Am¨¦rica Latina: ?integraci¨®n o alineamiento?
La colaboraci¨®n pol¨ªtica en la regi¨®n ser¨ªa m¨¢s eficiente si las izquierdas tuvieran una visi¨®n m¨¢s pragm¨¢tica de las relaciones internacionales
Recientes elecciones en dos pa¨ªses andinos, Bolivia y Ecuador, arrojan resultados que complican la reorientaci¨®n pol¨ªtica en Am¨¦rica Latina. En Bolivia gan¨® la presidencia la izquierda, con Luis Arce y el Movimiento al Socialismo (MAS); en Ecuador, la derecha, con Guillermo Lasso y el Movimiento Creando Oportunidades (CREO). Dos pa¨ªses vecinos, protag¨®nicos en la corriente bolivariana hace una d¨¦cada, adoptan hoy caminos divergentes.
El ex canciller de Ecuador, Ricardo Pati?o, y el expresidente Rafael Correa, estuvieron muy activos en el proceso electoral, respaldando al candidato Andr¨¦s Arauz. En declaraciones de ambos a Sputnik, medio ruso que, como Russia Today, privilegia las posiciones de la ¡°revoluci¨®n ciudadana¡±, Correa y Pati?o auguraron que con el triunfo de Arauz ser¨ªa retomado el proyecto de Unasur y volver¨ªa a relanzarse la integraci¨®n continental.
Seg¨²n estos pol¨ªticos ecuatorianos, la vuelta de la izquierda al Palacio de Carondelet generar¨ªa una autom¨¢tica alianza boliviano-ecuatoriana que impulsar¨ªa el reforzamiento de v¨ªnculos entre Argentina y M¨¦xico, por un lado, y Venezuela, Nicaragua y Cuba, por el otro. Ni m¨¢s ni menos, un proyecto de gran concertaci¨®n entre el Grupo de Puebla y lo que queda de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra Am¨¦rica (ALBA).
El proyecto, por lo visto, topa ahora con el triunfo de la derecha ecuatoriana, pero vale la pena preguntarse por qu¨¦ era indispensable la llegada de Arauz a la presidencia para avanzar en la hipot¨¦tica alianza. ?Por qu¨¦, en resumidas cuentas, los nuevos gobiernos de la izquierda latinoamericana, el mexicano de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, el argentino de Alberto Fern¨¢ndez y el boliviano de Luis Arce, no pueden emprender, por s¨ª mismos, un acercamiento consistente a Venezuela, Nicaragua y Cuba?
La explicaci¨®n requiere de m¨¢s an¨¢lisis geopol¨ªtico y menos proselitismo ideol¨®gico. Tanto el Gobierno mexicano como el argentino, as¨ª como los conocidos referentes de las izquierdas brasile?a, uruguaya y chilena, que participan en el Grupo de Puebla, han dejado claro que rechazan la manera en que Washington, la OEA y el Grupo de Lima trazan una pol¨ªtica de confrontaci¨®n hacia Venezuela y el bloque bolivariano.
Pero esos mismos gobiernos y el Grupo de Puebla han dado muestras de querer preservar la perspectiva interamericana. Para M¨¦xico es indispensable por el enorme peso de su relaci¨®n comercial, migratoria y fronteriza con Estados Unidos. Para Argentina, y tambi¨¦n para Bolivia, es necesaria para mantener a flote sus complicadas negociaciones con el FMI, el Banco Mundial y otras fuentes de cr¨¦dito internacional.
En la superficie del debate latinoamericano se atribuye a la izquierda una homogeneidad imposible. Nunca hubo tal homogeneidad, ni siquiera en tiempos de mayor hegemon¨ªa con Hugo Ch¨¢vez en Venezuela, Lula y Dilma en Brasil, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. Con Ch¨¢vez y, sobre todo, con su sucesor, Nicol¨¢s Maduro, se produjo una ruptura en las redes internacionales de la izquierda, s¨®lo comparable, por su grado de profundidad, a la de Cuba durante la Guerra Fr¨ªa.
La pol¨ªtica de Estados Unidos, como en el caso cubano, contribuy¨® a ahondar esa fractura, sobre todo, con la administraci¨®n de Donald Trump entre 2016 y 2020. Por lo visto, una de las premisas de esa pol¨ªtica, esto es, el tratamiento de Venezuela, Nicaragua y Cuba como un bloque autoritario, susceptible de ser neutralizado desde Washington, ha sido continuada por el equipo del nuevo Secretario de Estado, Antony Blinken.
A diferencia de Barack Obama, que se relacion¨® casu¨ªsticamente con esos gobiernos y restableci¨® v¨ªnculos con Cuba, a la vez que manten¨ªa presi¨®n sobre Venezuela, la nueva administraci¨®n Biden-Harris sigue la l¨ªnea del enfrentamiento ideol¨®gico. En un contexto de aumento de la diversidad pol¨ªtica regional, esa l¨ªnea, en vez de facilitar consensos, puede atizar polarizaciones.
En ¨¦poca de Ch¨¢vez y Lula siempre hubo gobiernos latinoamericanos, como el mexicano y el colombiano, que nunca se sumaron a la ola progresista. Bajo la Administraci¨®n Obama, esas tensiones fueron aprovechadas para alentar foros de integraci¨®n como el Grupo de R¨ªo ampliado y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Hoy, en cambio, la heterogeneidad pol¨ªtica no favorece la integraci¨®n sino los alineamientos rivales.
El equ¨ªvoco de que para que haya integraci¨®n debe haber coincidencia ideol¨®gica explica tanto el triunfalismo bolivariano ante la victoria de Arce y el desborde de expectativas en torno a la malograda elecci¨®n de Arauz, como las reservas de L¨®pez Obrador y Fern¨¢ndez frente a Venezuela, Nicaragua y Cuba. Si la corriente bolivariana manejara un concepto de integraci¨®n m¨¢s pragm¨¢tico, sus diferencias con otras izquierdas no ser¨ªan tan evidentes y costosas.
Rafael Rojas es historiador.
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