Cambio de ciclo en Podemos
La formaci¨®n debe abandonar el populismo divisivo que caracteriz¨® la ¡®era Iglesias¡¯
El previsible triunfo de Ione Belarra en el proceso para asumir la direcci¨®n de Unidas Podemos tras la salida de Pablo Iglesias encarrila la nueva fase de la formaci¨®n sin su l¨ªder fundador. Todas las premisas apuntan a que Belarra representar¨¢ un factor de continuismo del proyecto, desde hace tiempo en claro declive electoral; pero la bicefalia con Yolanda D¨ªaz como referente de esa ¨¢rea pol¨ªtica en el Ejecutivo abre alguna perspectiva dial¨¦ctica que puede propiciar la maduraci¨®n de la misma, algo que ser¨ªa beneficioso tanto para la formaci¨®n como para la democracia espa?ola.
El encumbramiento de Belarra, con casi un 90% de los votos, tras haber sido apuntalada por el propio Iglesias antes de su salida y en una asamblea expr¨¦s y sin debates profundos, ejemplifica una de las m¨²ltiples ¨¢reas ¡ªen este caso la democracia interna y una dial¨¦ctica fluida¡ª en la que la formaci¨®n tiene evidente margen de mejora. La calidad democr¨¢tica no es simple cuesti¨®n de votaciones, sino la vigorosa confrontaci¨®n de alternativas que puedan tener recorrido en el tiempo. El hiperliderazgo de Iglesias debilit¨® ese juego al apartar todas las discrepancias internas. Esa pluralidad de voces es algo que Belarra deber¨¢ restablecer si quiere hacer gala del Podemos ¡°coral¡± del que habl¨® tras confirmarse ganadora.
La concentraci¨®n de poder en la figura de Iglesias es uno de los rasgos que define el balance del l¨ªder saliente, y uno de los motivos del desgaste de su inicial apuesta por confluir con fuerzas pol¨ªticas territoriales. Esa erosi¨®n ha cortado en seco la proyecci¨®n de Podemos en muchas zonas de Espa?a, lo que encarna otro reto existencial que tendr¨¢ que afrontar Belarra.
La nueva l¨ªder hereda una formaci¨®n que cataliz¨® ¡ªaunque no en exclusiva¡ª la importante energ¨ªa pol¨ªtica que se liber¨® con el 15-M. Iglesias tuvo el m¨¦rito de canalizarla institucionalmente, algo positivo. Desafortunadamente, su apuesta por un populismo divisivo ha acabado da?ando las instituciones (por ejemplo con la ret¨®rica del r¨¦gimen del 78), alborotando la sociedad (con la indiscriminada cr¨ªtica a la casta) o agitando el Gobierno de coalici¨®n (con mil pol¨¦micas est¨¦riles, dando la raz¨®n a los rusos acerca de los fallos de la democracia espa?ola en pleno pulso internacional o tantas otras). Su salida es la inteligente constataci¨®n de que su figura restaba m¨¢s que aportaba a su formaci¨®n y a la democracia espa?ola. Con todo, aunque hay muchos motivos para una firme cr¨ªtica hacia su gesti¨®n, nada justifica el acoso personal que ha vivido. La demonizaci¨®n de su figura pol¨ªtica tiene rasgos bochornosos.
Ahora Podemos se enfrenta al desaf¨ªo de superar ese periodo y funcionar con el modelo de bicefalia, con la probable perspectiva de la candidatura a la presidencia de Yolanda D¨ªaz. Claramente, D¨ªaz representa una mejor opci¨®n de camino a la madurez pol¨ªtica, como demuestran el menor ruido intragubernamental en esta nueva etapa y, en paralelo, las irresponsables declaraciones de Belarra sobre el deseo de que Carles Puigdemont pueda regresar a Espa?a sin ser detenido.
Una fuerza pol¨ªtica a la izquierda del PSOE es bienvenida y ¨²til para la democracia espa?ola. En el activo de la formaci¨®n, con Iglesias al mando, queda haber canalizado a la pol¨ªtica nuevas energ¨ªas, fomentado una renovaci¨®n y el haber facilitado el alumbramiento de algunas de las medidas sociales m¨¢s ambiciosas y progresistas de nuestra historia. Pero ahora resulta necesario un largo camino de maduraci¨®n.
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