H. P. Lovecraft
El escritor ha mutado hasta convertirse en lo que Chesterton defini¨® como un cl¨¢sico: un rey del que se puede desertar pero al que no se puede destronar
Algunos novelistas han creado personajes que escapan del libro donde aparecen y llevan una vida aparte, extraliteraria. Don Quijote es el paradigma de todos ellos y no hace falta ser Unamuno para opinar que el ingenioso hidalgo goza de una existencia independiente de las p¨¢ginas de Cervantes y m¨¢s duradera que la del escritor. Lo mismo puede decirse de Sherlock Holmes, de Trist¨¢n e Isolda, de don Juan... El caso de Lovecraft es distinto y en cierta medida opuesto: no es un personaje el que se zafa del relato sino el mundo del escritor, con sus divinidades y sus enigmas aterradores, el que se libera del narrador y lo arrastra con ellos hacia la dimensi¨®n metaliteraria que comparte con sus entusiastas. Un caso ¨²nico en la historia de la literatura moderna, s¨®lo comparable muy de lejos al domesticado Tolkien. De ser un autor para frikis al que nadie sano ni sensato concede m¨¦rito, HPL ha mutado hasta convertirse en lo que Chesterton defini¨® como un cl¨¢sico: un rey del que se puede desertar pero al que no se puede destronar. No s¨®lo ha dado lugar a infinitos y a menudo deplorables imitadores, a videojuegos y telefilmes, al ambiente del fant¨¢stico actual sino incluso a una rama de la filosof¨ªa (v. gr. Weird Realism: Lovecraft and Philosopy, de Graham Harman, profesor en El Cairo, Egipto, detalle que subrayar¨ªa HPL).
Michel Houellebecq es un escritor tan fuera de lo com¨²n como HPL. A pesar de sus diferencias, le dedic¨® tempranamente un ensayo magistral, modelo de empat¨ªa literaria: H. P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida (ed. Anagrama). Responde a la pregunta esencial: ?qu¨¦ hacer con quien renuncia a los dos temas mayores, el sexo y el dinero? Pues ¡°un ant¨ªdoto supremo contra todas las formas de realismo¡±. Un portero del antimundo...
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