Trumpismo
Ninguna democracia fr¨¢gil est¨¢ vacunada contra el virus del expresidente de Estados Unidos
El vocabulario pol¨ªtico es muy r¨ªgido, tiende a admitir nuevos componentes con cuentagotas y, como resultado, a agrupar los significados de conceptos clave hasta constituir aut¨¦nticos cajones de sastre, susceptibles de convertirse en viveros para la descalificaci¨®n. Es lo que ha sucedido hist¨®ricamente con el fascismo, o los fascismos, que de un lado siguen siendo objeto de un intenso debate te¨®rico, y de otro son de uso com¨²n para satanizar al rival pol¨ªtico. En nuestro pa¨ªs es a?adida a estos efectos la etiqueta de facha, contrapunto de la de comunista para toda forma de izquierda radical. As¨ª seg¨²n Podemos y los ¡°progresistas¡± en general, los del PP, como los de Vox, son fachas, y a la inversa tendr¨ªamos ahora en Espa?a un gobierno socialcomunista. La aportaci¨®n anal¨ªtica es en ambos casos nula. Sirven como indicadores de una peligrosa tensi¨®n pol¨ªtica.
Con toda probabilidad, la reciente aportaci¨®n de Donald Trump al repertorio de las formas antidemocr¨¢ticas cumplir¨¢ ese papel de ladrillo arrojadizo contra el adversario. Ha aparecido ya el calificativo de ¡°trumpista¡± aplicado al PP y en la valoraci¨®n de los acontecimientos de Washington nuestra derecha trae a la memoria la consigna de Pablo Iglesias en 2016 de ¡°rodear al Congreso¡± para asimilar ese llamamiento antidemocr¨¢tico a lo practicado por Trump. No es in¨²til, pues, abrir una discusi¨®n.
La entrada en escena del ¡°trumpismo¡± puede situarse en el punto de encuentro de la evoluci¨®n hist¨®rica norteamericana y del capitalismo desregulado que motiv¨® la crisis de 2008, y ha sobrevivido a la misma. Thomas Piketty ha apuntado al hilo rojo que enlaza el estallido de agresividad wasp del 6 de enero con la supervivencia a largo plazo de mentalidad e intereses esclavistas, despu¨¦s de la derrota militar en la guerra de Secesi¨®n. Al modo gattopardiano, todo cambi¨® con la abolici¨®n, pero los caballeros de Lo que el viento se llev¨® rehicieron su hegemon¨ªa, eliminando el voto de los exesclavos. Luego la mantuvieron a pesar de los cambios logrados desde los a?os 1960. Solo ahora llega un senador negro en Georgia, y al sentirse pol¨ªtica y demogr¨¢ficamente amenazados se increment¨® su exasperaci¨®n.
Panzudo, y con Melania en lugar de Escarlata como hembra de lujo, Trump es el ¨²ltimo heredero de Rhett Butler. De especulador tramposo a gran especulador fraudulento, con la ayuda inestimable de innovaciones t¨¦cnicas, como el tuit, para traducir el poder econ¨®mico en pol¨ªtico, acudiendo a la mentira permanente. Faltaba solo que en una d¨¦cada de crisis, una creciente inseguridad golpease a las capas populares blancas, para que Trump, como antes Hitler, encontrase el Ej¨¦rcito de maniobra, las masas manipuladas en lugar de ciudadanos, para su autogolpe de asalto a la democracia.
?Fascismo? La respuesta es positiva, si aceptamos la propuesta de Umberto Eco sobre el ¡°fascismo eterno¡±, consolidado a partir de sus primeras expresiones en Italia y Alemania. Eco no cree que derrotados, los fascismos hayan desaparecido: ¡°Pueden regresar en cualquier momento bajo una apariencia inofensiva, por lo que nuestro deber consiste en desenmascararlo y poner de manifiesto cada uno de sus nuevos aspectos¡±. S¨ªmbolos y mitos pueden variar, la grandeza de la URSS y de ¡°Am¨¦rica¡± o de los imperios otomano y chino, en Trump como en Putin, en Xi Jinping o en Erdogan, pero siempre buscan la coartada de la ¡°humillaci¨®n¡±, desde la paz de Versalles al colonialismo occidental o a la ¡°Am¨¦rica¡± profanada. Lo cual legitima el recurso a la violencia. Por encima de la diversidad de formas, cuenta el amplio denominador com¨²n: la supresi¨®n de la democracia y de los derechos humanos, del pluralismo, pasando de la expresi¨®n libre al monopolio de la comunicaci¨®n por el poder, y al citado ejercicio de la mentira sistem¨¢tica, favoreciendo la concentraci¨®n de dicho poder en un l¨ªder carism¨¢tico que exhibe un nacionalismo exacerbado, construido a partir de la designaci¨®n de un enemigo.
El cambio hist¨®rico registrado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, explica tambi¨¦n la fragilidad de la democracia, una vez quebrada la expectativa de su generalizaci¨®n tras hundirse ¡°el socialismo real¡±. Los supuestos econ¨®micos han fallado uno tras otro, y a las formas de integraci¨®n del ciudadano aparentemente consolidadas, ha sustituido la inseguridad de la sociedad l¨ªquida descrita por Baumann. Nada queda del espejismo de una sociedad industrial progresiva, que incorporar¨ªa a los pa¨ªses en ¡°v¨ªas de desarrollo¡±, a modo de los aviones que antes o despu¨¦s despegan de un aeropuerto abierto a todos. El hambre en el mundo se saciar¨ªa con los recursos inagotables del mar y al ¡°trabajador opulento¡± (affluent worker) solo le amenazaba la alienaci¨®n propia de la sociedad de consumo de masas. ?Supervivencia del planeta? Asegurada.
Nada queda del sue?o. Vista desde este ¨¢ngulo, la experiencia de Trump es el resultado de ese deterioro, y por consiguiente del papel hegem¨®nico desempe?ado por su ¡°Am¨¦rica¡±, convirti¨¦ndose adem¨¢s en agente de su autodestrucci¨®n. En la nueva globalizaci¨®n, China ha dejado de ser un ¡°pa¨ªs emergente¡± para convertirse en aspirante decidido a ejercer la hegemon¨ªa en todos los ¨¢mbitos, con rasgos poco atractivos. Lo que ofrece es el Estado orwelliano de vigilancia universal hacia su interior, y una proyecci¨®n imperialista que de modo consciente no excluye el recurso a la guerra para afirmar sus aspiraciones (Taiwan en primer plano). En su estela, los imperialismos de Putin y de Erdogan ya no solo anuncian la guerra, sino que la practican resueltamente, por ahora a escala limitada. Joe Biden y la Uni¨®n Europea tienen por delante una dif¨ªcil tarea.
Volviendo al trumpismo, entendido como forma de destrucci¨®n de la democracia desde el poder, fallida por el momento, cabe recordar que como Putin y Erdogan, Trump recurri¨® al viejo expediente de eliminar los obst¨¢culos a la reelecci¨®n, premisa para aplastar a toda fuerza opositora.
Este ser¨ªa el rasgo m¨¢s preocupante, entre nosotros, de la visible orientaci¨®n de Pedro S¨¢nchez a fijar como objetivo prioritario su instalaci¨®n como poder a largo plazo, viendo en las siguientes elecciones un trampol¨ªn para desarrollar el supuesto programa de renovaci¨®n econ¨®mica. Con un partido, el PSOE, sin debate interno y reducido a instrumento fiel de sus decisiones, el reiterado uso de la mentira se hace inevitable. Pudimos constatarlo con el avance de la pandemia. En la vertiente opuesta, el neofranquista Vox reproduce el rasgo definitorio de la extrema derecha en los a?os 30: su v¨ªa ilegal de subida al poder no ir¨ªa por la movilizaci¨®n de masas, sino por el apoyo al malestar de sectores del Ej¨¦rcito ante el tratamiento del independentismo catal¨¢n por el Gobierno. PP: reacci¨®n cl¨¢sica.
En fin, por mucho que localice su ¡°progresismo¡± en las ant¨ªpodas del trumpismo, son las ideas y la pr¨¢ctica pol¨ªtica desarrolladas por Pablo Iglesias, enfrentando las masas a la representaci¨®n parlamentaria y a los medios, lo que m¨¢s puede acercarnos a una deriva trumpista. En la misma direcci¨®n operan su visi¨®n de la pol¨ªtica como ¡°disputa¡± violenta, la condena demag¨®gica de todo aquel opuesto a UP, y en particular la sustituci¨®n del argumento por el tuit de descalificaci¨®n, dirigido contra los periodistas, incluso a t¨ªtulo personal, en cuanto ¡°¨®rganos de las cloacas¡±. ?Resultado? Un envilecimiento peligroso del debate pol¨ªtico, compensado solo cuando Trabajo plantea sus iniciativas de gobierno. El riesgo es que la grave crisis abra esta caja de Pandora. Ninguna democracia fr¨¢gil est¨¢ vacunada contra el virus de Trump.
Antonio Elorza es profesor de Ciencia Pol¨ªtica.
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