Aguanta, Lagarde
Una retirada prematura de est¨ªmulos monetarios por parte del BCE ser¨ªa hoy perjudicial para las econom¨ªas europeas
Algunas de las investigaciones m¨¢s refrescantes de los ¨²ltimos tiempos sobre econom¨ªa demuestran que una vez se impone una narrativa es dif¨ªcil desterrarla; sobre todo si, aun siendo incorrecta, es coherente. Los economistas han estado obsesionados durante d¨¦cadas con combatir la inflaci¨®n y reducir los d¨¦ficits. La pol¨ªtica fiscal estaba llamada a sostener el Estado de bienestar y poco m¨¢s; los vaivenes de la econom¨ªa se correg¨ªan con la pol¨ªtica monetaria, en manos de bancos centrales. Ese edificio intelectual salt¨® por los aires en 2008, con la Gran Recesi¨®n, y ese terremoto tuvo una r¨¦plica inquietante con la covid y el Gran Confinamiento. Los bancos centrales cruzaron varios rubicones hace 10 a?os, con los tipos de inter¨¦s negativos y las compras de deuda p¨²blica. El BCE lleg¨® tarde, pero con Mario Draghi al frente acab¨® haciendo lo que deb¨ªa. Y aun as¨ª el euro estuvo en peligro, las econom¨ªas se metieron en un espinoso estancamiento secular y el fantasma de la deflaci¨®n ¡ªuna ca¨ªda de precios que es lo m¨¢s parecido a un c¨ªrculo vicioso econ¨®mico¡ª rond¨® por Europa repetidamente.
La narrativa obsesionada con la inflaci¨®n sigue siendo poderosa. El crecimiento ha vuelto, aunque vaya por barrios, pero tambi¨¦n la inflaci¨®n ha vuelto, espoleada por el recalentamiento de las econom¨ªas, los precios de la energ¨ªa y los cuellos de botella de las cadenas de suministros. Han bastado apenas unos meses de precios al alza para que el pesimismo ilustrado se instale en el continente: no en vano, el BCE est¨¢ construido a imagen del Bundesbank, el banco central alem¨¢n, y la gran obsesi¨®n germana es la inflaci¨®n desde que hace casi un siglo un episodio de hiperinflaci¨®n allanara el camino del nazismo hacia el poder. ¡°Inflaci¨®n, inflaci¨®n, inflaci¨®n¡±: as¨ª resumi¨® la jefa del BCE, Christine Lagarde, el debate de hace unos d¨ªas en el seno de su consejo de gobierno, en el que los halcones m¨¢s ortodoxos empiezan a volar en c¨ªrculos. Lagarde pidi¨® paciencia. Ofreci¨® un an¨¢lisis detallado en el que las subidas de precios remitir¨¢n a mediados de 2022. Descart¨® subir los tipos de inter¨¦s y solo admiti¨® que habr¨¢ una muy paulatina retirada del programa de compra de deuda. Pero no logr¨® convencer del todo a los mercados, que llevan semanas anticipando un endurecimiento de la pol¨ªtica monetaria.
Hace bien Lagarde en aguantar esas presiones, y no solo porque todos los indicadores se?alan hacia una suavizaci¨®n de la inflaci¨®n a partir de primavera. Durante los 10 ¨²ltimos a?os, el BCE ha incumplido con creces su objetivo (una subida de precios ligeramente inferior al 2%), pero en cuanto la inflaci¨®n ha llegado los m¨¢s ortodoxos no han tardado en incurrir en alarmismos innecesarios. Los economistas consideran que un periodo de inflaci¨®n relativamente alta, en torno al 3%, es beneficioso para econom¨ªas muy endeudadas, y durante a?os hab¨ªamos esperado datos de crecimiento y de inflaci¨®n m¨¢s elevados para engrasar un sistema que chirr¨ªa por todas partes. En las condiciones actuales, una retirada prematura de est¨ªmulos monetarios ¡ªy fiscales¡ª ser¨ªa perjudicial: equivaldr¨ªa a repetir los errores de la crisis del euro. El BCE har¨¢ bien en monitorizar los precios para evitar que se desboquen, pero no parece que haya llegado el momento de la retirada: es el momento de aguantar. El cambio en la c¨²pula del banco central menos independiente del planeta (el Bundesbank) puede facilitarle las cosas a Lagarde: Jens Weidmann, exasesor de Merkel y halc¨®n en jefe durante a?os, se va. La coalici¨®n encabezada por la socialdemocracia alemana elegir¨¢ a su sustituto. Cabe esperar que ese cambio temple los ¨¢nimos en Fr¨¢ncfort.
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