Retirada de Afganist¨¢n
Biden ordena el repliegue tras una intervenci¨®n militar con muchas sombras
Estados Unidos ha decidido poner fin a la intervenci¨®n militar en Afganist¨¢n, su guerra m¨¢s larga. La decisi¨®n responde sobre todo al nuevo enfoque geoestrat¨¦gico de Joe Biden. Aunque en Afganist¨¢n, a diferencia de Irak, Washington respondi¨® a una agresi¨®n evidente (los atentados de Al Qaeda del 11-S de 2001) y cont¨® con el respaldo de la comunidad internacional (incluida una resoluci¨®n de la ONU), la misi¨®n hab¨ªa superado su motivo inicial. Tras derribar al r¨¦gimen talib¨¢n, que dio refugio a los responsables de aquellos ataques, el objetivo no estaba claro y la corrupci¨®n de los gobiernos afganos tampoco ha ayudado. El balance de dos d¨¦cadas de intervenci¨®n no es luminoso.
Al mismo tiempo, la salida de las tropas estadounidenses, que arrastran consigo a las de la OTAN que las apoyaban, resulta problem¨¢tica. En primer lugar, para los muchos afganos que temen que los talibanes vuelvan a hacerse con el poder. No se ha consolidado el prometido sistema democr¨¢tico; tampoco ha concluido el proceso de paz al que el anterior presidente estadounidense, Donald Trump, vincul¨® inicialmente la retirada. Sin la protecci¨®n a¨¦rea y log¨ªstica de los soldados extranjeros, resulta dudosa la capacidad de las fuerzas afganas ante el empuje de la guerrilla talib¨¢n, que ya controla buena parte del pa¨ªs.
Es cierto que los talibanes, a diferencia de Al Qaeda, no son ajenos a la sociedad afgana e incluso cuentan con respaldo social en muchas zonas rurales. Tambi¨¦n lo es que Afganist¨¢n ha cambiado mucho en las dos d¨¦cadas transcurridas desde que EE UU les ech¨® del poder. Casi dos tercios de sus 38 millones de habitantes tienen menos de 25 a?os y no han sufrido las restricciones y penurias que caracterizaron el Gobierno talib¨¢n (1996-2001). Las mujeres, en particular, han alcanzado derechos sin precedentes en educaci¨®n, acceso a la sanidad y trabajo.
No est¨¢ claro cu¨¢nto han evolucionado los talibanes. En algunas zonas bajo su control permiten que las ni?as vayan al colegio, pero solo hasta que llegan a la pubertad. M¨¢s preocupante, no han dado signos de estar dispuestos a compartir el poder, como pretende la conferencia internacional que EE UU ha convocado en Estambul a finales de este mes (y en la que rechazan participar). Con la salida de las tropas extranjeras asegurada, carecen de incentivo para flexibilizar su postura maximalista.
Ser¨ªa un grave error que, con sus soldados de vuelta a casa, Occidente se olvidara de Afganist¨¢n. Una nueva guerra civil causar¨ªa nuevos desplazamientos de poblaci¨®n que debieran preocupar a sus vecinos, pero tambi¨¦n a Europa (en 2019, antes de la pandemia, los afganos superaron a los sirios entre quienes llegan de forma ilegal). Adem¨¢s, si los talibanes vuelven a monopolizar el poder, se corre el riesgo de que el pa¨ªs asi¨¢tico se convierta de nuevo en un refugio para los terroristas.
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