialidad. Que la resoluci¨®n de los casos m¨¢s importantes sea la encomienda de varias personas pretende asegurar que las decisiones sean el resultado de discusiones serias en las que los argumentos puedan lograr persuadir y asegurar estabilidad. La estrategia para romper esta din¨¢mica en el caso de Estados Unidos recurri¨®, en un primer momento, a tener una Corte incompleta. Cuando el senado se reh¨²so a cumplir con el procedimiento para ocupar el asiento vacante que dej¨® la muerte del juez Antonin Scalia, el partido de Donald Trump demostr¨® que lo que buscaba no era una corte de justicia, sino un grupo de jueces que resuelva a su favor.
En esa misi¨®n, los republicanos fueron exitosos. No s¨®lo lograron evitar que siquiera compareciera el juez nominado por Obama, quien gozaba de una reputaci¨®n neutral y que hab¨ªa sido previamente confirmado por los republicanos como juez federal, sino que lograron consolidar una super mayor¨ªa con los nombramientos subsecuentes de Gorsuch, Kavanaugh y Coney Barrett que se sumaron a los jueces conservadores Roberts, Thomas y Alito. Con ello, relegaron a la minor¨ªa liberal, conformada por las juezas Sotomayor, Kagan y Jackson, a emitir votos disidentes en los que han evidenciado su desacuerdo con las decisiones, pero, todav¨ªa m¨¢s grave, que no hay di¨¢logo entre pares para la construcci¨®n de las decisiones, s¨®lo la imposici¨®n de los n¨²meros.
El segundo mecanismo ha sido convertir a los jueces afines a la agenda conservadora en bastiones pol¨ªticos que deben defenderse. No por su investidura, sino por su afinidad y utilidad al proyecto. Esta estrategia ha resultado en que las acusaciones de abuso sexual en contra de Clarence Thomas, famoso por no hacer uso de la palabra en las audiencias p¨²blicas de la Corte, y de Brett Kavanaugh hayan resultado en el asedio republicano contra las mujeres denunciantes. Que los conflictos de inter¨¦s de Thomas y Alito ¡ªprovocados por su relaci¨®n con millonarios que han pagado costosos viajes y lujosas cenas o por muestras de apoyo de sus esposas a los eventos del 6 de enero en el Capitolio¡ª sean nota en la prensa, pero que no hayan trascendido en sanciones o renuncias. Con ello, la lealtad pol¨ªtica paga como un mecanismo de impunidad, en el que no hay conducta o quebrantamiento de la ley que valga lo suficiente para que el proyecto pol¨ªtico pierda uno de los asientos en la Corte.
El tercer mecanismo tiene que ver con las fallas al interior del poder judicial que no han sido corregidas, pero s¨ª explotadas. Es un error que el cuerpo judicial no se entienda como un todo, cuyas partes deben respetarse, dialogar y exigirse los mismos est¨¢ndares. Esto fue evidente con el c¨®digo de conducta que obliga a la judicatura federal, pero no a la Suprema Corte. Mientras que las y los jueces federales tienen reglas a las que deben ajustar su conducta, la Corte se configura como un ente separado que no debe rendir cuentas de la misma forma que otros ¨®rganos de impartici¨®n de justicia.
Tambi¨¦n resalta la filtraci¨®n, en un hecho sin precedentes, de un proyecto de sentencia en uno de los casos m¨¢s pol¨¦micos de los ¨²ltimos a?os que result¨® en la supresi¨®n del derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Una estrategia que result¨® en una sentencia que acab¨® con la estabilidad de un criterio que garantizaba un derecho, que encontr¨® fuerza para lograr el resultado mediante presiones pol¨ªticas y que qued¨® impune. La falta de consecuencias aval¨® que se utilicen m¨¦todos para evitar formular argumentos que puedan convencer y sostenerse en la interpretaci¨®n de la ley.
Convertir a una corte de justicia en un ¨®rgano pol¨ªtico no es un accidente. En el caso de Estados Unidos, el proyecto involucr¨® la invenci¨®n de una corriente interpretativa del derecho, el originalismo, el apoyo militante de jueces a trav¨¦s de la Federalist Society ¨Cla cual ha sido particularmente ¨²til para definir las listas de candidatos a jueces afines a la agenda¡ª, as¨ª como un movimiento pol¨ªtico que no encuentra razones para la prudencia y la mesura que deben ser signos caracter¨ªsticos del ejercicio democr¨¢tico del poder.
La experiencia est¨¢ ah¨ª y las consecuencias de la inacci¨®n perdurar¨¢n por muchos a?os. Tan solo en este periodo de sesiones, la Suprema Corte de Estados Unidos decidi¨® en contra de los derechos electorales de las personas afroamericanas; de las poblaciones migrantes y sus familias; de las personas en situaci¨®n de calle, y de aquellas con discapacidad. Al mismo tiempo, las decisiones de la Corte aseguraron que el expresidente Trump pueda considerarse por encima de la ley, al haber resuelto que no ser¨¢ responsable por ning¨²n crimen cometido en el ejercicio del cargo. Asimismo, lograron debilitar a las agencias reguladoras con el abandono de doscientos a?os de precedentes. Todo mediante la imposici¨®n de la mayor¨ªa y no de las razones.
As¨ª como la Corte alguna vez fue la imagen de lo que deben ser las supremas cortes, hoy deber¨ªa ser advertencia de los peligros de politizar la justicia. Un estudio de caso de los errores de los poderes judiciales y de las decisiones pol¨ªticas que son una amenaza real para la libertad y el disfrute de los derechos en democracia. En el caso Trump v. United States, la jueza Sonia Sotomayor concluy¨® su voto con una frase que debe servir de alerta y de motivo para la acci¨®n: ¡°Con temor por nuestra democracia, disiento¡±.
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