Facebook sin m¨¢scara
La invenci¨®n de Meta no debe ocultar la necesidad de la compa?¨ªa de regular sus probados efectos t¨®xicos
A Facebook le acaban de cambiar el nombre: la principal red social del mundo, con m¨¢s de 1.800 millones de usuarios, pasar¨¢ a llamarse Meta, seg¨²n anunci¨® su fundador y presidente, Mark Zuckerberg. Meta es un proyecto de realidad virtual en el que la compa?¨ªa lleva a?os trabajando, y convertir¨¢ la red social en una experiencia inmersiva donde los usuarios interact¨²en a trav¨¦s de avatares en escenarios virtuales. Elevar el proyecto de Meta a un cambio de nombre de una de las marcas m¨¢s conocidas del mundo solo se puede interpretar como un lavado de imagen corporativa. La compa?¨ªa vive en medio de la mayor crisis de reputaci¨®n en sus 17 a?os de historia, tras la publicaci¨®n de documentos internos que muestran que Facebook es perfectamente consciente de los efectos perversos de sus operaciones. Su crecimiento se basa en la adicci¨®n, y la salud de los usuarios es una v¨ªctima colateral de la misma manera que la industria del tabaco eludi¨®, sin miedo al cinismo, los riesgos para la salud del consumo, aunque Facebook provea un servicio que ha transformado la forma en que buena parte del mundo se comunica.
Los llamados papeles de Facebook son una filtraci¨®n masiva de una exempleada llamada Frances Haugen difundida por la prensa estadounidense. Seg¨²n sus revelaciones, la empresa sabe que su producto Instagram favorece la depresi¨®n entre las adolescentes y sabe que su algoritmo (la f¨®rmula secreta que elige qu¨¦ contenido se muestra a los usuarios) tiende a promocionar contenido radical y conspirativo, o que encierra a los grupos extremistas en bucles de desinformaci¨®n. La compa?¨ªa siempre ha defendido que hace un gran esfuerzo por moderar el contenido t¨®xico, pero las revelaciones indican que los sistemas humanos y de inteligencia artificial que Facebook emplea a menudo son poco eficaces. Adem¨¢s, unos cinco millones de perfiles, considerados usuarios especiales o protegidos, estar¨ªan exentos de las reglas de moderaci¨®n presuntamente aplicadas a los dem¨¢s, lo que indica que los l¨ªmites son relativos y se supeditan al crecimiento. Fuera del ¨¢mbito de las democracias occidentales, los efectos de Facebook han sido m¨¢s siniestros, como su uso para incitar a la violencia ¨¦tnica en Myanmar o su influencia en las actuales tensiones en Etiop¨ªa. El asalto al Capitolio, planeado en las redes durante semanas a la vista de todos y en ingl¨¦s, hizo evidente que la autorregulaci¨®n de las redes es, cuando menos, deficiente.
Las sedes de estos gigantes tecnol¨®gicos est¨¢n f¨ªsicamente en Estados Unidos y ser¨¢ ese pa¨ªs el que marque el paso de las regulaciones (tambi¨¦n es la democracia que ha sufrido sus efectos de manera m¨¢s directa). Esta crisis parece haber logrado un consenso esperanzador entre republicanos y dem¨®cratas sobre la esencia del problema. Pero nada impide avanzar al resto del mundo con la misma determinaci¨®n que ha aplicado a otros productos da?inos, ya regulados en el ¨¢mbito local o nacional. Las revelaciones de Haugen, que este lunes estuvo tambi¨¦n en Estrasburgo, han acelerado las discusiones en la UE para una regulaci¨®n espec¨ªfica que aumente el control, la transparencia y la competencia. La democracia tambi¨¦n tiene t¨¦rminos y condiciones de uso, se llaman leyes, y las hacemos entre todos a trav¨¦s de mayor¨ªas parlamentarias.
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