La polarizaci¨®n de nuestras vidas
Anne Applebaum dio una fiesta cordial en el a?o 2000; la mitad de quienes fueron ya no se habla con la otra mitad. La tensi¨®n pol¨ªtica y social tiene muchos padres, la pandemia el ¨²ltimo en llegar
No culpen a la pandemia: el clima del debate social ya se hab¨ªa vuelto t¨®xico antes de que el virus nos encerrara. Lo que no iba a hacer el azote sanitario era mejorarnos, como cre¨ªmos inocentemente cuando sal¨ªamos juntos a los balcones a aplaudir. La crisis no hace m¨¢s que acelerar tendencias ya existentes, y entre ellas era ya evidente el deterioro de los valores democr¨¢ticos compartidos, que viene de bastante atr¨¢s.
La polarizaci¨®n no est¨¢ solo en los parlamentos o en Twitter: est¨¢ en la calle, en c¨ªrculos de amistades, en las reuniones familiares que vamos retomando. Creemos que no nos afecta hasta que nos metemos en una conversaci¨®n en la que alguien cree que los pobres ni?os dejados a su suerte son el peor enemigo, que la voluntaria de la Cruz Roja que abraza a un hombre desesperado en Ceuta es una traidora o que lo que hac¨ªa falta era repeler a tiros la ¡°invasi¨®n¡± (algunos en esa actitud desalmada se dicen cristianos, habr¨¢n le¨ªdo otro Evangelio). Otros sueltan bilis contra las vacunas o el 5G, y ven a los villanos Gates y Soros moviendo los hilos de todo. Y hay quienes cargan contra lo que llaman feminazis, o contra homosexuales y trans. Est¨¢n rodeados. Ven enemigos por todas partes.
No es un fen¨®meno espa?ol. Anne Applebaum cuenta una situaci¨®n muy reveladora en su ¨²ltimo libro, El ocaso de la democracia. La seducci¨®n del autoritarismo (Debate). La periodista estadounidense, que tiene las estanter¨ªas llenas de premios, es jud¨ªa (no religiosa) y est¨¢ casada con un pol¨ªtico polaco que fue ministro de centro-derecha cuando eso era posible all¨ª. La pareja convoc¨® una fiesta en su casa campestre polaca en la Nochevieja para dar la bienvenida al a?o 2000. Acudieron personas de todas partes, incluidas figuras del periodismo y la pol¨ªtica, a la cordial velada. ¡°Ahora, dos d¨¦cadas despu¨¦s, cruzar¨ªa la calle para evitar encontrarme con algunas de las personas que estuvieron en aquella fiesta¡±, confiesa la autora. ¡°A su vez, ellas no solo se negar¨ªan a entrar en mi casa, sino que incluso se avergonzar¨ªan de admitir que alguna vez estuvieron all¨ª. De hecho, alrededor de la mitad de las personas que compartieron esa noche ni siquiera hablar¨ªan con la otra mitad. Este distanciamiento es de car¨¢cter pol¨ªtico, no personal¡±.
Applebaum sinti¨® esa hostilidad en Polonia, donde emergi¨® una derecha puritana, hom¨®foba, xen¨®foba y antisemita. Hace el mismo retrato de Hungr¨ªa. Pero tambi¨¦n la nota en EE UU ¡ªescuch¨® voces que se preparaban para una guerra civil ya antes del asalto al Capitolio del 6 de enero¡ª y en el Reino Unido del Brexit. Indaga en c¨®mo surgi¨® en Espa?a el fen¨®meno de Vox, y otros de ese corte en Europa. A?ora el conservadurismo de siempre frente a esta derecha que se dice alternativa. Tambi¨¦n observa con recelo a la izquierda radical, pero ve m¨¢s peligro al otro lado, porque es el nacionalismo populista el que sigue avanzando hacia el poder.
La tensi¨®n pol¨ªtica, que se vuelve social, tiene muchos padres, de los que la pandemia es el ¨²ltimo en llegar: la desigualdad y la precariedad, unas redes sociales que compiten por nuestra atenci¨®n y ganan en la crispaci¨®n, la fragmentaci¨®n de las audiencias (cada una en su burbuja), la ansiedad ante la globalizaci¨®n y la digitalizaci¨®n. La guerra cultural, que no es nada nuevo, empieza a impregnarlo todo. Es excepcional o¨ªr a alguien decir, como hizo la exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena en oto?o pasado: ¡°Tengo amigos de Vox que son una gente magn¨ªfica, al margen de su ideolog¨ªa¡±. Las duras respuestas que recibi¨® revelan que demasiada gente prefiere vivir en entornos homog¨¦neos, en los que no se da el di¨¢logo con el diferente.
Applebaum se sorprende de que quienes se suman a ideolog¨ªas extremistas no son por lo general perdedores del orden establecido ni de la globalizaci¨®n: no son pobres ni marginados, no viven rodeados de inmigrantes ¡ªapenas los hay en Polonia y Hungr¨ªa¡ª, pero sienten miedos difusos al cambio. Al final, el autoritarismo cuaja porque ¡°no tolera la complejidad, es meramente antipluralista¡±. Guste o no, el mundo se vuelve cada vez m¨¢s complejo y diverso. ?Podr¨¢n impedirlo? Y ?sabremos convivir en ¨¦l?
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