El ciberespacio se traslada al hemiciclo
Las C¨¢maras est¨¢n quedando reducidas a meras instancias de decisi¨®n, m¨¢s que de deliberaci¨®n o debate
De la crisis del parlamentarismo se viene hablando al menos desde Donoso Cort¨¦s, pasando por Carl Schmitt y hasta el actual momento populista. Pero ah¨ª sigue, sobreviviendo con su mala salud de hierro. Las noticias sobre su fallecimiento son, desde luego, exageradas. Sin embargo, los s¨ªntomas que ahora se aprecian deber¨ªan ser motivo de preocupaci¨®n. Hemos bajado ya tanto las expectativas que apenas nos sorprenden espect¨¢culos como los del pasado mi¨¦rcoles con motivo de la triunfalista presentaci¨®n gubernamental del Plan de Recuperaci¨®n, Transformaci¨®n y Resiliencia en el Congreso. Para empezar, porque S¨¢nchez ya lo hab¨ªa hecho p¨²blico con anterioridad en una comparecencia ante los medios.
La primicia fue para los medios, no para el Legislativo. Quiz¨¢ porque hoy se gobierna para ellos; las C¨¢maras quedan reducidas cada vez m¨¢s a meras instancias de decisi¨®n m¨¢s que de deliberaci¨®n y debate. Y para qu¨¦ hablar de su funci¨®n de control, un simulacro donde (casi) siempre ocurre lo mismo. ¡°Controlar¡±, que presupone el examen de algo con atenci¨®n, equivale ahora a ¡°descalificar¡±, a la desautorizaci¨®n pura y dura. No de aquello que se somete a comprobaci¨®n, sino del examinado y del examinante. Es decir, que cada vez escasean m¨¢s los argumentos ad rem y abundan las referencias ad personam.
En el caso del Plan aludido, para nuestra oposici¨®n importaba m¨¢s la descalificaci¨®n de S¨¢nchez que debatir el contenido del proyecto, con lo cual ya no es preciso contra-argumentar, basta con contra-descalificar. Y al final el ciudadano se queda tan desorientado o m¨¢s que antes del supuesto debate. Otra ocasi¨®n perdida para poder reflexionar conjuntamente sobre algo en lo que tanto nos jugamos.
Con todo, no hay que rasgarse (demasiado) las vestiduras o a?orar tiempos pasados. Es l¨®gico que una instituci¨®n decimon¨®nica tenga dif¨ªcil su adaptaci¨®n a la democracia digital. Supo amoldarse bastante bien a la radio y la televisi¨®n, pero est¨¢ por ver si conseguir¨¢ sobrevivir a las redes. Sus tempos y sus l¨®gicas son en gran medida contradictorias y los est¨¢n colocando en rumbo de colisi¨®n. Por eso ya no hay buenos parlamentarios, en el sentido cl¨¢sico del t¨¦rmino. Ahora se exigen otro tipo de habilidades, aquellas que sintonizan m¨¢s eficazmente con las pautas de la comunicaci¨®n dominante. La fuerza del mejor argumento se sustituye por la intensidad de las pasiones, por el zasca, la burda provocaci¨®n o la intensificaci¨®n de actitudes polarizantes. El ciberespacio se traslada al hemiciclo y escenifica all¨ª toda su fanfarria.
Como todav¨ªa ocurre en el brit¨¢nico, el Parlamento siempre fue un lugar de ruido, iron¨ªas, voces disonantes y falacias argumentales. La teatralizaci¨®n fue una de sus se?as de identidad. Pero hab¨ªa chispa e inteligencia y, sobre todo, respeto mutuo y conciencia plena de constituir la sede central de la democracia. Hoy da la impresi¨®n de ser el engorroso lugar donde pasar el tr¨¢mite de la aprobaci¨®n de leyes, o donde representar lo que mejor sintonice con los humores de las redes. No ejemplariza buscando contrarrestarlos con otra pol¨ªtica m¨¢s argumentativa y responsable. Ha preferido convertirse en su caja de resonancia m¨¢s solemne. Lo que a¨²n ignoramos es c¨®mo vaya a afectar esto a la democracia.
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