Con el litio no tiene que repetirse la historia
Extremadura ha sido fuente de riqueza natural cuyo beneficio econ¨®mico ha ido a parar a otros lugares y ahora la explotaci¨®n de este elemento coloca a sus autoridades ante la obligaci¨®n de no permitirlo de nuevo
El litio es uno de esos metales que estudi¨¢bamos en el instituto, en la tabla peri¨®dica de los elementos qu¨ªmicos. Pero lo ignor¨¢bamos todo sobre ¨¦l hasta que, hace unos a?os, se convirti¨® de pronto en el componente imprescindible para la fabricaci¨®n de bater¨ªas por sus excelentes condiciones para conducir la electricidad.
Junto a la ciudad de C¨¢ceres, en las antiguas minas de Valdeflores, se ha descubierto un enorme yacimiento casi a ras de suelo, f¨¢cil de extraer a cielo abierto, con 1,6 millones de toneladas de carbonato de litio, una cantidad suficiente para fabricar diez millones de bater¨ªas para coches el¨¦ctricos.
Ante ese fil¨®n, la codicia minera ha comenzado a salivar y la multinacional australiana Infinity Lithium ¡ªque tiene un nombre demasiado pretencioso, como gal¨¢ctico y para despistar, porque sus intereses est¨¢n en el subsuelo¡ª quiere emprender ya la extracci¨®n, avalada por la Uni¨®n Europea, que necesita con urgencia el mineral para nutrir a las todopoderosas industrias automovil¨ªsticas y tecnol¨®gicas sin depender de China.
Frente a las presiones de la multinacional, sedienta de litio, se ha alzado un movimiento ecologista que rechaza una mina a cielo abierto en los arrabales de la ciudad y vuelve a poner de actualidad un viejo tema, dolorosamente repetido a lo largo de la historia: el profundo desequilibrio entre la riqueza que generan algunas materias primas y el poco aprovechamiento de dicha riqueza en el lugar de extracci¨®n, porque la plusval¨ªa siempre termina en manos de la industria transformadora.
Los ecologistas han sido la vanguardia de la oposici¨®n a la mina y sin sus campa?as tal vez ahora mismo ya estuvieran los martillos neum¨¢ticos cavando pozos.
C¨¢ceres sabe de minas. En el impulso que la ciudad tom¨® en el siglo XIX influy¨® la explotaci¨®n de los yacimientos de fosfatos de una de sus barriadas, Aldea Moret, hoy abandonados.
Pero por lo mismo que C¨¢ceres sabe de minas, Extremadura sabe de expolio. Bastan unos ejemplos, con datos: durante muchos a?os, d¨¦cadas, le¨ªamos con estupefacci¨®n ¡ªen una fuente tan objetiva y as¨¦ptica como los libros de texto de bachillerato¡ª que Extremadura produc¨ªa el 85% del tabaco nacional como materia prima. Sin embargo, en la regi¨®n no hab¨ªa ni una sola planta de envasado y manufacturado, que la dictadura franquista hab¨ªa instalado en otras regiones m¨¢s mimadas, m¨¢s reivindicativas.
Se daba as¨ª la dolorosa paradoja ¡ªah¨ª est¨¢n los nombres y apellidos¡ª de que hijos de los agricultores de la Vera o del valle del Alag¨®n que cultivaban la planta ten¨ªan que emigrar a otras regiones para trabajar en las f¨¢bricas de empaquetado del mismo tabaco que sus padres sembraban, mimaban, regaban, recog¨ªan, secaban.
Algo parecido sucedi¨® y sigue sucediendo ahora mismo con la generaci¨®n de energ¨ªas el¨¦ctricas. Extremadura consume un 23% de la energ¨ªa que produce, de modo que, con una l¨®gica ego¨ªsta, no ten¨ªa sentido construir aqu¨ª la central nuclear de Almaraz, m¨¢s a¨²n cuando sus beneficios ni figuran ni repercuten en Extremadura, sino que engordan las estad¨ªsticas del PIB de Bilbao, de Barcelona o de Madrid, sedes de las compa?¨ªas Iberdrola, Naturgy y Endesa respectivamente, due?as de los dos reactores nucleares.
Sin un concepto de la solidaridad interterritorial, tampoco tendr¨ªa sentido aceptar el trasvase de aguas del Tajo a la sedienta cuenca del Segura.
Y ni en el tabaco, ni en la energ¨ªa, ni en los trasvases, ni en la lamentable red ferroviaria vale hablar de pasividad de sus habitantes o de la inexistencia de una burgues¨ªa moderna y emprendedora, etc¨¦tera, puesto que tanto Tabacalera como Renfe o las industrias el¨¦ctricas eran monopolios nacionales del Estado franquista, sujeto a las decisiones de un dictador cuya pol¨ªtica econ¨®mica poco se ocup¨® de la solidaridad con los territorios m¨¢s deprimidos: en lugar de compensar carencias entre las regiones, prefiri¨® conceder privilegios a las m¨¢s ricas. Est¨¢ pendiente un estudio riguroso sobre la influencia de la herencia de la dictadura en la actualidad de la Espa?a vac¨ªa.
Que Franco fomentara aquellas pr¨¢cticas, hasta cierto punto era comprensible. Pero no lo es que las siga practicando un Gobierno de izquierdas, con la coalici¨®n PSOE-Unidas Podemos, que considera la solidaridad como una de sus se?as de identidad, como sugiere la declaraci¨®n en Martorell de la ministra de Industria Reyes Maroto sobre el destino de 10.000 millones de euros de los fondos europeos a invertir en una megaf¨¢brica de bater¨ªas de litio.
Quiero creer que la naturaleza ten¨ªa una intenci¨®n justiciera al repartir por todo el planeta las materias primas valiosas ¡ªel oro, los diamantes, el petr¨®leo, el colt¨¢n, el litio ahora¡ª, para equilibrar la distribuci¨®n de la riqueza global que disfrutar¨ªa el homo sapiens. Pero lleg¨® el traficante de abalorios a romper ese equilibrio y a explotar los recursos naturales de zonas deprimidas para llev¨¢rselos a zonas m¨¢s desarrolladas.
Ahora, en C¨¢ceres, se presenta una oportunidad excepcional para romper esa din¨¢mica de explotaci¨®n y para no permitir que las perforadoras de Infinity Lithium hundan sus colmillos en el suelo sin haber asegurado antes el bienestar y el progreso de sus habitantes. Est¨¢ muy bien que las ricas y hermosas ciudades europeas disfruten de una atm¨®sfera limpia de humos de gasoil gracias a los coches el¨¦ctricos, pero, como es obvio, no a costa de contaminar con polvo de mina la atm¨®sfera de otras ciudades.
Imagino qu¨¦ pensar¨ªan los ciudadanos de sus gobernantes y gestores si permitieran que eso sucediera y se repitiera en pleno siglo XXI el viejo ciclo hist¨®rico de explotaci¨®n, agotamiento, escombros.
Doy por supuesto que el alcalde de C¨¢ceres ¡ªque ha anunciado que dimitir¨¢ si se aprueba la mina¡ª y el presidente de la comunidad aut¨®noma est¨¢n barajando las razones a favor y en contra de la mejor opci¨®n y que se est¨¢n planteando, con honradez y sin demagogias, la pregunta que, en una disyuntiva muy distinta, se hizo Lenin: ?qu¨¦ hacer?
Por supuesto, tendr¨¢n que escuchar democr¨¢ticamente a todas las partes con sus intereses, pero en ning¨²n caso la ciudadan¨ªa les perdonar¨ªa que vendieran la riqueza com¨²n de la tierra por un plato de lentejas o, dicho a la australiana, por una fabriquilla de c¨¢todos. Los ciudadanos est¨¢n esperando que levanten la voz oponi¨¦ndose en firme y sin ambig¨¹edades a la explotaci¨®n decimon¨®nica de siempre o a que, en todo caso, si hay que negociar contra toda Europa, comiencen en serio: ¡°Si quieren el litio, pongan aqu¨ª la f¨¢brica de bater¨ªas. Pongan un Guggenheim encima de la mesa, y hablamos¡±.
Eugenio Fuentes es escritor. Su ¨²ltima novela es Piedras negras (Tusquets Editores).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.