Nacionalismos de primaria
Si las lenguas aut¨®ctonas de los catalanes/as son, por razones obvias, el castellano y el catal¨¢n, ?no es posible encontrarles un acomodo razonable en todos los niveles educativos en lugar de enzarzarnos peri¨®dica y cansinamente en esta discusi¨®n peregrina de lo vehicular?
Pong¨¢monos en la cabeza del otro, sin bromas ni argumentos que ya cansan por sobados. Pong¨¢monos para empezar en la cabeza de un nacionalista espa?ol. Sorpresa: no se considera tal, excepciones recientes excluidas por estent¨®reas. Se puede hablar de todo. De todo s¨ª, menos de la lengua espa?ola. Esta no se toca, como m¨¢ximo se transige, hasta conseguir una correlaci¨®n de fuerzas oportunas. Luego... ya se ver¨¢. Pong¨¢monos ahora en la cabeza de un nacionalista catal¨¢n. Sorpresa: no se considera como tal. Republicanos, s¨ª los hay, ?vaya lujo!, independentistas a la escocesa y represaliados tambi¨¦n. Un pa¨ªs peque?o se puede permitir de todo. Y en Catalu?a, la sociedad del mundo entero con m¨¢s fil¨®logos por metro cuadrado, todav¨ªa m¨¢s.
P¨®nganse ahora en mi cabeza por unos pocos minutos. Nacido en los a?os cincuenta de familia catal¨¢n hablante por ambos lados, catalana, catalanista y solidaria, pero escolarizado luego a la nacionalcat¨®lica e integralmente en castellano por falta de otra cosa. Escuela de maristas de nivel ¨ªnfimo en una peque?a ciudad del ¨¢rea de Barcelona hasta cuarto de bachillerato. Paso al Instituto de Ense?anza Media hasta entonces pr¨¢cticamente inexistente. Ense?anza integralmente en castellano y una asignatura muy b¨¢sica en franc¨¦s. Buenos profesores casi todos, algunos excelentes de verdad. Diglosia total y completa: familia y amigos siempre en catal¨¢n, instituto integralmente en castellano con la excepci¨®n fr¨¢gil del franc¨¦s. Salida en globo en sexto de bachillerato para disfrutar de una beca Carrero Blanco en la peque?a c¨¢rcel local, con expulsi¨®n posterior y p¨¦rdida de un a?o entero de bachillerato. Una observaci¨®n: jam¨¢s se me pas¨® por la cabeza imputarlo a la lengua en la que fui educado en aquellos a?os. Dos de los profesores, adem¨¢s, fueron igualmente expedientados y recalaron en Barcelona, en el Instituto donde ahora casualmente estudia mi hijo de 15 a?os. Sorpresa todav¨ªa mayor: los inicios de la conciencia pol¨ªtica fueron de la mano del trato con militantes clandestinos de Comisiones Obreras y del PSUC, muchos de ellos, no todos, castellanohablantes. La amistad y fraternizaci¨®n fue total, desde entonces y hasta hoy.
Primer a?o de universidad en la reci¨¦n fundada Universidad Aut¨®noma de Barcelona, todo integralmente en castellano, con la excepci¨®n de una asignatura de filolog¨ªa catalana y una conferencia inolvidable de Gabriel Ferrater. Segundo a?o de carrera, los profesores deciden por s¨ª mismos ense?ar en la propia lengua aprovechando la agon¨ªa del r¨¦gimen ¡ªaquel s¨ª lo era realmente¡ª de 1939. Disfruto con las lecciones de Josep Fontana y de Jos¨¦ Manuel Blecua que orientaron mi vocaci¨®n futura hacia la Historia y la historia de la cultura. Enorme inter¨¦s por la Am¨¦rica espa?ola, colonia, imperio y sociedades con otras hablas, que uno no conoce, pero que debe aprender a respetar. No hubo ni hay una Am¨¦rica de lengua espa?ola o portuguesa ¨²nica, menos la hubo en los siglos XVI al XX. Asambleas ca¨®ticas en catal¨¢n y castellano. Fin de la carrera y balance final: p¨¦simo catal¨¢n escrito; mediocre espa?ol escrito; mediocre franc¨¦s hablado y escrito y, consternaci¨®n absoluta, otra lengua se impone implacable y como herramienta al mismo tiempo: el ingl¨¦s. En esta lengua intrusa el balance es igual cero, con esfuerzos enormes para comprender aquello que algunos profesores nos citan en clase. Fin del recorrido.
Sigo desde hace a?os con inter¨¦s, pero cada vez con mayor aburrimiento las discusiones sobre el trato que se da a las lenguas en Espa?a. La larga y desgastante hegemon¨ªa del nacionalismo pujolista en Catalu?a la viv¨ª como una derrota inapelable, sin recompensa alguna para los que no hab¨ªamos salido de debajo de las piedras, como se atrevi¨® a decir Marcelino Camacho en cierta ocasi¨®n. Nostalgia cero. Uno resulta ganando en libertad de pensamiento, sin otra afiliaci¨®n que la amistad con gente decente y muy diversa, en Barcelona, en Catalu?a, en el Pa¨ªs Vasco y Galicia, en toda Espa?a y en otras partes del mundo. Un reciclaje continuo y nunca satisfactorio del todo, tratando de avanzar en la profesi¨®n. Las deficiencias formativas son un lastre para toda la vida, pero no un lastre insalvable.
Dejo el recorrido personal, que solo puede interesar a cuatro gatos de la propia generaci¨®n. Pero todav¨ªa conviene decir algo. Durante el reinado de Jordi Pujol, observo con prevenci¨®n los esfuerzos de la administraci¨®n auton¨®mica para debilitar el estatuto de lengua del castellano en Catalu?a. Puedo observar tambi¨¦n el escaso inter¨¦s fuera de Catalu?a por las otras lenguas que se hablan en la piel de toro. La soluci¨®n ya se apunt¨® al principio: que cada uno defienda lo suyo y que cada uno levante las barricadas que pueda para proteger su territorio. Esta elemental pulsi¨®n de todo nacionalismo encuentra mil subterfugios en su articulaci¨®n conceptual. Me interesan poco en s¨ª mismos. Me interesa mucho m¨¢s por la divisi¨®n moral y psicol¨®gica que esto supone en el interior de cada una de las sociedades que afrontan el problema.
Dos de aquellos artefactos legitimadores son particularmente lacerantes para un historiador informado: lengua natural de la que se derivan derechos de exclusividad; lengua nacional, com¨²n a todos los espa?oles, de la que se deriva un estatuto de preferencia al que tendr¨¢n que acomodarse todas los dem¨¢s. El valenciano ni siquiera se sabe si supera el list¨®n de patois. Llevamos veinte a?os o m¨¢s enzarzados en este conflicto, no de lenguas sino de nacionalismos en concurrencia. Leo el brillante art¨ªculo de Xavier Vidal-Folch sobre el uso de las dos lenguas en Catalu?a y hablo con algunos amigos sobre el tema. No hay agon¨ªa por lado alguno, pero todo puede hacerse ciertamente mejor. Eso es innegable. M¨¢s f¨¢cil a¨²n en el caso de las lenguas neolatinas, todas tan comunicables pero tan mal habladas y mal escritas hoy, aunque seguramente no por la cuesti¨®n de competencia entre ellas. Si las lenguas aut¨®ctonas de los catalanes/as son, por razones obvias, el castellano y el catal¨¢n, ?no es posible encontrarles un acomodo razonable en todos los niveles educativos en lugar de enzarzarnos peri¨®dica y cansinamente en esta discusi¨®n peregrina de lo vehicular? Sin embargo, el problema es todav¨ªa mayor porque, para cuando estos anacr¨®nicos dilemas est¨¦n resueltos en el corral hisp¨¢nico, nuestros descendientes estar¨¢n hablando ya en ingl¨¦s o chino mandar¨ªn. Este es el reto y no retrogradar, como gustaba decir a los liberales del siglo XIX, a discusiones que la sociedad les est¨¢ negando virtualidad cada d¨ªa. Y la experiencia muestra algo que no es ocioso: quienes conocen m¨¢s lenguas, m¨¢s f¨¢cil les resulta el aprendizaje de otras.
Que nos lo digan a la gente de mi generaci¨®n, que nos lo digan en una lengua que podamos comprender.
Josep M. Fradera es catedr¨¢tico de Historia de la Universidad Pompeu Fabra.
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