?Somos una sociedad individualista?
La autonom¨ªa y la libertad nos siguen siendo necesarias y la defensa del individuo, a quien es preciso rescatar de sus caricaturas, sirve contra una amenaza que se cierne sobre el horizonte: el totalitarismo
Se dice que somos una sociedad individualista, que ha perdido los valores vertebradores, los v¨ªnculos comunitarios. A derecha e izquierda se lanza esa agorera condena. El fiero emprendedor neoliberal o el narciso hedonista posmoderno aparecen como las dos caras de un peligro que se debe conjurar. Y, en efecto, ambos son caricaturas, desarrollos espurios de ese individuo libre y aut¨®nomo que la Ilustraci¨®n y el liberalismo cl¨¢sico propugnaran. Frente a ellos emergen, tambi¨¦n a derecha e izquierda, comunitarismos populistas, religiosos, nacionales¡ que, luchando contra la disgregaci¨®n atomizadora, demonizan la noci¨®n misma de individuo. Sin embargo, no lo olvidemos, hagamos autocr¨ªtica, pero sin el individuo solo un horizonte totalitario nos espera.
?Cu¨¢l es el individualismo que reclamo? El prefigurado por autores como John Locke, Immanuel Kant o John Stuart Mill. Locke, padre del liberalismo cl¨¢sico, afirmaba que cada hombre es propietario de su propia persona, sobre la cual nadie, excepto ¨¦l mismo, tiene ning¨²n derecho. Para Kant, la dignidad de los individuos como seres racionales se basa en la autonom¨ªa de la voluntad, en la capacidad para otorgarnos nuestra propia ley. Stuart Mill caracterizar¨¢ al individuo como ser racional por su capacidad de autodeterminaci¨®n y autogobierno, en esencia por su libre elecci¨®n.
Este liberalismo cl¨¢sico ser¨¢ sustituido por el neoliberalismo, t¨¦rmino que se generaliza en las d¨¦cadas de 1970 y 1980, tras el fracaso del keynesianismo, abanderado por las teor¨ªas de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, y Friedrich Hayek; f¨¢cticamente ligado a las propuestas pol¨ªticas de Ronald Reagan en EE UU, y Margaret Thatcher en Reino Unido.
Hoy, por neoliberalismo entendemos el modelo econ¨®mico del libre comercio, del libre mercado desregulado, la reducci¨®n del Estado, la privatizaci¨®n de empresas p¨²blicas, la flexibilizaci¨®n laboral¡ Y, unido a ello, una visi¨®n del individuo propietario renuente a toda imposici¨®n social, que ha abandonado buena parte de los ideales del mejor liberalismo cl¨¢sico.
Ciertamente la modernidad se caracteriza por la emergencia del individuo. Un individuo que debe, no obstante, construirse a partir del desmoronamiento de los referentes que anta?o configuraron su identidad: religi¨®n, etnia, naci¨®n, clase, trabajo, familia, g¨¦nero¡ Convertidas ahora en las denominadas por Ulrich Beck ¡°categor¨ªas zombies¡±. Un individuo lanzado al riesgo y a la precariedad, que el mismo autor caracteriza con acierto como ¡°autoinsuficiente¡±.
Esta crisis, celebrada con talante festivo por la posmodernidad, quiebra los v¨ªnculos sociales, sustituye la dimensi¨®n pol¨ªtica por lo subjetivo, el derecho por el deseo, la revuelta por la transgresi¨®n, y esta ¨²ltima por el look. Un individualismo hedonista, que reduce la introspecci¨®n ¡ªquiz¨¢s la vida¡ª a los selfies, cuyo superego es la pantalla del m¨®vil, la cual le permite encontrar el reconocimiento de los likes, bucear en una realidad sustitutiva. Un individuo que no es feliz, solo lo finge, consumidor compulsivo incluso de s¨ª mismo, autoexplotado y por ello siempre insatisfecho, pues, como ha mostrado Byung-Chul Han, cumplimenta el paso del paradigma disciplinario al del rendimiento.
El individualismo neoliberal y el posmoderno, desarrollos degradados del ilustrado y liberal, a pesar de su diferente origen, confluyen en una misma visi¨®n de la libertad, ajena a los imperativos sociales, centrada en la autosatisfacci¨®n de los deseos, en la mercadotecnia del yo. Ello genera una reacci¨®n comunitaria (toda aquella que prioriza los derechos de la comunidad frente a los del individuo). Ya el liberalismo de John Rawls pretendi¨® ser contestado por el comunitarismo filos¨®fico (Alasdair Macintyre, Michael Sandel, Charles Taylor¡) y en la actualidad vemos crecer una reivindicaci¨®n de ¡°lo com¨²n¡± (Giorgio Agamben, Toni Negri, Slavoj ?i?ek¡). Posicionamientos te¨®ricos ambos cr¨ªticos con la preeminencia del individuo. Pero comunitarismos son tambi¨¦n los populismos que atacan las democracias representativas, sea desde el asamblearismo o desde el seguidismo a un l¨ªder; aquellos que pretenden encontrar la seguridad premoderna en la religi¨®n frente a la decadencia occidental, como el fundamentalismo isl¨¢mico; movimientos identitarios indigenistas o nacionales; o incluso la intelecci¨®n endog¨¢mica de la raza o los g¨¦neros que se manifiesta en la cultura de la cancelaci¨®n, en la cual vemos crecer las denuncias por ¡°apropiaci¨®n cultural¡± o la persecuci¨®n a feministas.
Corrientes muy diversas en su sesgo pol¨ªtico, en su dimensi¨®n te¨®rica, en su voluntad de superaci¨®n o de regresi¨®n, algunas valorables en su car¨¢cter reivindicativo o prospectivo, otras plenamente rechazables, pero todas ellas poniendo por delante del individuo a la comunidad perdida, imaginada, anhelada o salv¨ªfica.
Tenemos un serio problema, pues tras las formas m¨¢s burdas de todas ellas otea en el horizonte el fantasma del totalitarismo. Y solo podr¨¢ salvarnos la defensa del individuo, ese que, postulado quiz¨¢s de manera un tanto ingenua desde la Ilustraci¨®n y el liberalismo cl¨¢sico, debe ser revisado, actualizado, limpio de sus errados desarrollos neoliberales y posmodernos. Es necesario rescatar al individuo de sus caricaturas y sus demonizaciones, porque la autonom¨ªa y la libertad, hoy como siempre, nos siguen siendo necesarias.
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