Los pol¨ªticos y la reforma de Espa?a
Para que el pa¨ªs sea m¨¢s competitivo contando con m¨¢s investigaci¨®n e innovaci¨®n, para ganar de manera definitiva el reto de la modernidad y del progreso, necesitaremos reformar todos y cada uno de los planos de la vida nacional con una idea que nos gu¨ªe hacia la consecuci¨®n de un mismo fin: el bienestar de los espa?oles
En este cambio de ¨¦poca que los espa?oles estamos viviendo en medio de una pandemia, una trepidante revoluci¨®n tecnol¨®gica y una imparable globalizaci¨®n, se necesita realizar con premura una profunda reforma integral de Espa?a. Con verdadera urgencia societaria y nacional debemos proceder a una nueva reforma del pa¨ªs que culmine la realizada durante la Transici¨®n, que fue un extraordinario periodo hist¨®rico que inaugur¨® la democracia, nos situ¨® pol¨ªticamente en Europa y articul¨® el nuevo Estado de las Autonom¨ªas. Una urgente reforma que en estos momentos tiene un id¨®neo contexto hist¨®rico para poderla realizar: la llegada de la bendita solidaridad europea con un ramillete de fondos que nos puede permitir no solo salvar la actual crisis sino hacerlo con sentido de la historia, dejando en los pr¨®ximos a?os a nuestra sociedad mucho mejor aseada y a nuestro pa¨ªs mucho mejor plantado en el concierto internacional que antes de la covid.
Pero para ello se requiere de forma inexcusable no dar la espalda a una serie de condiciones que la deben posibilitar. La primera es tomar conciencia del momento hist¨®rico en el que vivimos y de la oportunidad que se nos presenta. En tiempos de tribulaci¨®n creo que s¨ª se pueden y deben hacer mudanzas importantes. Afrontemos la presente gran crisis para precisamente abrir una oportunidad de realizar las hondas reformas que no parece l¨®gico que sigan dilat¨¢ndose en la vida espa?ola. Con un optimismo razonable, pienso que estamos ante un buen momento para que nuestra sociedad est¨¦ m¨¢s predispuesta a escuchar algunas cosas que en otras circunstancias resultar¨ªan verdaderos desafueros para muchos ciudadanos de diferente credo pol¨ªtico.
Escuchar que es preciso adaptarnos con inteligencia y premura al nuevo paradigma tecnol¨®gico y contribuir al mantenimiento del medio ambiente con una reforma profunda de nuestro modelo econ¨®mico y de trabajo. Escuchar que debemos enfrentarnos a los cambios demogr¨¢ficos que afectar¨¢n a nuestras pensiones y a las nuevas generaciones. Escuchar que hemos de construir un modelo de comportamiento pol¨ªtico y ¨¦tico para una inmigraci¨®n que no cesar¨¢ y que, por otra parte, resultar¨¢ esencial para afrontar el propio reto demogr¨¢fico. Escuchar que es necesario realizar cambios importantes en nuestro modelo de gesti¨®n territorial iniciando la reforma del Estado de las Autonom¨ªas. Escuchar que los ciudadanos quieren sentirse mejor atendidos por sus pol¨ªticos cuando los representan. Y escuchar que como consecuencia de lo anterior tenemos que levantar un nuevo consenso pol¨ªtico para ver qu¨¦ cambios son necesarios acordar respecto a nuestra Carta Magna para fortalecer nuestra democracia representativa.
La segunda es que debemos ver con absoluta claridad y sin ning¨²n temor, que esa honda reforma la debemos hacer en el marco de Europa, sin que las indicaciones que nos hagan los socios de viaje que han decidido mancomunar una gran deuda p¨²blica con nosotros sean vistas como imposiciones de unos ¡°adversarios¡± de los que hay que desconfiar porque quieren en realidad ¡°subyugarnos¡± como naci¨®n e imponernos sus culturas. No, en absoluto. Nuestros conciudadanos europeos son los mejores acompa?antes para el viaje m¨¢s realista y sensato que cabe acometer ante la mundializaci¨®n, a saber: vivir juntos la apasionante traves¨ªa de ir forjando unos Estados Unidos de Europa. Pero, con todo, seamos conscientes de que no podemos considerar la ayuda europea como una especie de man¨¢ que nos exime de abordar nuestras propias responsabilidades de cambiar y mejorar nuestro pa¨ªs. Europa nos arropa, pero nosotros somos quienes mecemos nuestra propia cuna.
Y la tercera se refiere a que los pol¨ªticos de las diferentes formaciones deber¨ªan aceptar una inequ¨ªvoca perspectiva de Estado para abordar con ¨¦xito las importantes reformas parciales que se necesitan para conducir la reforma hol¨ªstica de Espa?a. No es que deban renunciar los partidos a sus ideolog¨ªas y a sus programas pol¨ªticos, sino que han de acompasarlos con las extraordinarias circunstancias hist¨®ricas de cambio acelerado que supone la globalizaci¨®n abriendo la oportunidad de obtener r¨¦ditos y mejoras para nuestra sociedad. De lo contrario, aquella puede ir dejando cada vez m¨¢s en situaci¨®n residual a Espa?a primero y a Europa despu¨¦s.
Sin embargo, para la reforma de Espa?a necesitaremos una premisa esencial: el paradigm¨¢tico comportamiento de los pol¨ªticos mostrando una convencida unidad practicada con generosidad, lealtad y esp¨ªritu de estadista. Cada partido tiene su propia idea leg¨ªtima del bien com¨²n, pero necesitaremos que se convenzan de que en democracia se debe compartir un m¨ªnimo com¨²n denominador sobre el inter¨¦s nacional porque de lo contrario el propio ideario de cada partido no llegar¨¢ a ning¨²n lugar efectivo. Al contrario, lo que suele ocurrir es que en todo caso se produce un est¨¦ril vaiv¨¦n hist¨®rico aprobando medidas que vienen a sustituir a otras precedentes y que a su vez ser¨¢n cambiadas en cuanto mute el Gobierno de turno.
Una unidad de los pol¨ªticos que es precisamente la que acabar¨¢ cimentando la unidad de los ciudadanos en lugar de la actual progresiva polarizaci¨®n irresponsable en la que est¨¢ sumido el parlamentarismo espa?ol. Debemos mostrarle a la sociedad espa?ola que es necesaria la reforma integral de Espa?a y que es posible hacerla sumando y no restando, con rigor y sin demagogias, con pragmatismo y sin quimeras, con decisi¨®n pero con prudencia, con la primacia de la racionalidad y poniendo en silencio a las pasiones, sin sectarismo ni crispaci¨®n, sin electoralismo cortoplacista y convocando en cambio a todos a una gran empresa colectiva para cimentar un porvenir que acabe con la estructural falta de oportunidades que hoy tiene una buena parte de nuestra ciudadan¨ªa. Una sociedad espa?ola a la que no cabe eximir de su propia responsabilidad en no dejarse arrastrar por la intolerancia partidista y la desafortunada recreaci¨®n de las dos Espa?as machadianas. Responsabilidad que desde luego tienen en primer tiempo de saludo los medios de comunicaci¨®n que act¨²an a menudo como estimuladores del partidismo sectario. Y no digamos las redes sociales que hacen del miedo, la irritaci¨®n y la pol¨¦mica su medio de existencia.
La reforma de Espa?a no es un capricho de intelectuales, sino una necesidad imperiosa si queremos tener un futuro entre los pa¨ªses del mundo. Es recoger y culminar el legado de los arbitristas, de los ilustrados, de los regeneracionistas liberales y de los hacedores de nuestra Transici¨®n.
Para que Espa?a sea m¨¢s competitiva contando con m¨¢s investigaci¨®n e innovaci¨®n, para ganar de manera definitiva el reto de la modernidad y del progreso, necesitaremos reformar todos y cada uno de los planos de la vida nacional con una idea que nos gu¨ªe hacia la consecuci¨®n de un mismo fin: el bienestar de los espa?oles.
La idea es que sin la unidad de los pol¨ªticos no se conseguir¨¢ la unidad de una sociedad que debe ser ilusionada por ellos en la noble tarea com¨²n de reformar Espa?a. El objetivo est¨¢ escrito desde siempre en la vida social: que cada ciudadano pueda vivir en una sociedad que siente como suya porque sabe que es su mejor protecci¨®n en el proceloso caminar de la vida. La reforma de Espa?a es un bien necesario que nos debemos a nosotros mismos pero sobre todo a las pr¨®ximas generaciones, que no debieran poder reprocharnos que no estuvimos a la altura de las circunstancias porque les dimos un porvenir hipotecado a causa de nuestras peque?eces, nuestras miserias, nuestras miop¨ªas y nuestras negligencias.
Roberto Fern¨¢ndez es catedr¨¢tico de Historia Moderna en la Universidad de Lleida.
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