Sustituir el fanatismo por la tolerancia
Hubo voces en el pasado que, frente a posiciones radicales, buscaron caminos distintos en el mundo isl¨¢mico para frenar la influencia occidental
Veinte a?os despu¨¦s de los atentados del 11 de septiembre, la vuelta al poder de los talibanes en Afganist¨¢n es la mayor prueba de que la relaci¨®n entre Estados Unidos y buena parte de los pa¨ªses donde predomina el islam sigue siendo desastrosa. El fracaso de Occidente en su af¨¢n de exportar la democracia a golpe de bombazos es indiscutible, as¨ª que lo ¨²nico que ha quedado tras la respuesta que se orquest¨® ante los brutales atentados terroristas de 2001 es m¨¢s odio y m¨¢s furia, la devastaci¨®n de Irak y Siria, la reconquista del poder en Kabul por un grupo de fan¨¢ticos y otros muchos y variados asuntos, entre los que puede incluirse el que se escenific¨® el mi¨¦rcoles en Par¨ªs al comenzar el juicio contra los presuntos responsables de los actos terroristas que se produjeron en la capital francesa el 13 de noviembre de 2015. El ¨²nico superviviente de los que desencadenaron el horror durante aquella noche, Salah Abdeslam, no mostr¨® el menor signo de arrepentimiento. ¡°Lo dej¨¦ todo para convertirme en un combatiente del Estado Isl¨¢mico¡±, dijo en cuanto pudo abrir la boca.
El desencuentro viene de lejos, de aquellos remotos tiempos en que los grandes pa¨ªses occidentales se lanzaron a la conquista del resto del mundo y fueron instal¨¢ndose y dominando las plazas donde pod¨ªan obtener ping¨¹es beneficios econ¨®micos o ventajas estrat¨¦gicas. Algunas veces las cosas se les torc¨ªan. Por ejemplo, en 1839. Los brit¨¢nicos, que llevaban desde principios del siglo XIX colonizando la India, decidieron aventurase un poco m¨¢s lejos para colocar en Kabul a un mandatario amigo. Los guerrilleros afganos procedieron a su manera: no qued¨® nadie vivo de aquella poderosa expedici¨®n, salvo un m¨¦dico militar.
Unos a?os m¨¢s tarde, hacia 1866, lleg¨® a Afganist¨¢n una de las figuras que con m¨¢s fuerza empezaban a dejar o¨ªr su voz en Oriente, Jamal al-Din al-Afghani. Los servicios secretos brit¨¢nicos apuntaron en un informe que ten¨ªa un estilo de vida m¨¢s pr¨®ximo a los modos europeos que a las maneras musulmanas. Lleg¨® a deplorar, en alg¨²n momento de su azarosa vida, la ignorancia que engendraban las madrasas y los ¡°conventos de derviches¡±, que facilitaban que el Occidente cient¨ªfico dominara al pueblo isl¨¢mico. Se atrevi¨® tambi¨¦n a afirmar que ¡°la shar¨ªa, la ley isl¨¢mica del profeta Mahoma, no era inmutable, que estaba abierta a una revisi¨®n por parte de los fil¨®sofos¡±. Lo cuenta Pankaj Mishra en De las ruinas de los imperios, donde explora el choque de Occidente con Asia.
¡°La nobleza de su alma les lleva a elegir una muerte con honor antes que una vida de abyecci¨®n bajo el dominio extranjero¡±, dijo este intelectual de los afganos cuando estuvo entre ellos, aprovechando otro avance de los brit¨¢nicos para clamar contra la presencia extranjera. Fue una de sus mayores obsesiones, que los pa¨ªses isl¨¢micos encontraran su propio camino de modernizaci¨®n para liberarse del yugo occidental. ¡°He luchado, y sigo luchando, por un movimiento reformista en el podrido Oriente, donde me gustar¨ªa sustituir la arbitrariedad por la ley, la tiran¨ªa por la justicia, y el fanatismo por la tolerancia¡±, le dijo al-Afghani en Teher¨¢n en 1891 a un periodista alem¨¢n. Esos anhelos y objetivos, ante la brutal radicalizaci¨®n actual de los sectores islamistas, pueden parecer el delirio de un extravagante, pero siguen siendo hoy m¨¢s que nunca necesarios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.