El coste de la divisi¨®n
La crispaci¨®n y la incertidumbre no ayudan a atraer inversi¨®n internacional
Uno de los rasgos que mejor definen la ¨²ltima d¨¦cada en Occidente es la creciente polarizaci¨®n pol¨ªtica y social. Vivimos en un mundo de trincheras donde cada vez quedan menos puentes por volar, y esta fragmentaci¨®n se refleja en sucesos como el Brexit, el asalto al Capitolio en Washington o los recelos entre el norte y el sur de Europa.
Para buscar las ra¨ªces de la divisi¨®n hay que retroceder a 2008. La crisis financiera dispar¨® los niveles de desigualdad y las recetas de austeridad concentraron la mayor parte de la riqueza en un selecto club de milmillonarios. Esta situaci¨®n, lejos de reconducirse, se ha agravado durante la crisis del coronavirus. Con el ascensor social atascado y con los j¨®venes, cual s¨ªsifos modernos, incapaces de desprenderse del lastre de la precariedad, la crispaci¨®n est¨¢ asegurada. Un caldo de cultivo ideal para partidos populistas, que agitan la confrontaci¨®n con soluciones simplistas para problemas complejos.
Disentir es sano y constructivo en democracia. Sin embargo, las posturas maximalistas son una r¨¦mora. Cuando la polarizaci¨®n rebasa ciertos l¨ªmites las consecuencias son impredecibles y la confianza en las instituciones se ve diezmada. Adem¨¢s, desde un punto de vista econ¨®mico, el enfrentamiento carcome el progreso. Son tiempos de medidas cortoplacistas y de pol¨ªticas de tierra quemada cuando hay un relevo en el Gobierno. La dificultad para tejer consensos es un gran problema justo cuando los pa¨ªses se enfrentan a desaf¨ªos enormes. Cuestiones como el calentamiento global, la gesti¨®n de la inmigraci¨®n o la presi¨®n demogr¨¢fica exigen pol¨ªticas de Estado.
Espa?a no est¨¢ exenta de polarizaci¨®n. Al contrario, en los ¨²ltimos a?os la divisi¨®n pol¨ªtica y social ha aumentado. Es un momento clave, con la asignaci¨®n de 140.000 millones de los fondos europeos, y urge la b¨²squeda de soluciones transversales. Las medidas del BCE han sido mano de santo para la prima de riesgo de nuestra deuda p¨²blica, pero no ser¨¢n eternas. Y los inversores internacionales, si de algo huyen, es de la incertidumbre y de la crispaci¨®n.
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