Fuga de sesos
Nuestros representantes llevan a?os evitando tomar las dos medicinas amargas que nuestra sanidad requiere para sobrevivir: subir los impuestos y modernizar la gesti¨®n
Ten¨ªas 18 a?os y quer¨ªas ser m¨¦dico. Eras buena estudiante y entraste en la facultad de tus sue?os. Sumando la carrera y el MIR, el Estado espa?ol invirti¨® casi un cuarto de mill¨®n de euros en tu formaci¨®n. Pero luego te hartaste de contratos precarios y ahora son pacientes alemanes, brit¨¢nicos o noruegos los que se benefician de tus conocimientos.
No te fuiste por el dinero. S¨ª, cobras un 50% m¨¢s, pero los impuestos y el precio de las verduras en el s¨²per se comen gran parte del sueldo. Por cierto, c¨®mo echas de menos la fruter¨ªa de tu barrio en Madrid. Econ¨®micamente, en Espa?a estar¨ªas bien. Entre las guardias y un sobresueldo por las tardes en la privada, tendr¨ªas unos ingresos decentes. Pero conciliar¨ªas mal. Y vivir¨ªas peor. Atender¨ªas a 80 pacientes por turno, en jornadas maratonianas con triatlones de guardias, en lugar de un paciente cada 20 minutos o media hora como haces hoy. Emigraste para cuidar de tus hijos y tus ojeras, no de tu cuenta corriente. Aunque se te parte el coraz¨®n cada vez que hablas con tus padres, sobre todo ahora que est¨¢n a miles de kil¨®metros confinados de nuevo.
Y se te rompe el alma al pensar c¨®mo un sistema sanitario considerado como ejemplar ha expulsado a tantos profesionales cualificados y est¨¢ a punto de colapsar por segunda vez por la covid. Espa?a ha tenido durante a?os una de las sanidades p¨²blicas m¨¢s eficientes y equitativas del mundo, gastando menos por habitante que los pa¨ªses de nuestro entorno y obteniendo mejores resultados, medidos en esperanza de vida o satisfacci¨®n de los usuarios con la calidad de las prestaciones. Adem¨¢s, a diferencia de lo que ocurre en muchas sociedades avanzadas, fracturadas por sangrantes desigualdades de salud, los espa?oles ricos y pobres coincid¨ªan en que sus necesidades m¨¦dicas estaban fundamentalmente cubiertas.
Esto era una combinaci¨®n m¨¢gica para los pol¨ªticos, cuyas bocas se llenaban de nacionalismo sanitario, pero tr¨¢gica para los sanitarios, sobre cuyas espaldas reca¨ªa el coste del ahorro. Nuestros representantes estatales y auton¨®micos llevan a?os evitando tomar las dos medicinas amargas que nuestra sanidad requiere para sobrevivir: subir los impuestos (anatema para nuestra derecha) y modernizar la gesti¨®n (¨ªdem para la izquierda). En sanidad hemos sufrido una fuga de cerebros, pero en pol¨ªtica se nos han escapado los sesos. @VictorLapuente
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