Consentimiento
Es muy raro que se muestren las consecuencias reales del trauma de la violencia sexual
Este texto nace de un cansancio inimaginable. El cansancio de alguien que ha escuchado demasiadas veces, durante demasiado tiempo, las siguientes cosas: ¡°Con 15 a?os esa ya sab¨ªa lo que hac¨ªa¡±. (?El tipo de 30, 40 o 60 tambi¨¦n lo sab¨ªa?). ¡°Es que el paradigma ha cambiado¡±. (Lo que era un abuso hace 20 a?os es un abuso ahora, lo que ha cambiado es la noci¨®n de impunidad). ¡°Si bebes y vas a casa del tipo, no te quejes luego de lo que te pase¡±. (Si un violador est¨¢ borracho, eso es un eximente, si la v¨ªctima ha bebido, se considera que se lo estaba buscando). ¡°Ense?o a mi hija a ser una guerrera¡±. (?Y a tu hijo cu¨¢ndo le ense?ar¨¢s a ser menos guerrero, a asumir que la vulnerabilidad, el contacto con las emociones, tambi¨¦n es un valor?). ¡°Es un padre estupendo, colabora en todo, cambia los pa?ales¡±. (?Y qu¨¦ quiere?, ?una medalla?, ?una placa conmemorativa en la calle donde naci¨®?).
S¨ª, los lugares comunes aburren de comunes que son, lo s¨¦. Esos lugares comunes que son el tipo llam¨¢ndote fr¨ªgida en un pasillo de hotel porque te vas a tu habitaci¨®n (¡°?no ves c¨®mo me pones?¡±). Son las personas que sistem¨¢ticamente sospechan de las v¨ªctimas y a las que se les llena la boca hablando de las falsas denuncias. Son los hashtags que simplifican la complejidad de la naturaleza humana. Son los que llamar¨¢n ¡°zorra¡± a la protagonista de Promising Young Woman. Los que se mofan de la app danesa Iconsent, pero no porque sea in¨²til, sino porque no ven la necesidad de que exista la negociaci¨®n del consentimiento. Los que no ven agresi¨®n en que un hombre se quite el cond¨®n antes de terminar. Los que minimizan sistem¨¢ticamente las consecuencias de la coacci¨®n emocional. Los que nunca creer¨¢n que los hombres que admiran puedan ser otra cosa que lo que quieren creer que son. Somos todos los que en un momento de nuestra vida tambi¨¦n hemos dicho eso de ¡°?a estas alturas, para qu¨¦ se mete en l¨ªos denunciando, qu¨¦ gana con eso?¡±.
En mi inocencia estaba absolutamente convencida que en este siglo todas estas cosas formar¨ªan parte de un pasado lejano. Cre¨ªa firmemente que llevar¨ªa a mis nietos a un museo de historia donde las violaciones, la coacci¨®n emocional, la obligaci¨®n de llevar determinados atuendos por obligaci¨®n, la disparidad salarial o la aberrante, desde cualquier punto de vista, ausencia de mujeres en los puestos claves de las decisiones, se ver¨ªan representadas con vetustos diaporamas o rancias proyecciones que ellos contemplar¨ªan con incredulidad mientras yo intentaba explicarles que s¨ª, que aunque cueste creerlo, las cosas eran as¨ª. Me imaginaba a m¨ª misma explic¨¢ndoles que hubo un tiempo remoto en que en las pel¨ªculas y las series el asalto sexual era trivializado hasta extremos grotescos (?hola, Juego de tronos?) y que muy raramente se mostraban las consecuencias reales del trauma de la violencia sexual, consecuencias que no tienen fecha de caducidad. Por desgracia vivimos en una especie de museo lleno de anacronismos vivientes: se llama realidad.
Hace unos meses, le¨ª una noticia que me afect¨® de una manera especial. Los periodistas Albert Llim¨®s y Nuria Juanico publicaron en el diario Ara un reportaje sobre una escuela de teatro de Lleida en la que, durante 20 a?os, varias generaciones de alumnas sufrieron los abusos de un profesor que re¨²ne todas las caracter¨ªsticas de un manipulador de manual que actuaba con total impunidad. Quise hablar con ellas y encontr¨¦ a nueve mujeres que, si yo fuera el encargado de elaborar el proyecto de ley sobre el consentimiento, como el que se aprobar¨¢ (o no) el 3 de marzo, las estar¨ªa escuchando ahora mismo. Su peripecia, desde la adolescencia hasta hoy, es un camino que ha sido recorrido antes por millones de mujeres de todo el mundo, la diferencia es la brutal toma de conciencia que han hecho juntas, la manera serena que tienen de afrontar un pasado que les ha dejado cicatrices que siempre estar¨¢n ah¨ª, pero que no va a impedirles ser y hacer lo que quieran. El relato de estas nueve exalumnas contiene todos los elementos que hacen del consentimiento el tema clave en las relaciones humanas. Las reacciones a sus testimonios, tanto desde el ¨¢mbito jur¨ªdico, sociol¨®gico, familiar, son un aviso para navegantes: s¨®lo el convencimiento que tienen de que lo que les pas¨® podr¨ªa haberse evitado las mueve a trabajar para evitar que vuelva a ocurrir.
Es imposible tratar el consentimiento sin intentar entender la gelatina mental que tenemos en la cabeza, fruto de una educaci¨®n que parece estar dise?ada expresamente para da?ar la construcci¨®n del punto de vista y del libre albedr¨ªo. Y en el caso de la adolescencia hay siempre que tener en cuenta el hambre l¨®gica del adolescente por que alguien lo valore, lo vea. Esa hambre que es explotada vilmente por adultos que tienen el poder de ver y escoger y da?ar, a veces irremediablemente.
Trabajando con estas mujeres, me doy cuenta cada d¨ªa de cu¨¢nto tenemos todav¨ªa que escuchar, cu¨¢nto por aprender. La ¨²nica opci¨®n viable que se me ocurre es que estemos dispuestos a levantar la alfombra y barrer. Haya lo que haya debajo de la alfombra. Aunque, bien mirado, lo mejor ser¨¢ tirar la alfombra a la basura y empezar de una vez a pisar el suelo.
Isabel Coixet es directora de cine.
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