Libertad para infectar y para morir
Los trumpistas rechazan a Darwin, pero promueven el darwinismo del virus, que diezma a sus familias y a ellos mismos
Solo el jefe est¨¢ exento. El resto del personal se ve obligado a vestir la mascarilla en los despachos desde el primer d¨ªa. Para no infectar al patr¨®n. Pero de puertas hacia fuera, mejor no exhibirla. Los periodistas deber¨¢n quit¨¢rsela en las conferencias de prensa si quieren ser atendidos en sus preguntas. En aquella casa, la Casa Blanca, desde donde se dirige la lucha contra la pandemia, si es que cabe llamar dirigir a las ca¨®ticas instrucciones emanadas del presidente, todos parecen actuar como si el poder les hubiera inmunizado.
Al fin, gracias a tanta imprudencia, tambi¨¦n Donald Trump qued¨® infectado. Estuvo incluso extremadamente grave. Necesit¨® f¨¢rmacos de punta todav¨ªa no experimentados, de coste alt¨ªsimo y fuera del alcance del com¨²n de los ciudadanos. Escap¨® indemne y pudo exhibir su salud recuperada como si hubiera vencido a la muerte. En vez de constituir una advertencia para sus seguidores, quedaron corroborados sus prejuicios, contra las mascarillas y contra la distancia social primero, y meses m¨¢s tarde tambi¨¦n contra las vacunas.
As¨ª son sus votantes, hostiles a la raz¨®n y a cuantas medidas de salud p¨²blica puedan dictar los gobiernos, sean las mascarillas y los confinamientos o sean ahora las vacunas. No creen en la ciencia ni en la medicina, sino en el poder y la fuerza, en el dinero y en los ricos poderosos. Tambi¨¦n a esta religi¨®n salvaje se debe la ¨²nica decisi¨®n aparentemente racional, aunque parad¨®jica, que tom¨® este gobernante: invertir masivamente en la investigaci¨®n de las vacunas, un gran acierto, aunque no pensara en las personas sino en los beneficios burs¨¢tiles.
Prueba fehaciente de la contradicci¨®n: quienes m¨¢s le votan son los m¨¢s hostiles a las vacunas y quienes menos se han vacunado. Difunden las m¨¢s demenciales teor¨ªas conspirativas. Rechazan la obligaci¨®n de protegerse en los espacios p¨²blicos y en el trabajo. Tampoco quieren que las vacunas sean obligatorias y promueven leyes para garantizar unas libertades que consideran holladas. Son expertos en legislaciones retr¨®gradas, que obstaculizan el derecho de voto, impiden la ense?anza cr¨ªtica de la historia y censuran las teor¨ªas darwinistas de la evoluci¨®n.
Recordarles el pasado esclavista u obligarles a obedecer las ¨®rdenes sanitarias es incompatible con su idea de libertad. Rechazan a Darwin, pero promueven directamente la selecci¨®n darwinista del virus, que est¨¢ diezmando especialmente a los negacionistas conspiranoicos y a sus familias, a ellos mismos. Quieren ser libres para infectar y para morir.
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