Vac¨ªo para qui¨¦n
Si queremos cambiar cosas, comencemos por reconocer nuestro privilegio, no sea que confundamos un mundo mejor con un mundo para nosotros
El hemisferio norte est¨¢ atravesando su primer verano no aglomerado en d¨¦cadas. Menos gente viaja, o simplemente sale, y quien lo hace se suele quedar m¨¢s cerca. Pero hay m¨¢s tiempo y m¨¢s espacio, sobre todo en los principales puntos de atracci¨®n tur¨ªstica. Para algunos, esto parece ser reflejo de una suerte de ¡°mundo mejor¡±, un beneficio colateral del virus.
Bueno, pues as¨ª es el espacio p¨²blico cuando solo un grupo de privilegiados puede acceder a ¨¦l. En este caso: las personas que no entran en los segmentos poblacionales de alto riesgo para el virus, y que adem¨¢s han podido mantener razonablemente sus ingresos sin necesidad de exponerse al contagio d¨ªa tras d¨ªa en trabajos que no pod¨ªan realizarse desde casa. Lo suficiente como para no renunciar a unas vacaciones. Son privilegiados ahora porque lo fueron tambi¨¦n desde el principio de la epidemia: pudieron quedarse en viviendas relativamente confortables, que mal que bien dispon¨ªan de espacio, equipamientos y comprensi¨®n en el n¨²cleo familiar para desarrollar una labor que, por su naturaleza, pod¨ªa reubicarse fuera de una oficina. Adem¨¢s, la comparativamente baja afectaci¨®n del virus entre estas personas, su acceso a mejor salud a lo largo de su vida, les permit¨ªa transitar la ola de contagios con un par de grados menos de preocupaci¨®n, eligiendo (bajo las normas) cu¨¢ndo salir y cu¨¢ndo no. Tambi¨¦n, por supuesto, dispusieron de m¨¢s tiempo para ¡°reinventarse¡±, explorar nuevas actividades, o simplemente descansar durante los confinamientos.
Estos efectos redistributivos son relativamente inevitables. Lo llamativo es que alguien los interprete como un resultado benigno de la epidemia. No: es el mero reflejo de las desigualdades. Cuando paseamos por unas Ramblas menos populosas, cuando encontramos m¨¢s f¨¢cilmente un destino vacacional o sitio en una terraza, ?es nuestro bienestar moment¨¢neo lo primero en que pensamos? ?O nos atrevemos a activar la empat¨ªa, pregunt¨¢ndonos qui¨¦n falta, por qu¨¦, y qu¨¦ efectos tiene esa ausencia para las personas que viven de presencias?
Lo deber¨ªamos hacer con la epidemia igual que en otros frentes (?cambio clim¨¢tico?), en los que tendremos que buscar mecanismos para compensar costes inmediatos entre ciertos segmentos de la poblaci¨®n. Si queremos cambiar cosas, comencemos por reconocer nuestro privilegio, no sea que confundamos un mundo mejor con un mundo para nosotros.@jorgegalindo
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