Aqu¨ª es distinto
En Espa?a son necesarias las leyes de relato hist¨®rico, del mismo modo que se puede entender que una escritora como Almudena Grandes dedicara una gran parte de su carrera a pelear contra la desmemoria interesada
Se puede estar de acuerdo con quienes piensan que no necesitamos una Ley de Memoria Hist¨®rica. Se puede estar de acuerdo con quienes piensan que la memoria de un pa¨ªs no es un relato impuesto y sin fisuras. Tambi¨¦n con los que piensan que las experiencias emocionales de cada uno y sus familias no pueden someterse a los criterios racionales de la historiograf¨ªa. E incluso se podr¨ªa estar de acuerdo con quienes sospechan que las revisiones del pasado siempre se agitan por intereses coyunturales, por lo cual todo intento de colocar a Franco y el franquismo en nuestra actualidad es un fracaso colectivo. Y aun se puede estar de acuerdo con quienes consideran absurdo que una joven generaci¨®n quiera enmendarle la plana a aquellos que hicieron la Transici¨®n espa?ola en unas condiciones de amenaza hoy insospechables. Puestos a estar de acuerdo se podr¨ªa hasta reconocer que la sentimentalizaci¨®n del pasado es a menudo fraudulenta. En t¨¦rminos generales podr¨ªa alcanzarse ese acuerdo, hasta que uno se da cuenta de que la l¨®gica no aplica, porque aqu¨ª es distinto.
?Por qu¨¦? Muy sencillo. Porque a¨²n hoy, en el d¨ªa del aniversario de la muerte de Franco hay 25 misas en su honor, celebradas con banderas inconstitucionales, himnos de exaltaci¨®n violenta y amparadas por el manto de la fe religiosa. Cualquier ciudadano inocente, incluso un extranjero de paso o el l¨ªder de un partido conservador urgido por la agenda del domingo, cargada de espect¨¢culos para la galer¨ªa medi¨¢tica, podr¨ªa entrar en una de esas iglesias por despiste y pensar que este pa¨ªs a¨²n no ha establecido una l¨ªnea de separaci¨®n imprescindible con la dictadura franquista y sus largos a?os de represi¨®n. Todo eso hace necesario precisar lo que es un delito, no vaya a ser que la exhibici¨®n de s¨ªmbolos no sea tan solo una inocente nostalgia hasta cierto punto entra?able, sino un modo contundente de humillar a las v¨ªctimas de un periodo hist¨®rico triste y doloroso, un ongi etorri a los criminales que enarbolan las virtudes de la violencia del pasado.
Pero todav¨ªa es m¨¢s grave que persistan algunos jueces, desde su competencia local, en impedir toda decisi¨®n que consideran que atenta contra sus nostalgias particulares. Lo vimos cuando en ayuntamientos que pudiendo cambiar al puro antojo el nombre de las calles establec¨ªan un marco de acci¨®n minuciosa, pero se topaban con alguna autoridad judicial sobrevenida que premiaba a criminales con pasado golpista en perjuicio de una maestra o un cient¨ªfico. Lo vimos cuando el traslado de los restos de Franco del Valle de los Ca¨ªdos intent¨® ser boicoteado por dos jueces locales, que se inventaron medidas cautelares para impedir que se levantara una losa por excesivamente pesada, precisamente en el pa¨ªs que m¨¢s obras sin licencia exhibe por doquier. Y lo hemos vuelto a ver cuando se interrumpe la exhumaci¨®n de fosas comunes o todo un presidente del Gobierno presum¨ªa de dedicar cero euros a la recuperaci¨®n de los cad¨¢veres de las cunetas mientras prohib¨ªa que la televisi¨®n p¨²blica participara en ning¨²n proyecto que aludiera a la guerra y la posguerra civil por expreso capricho personal. En ese pa¨ªs, por desgracia, a¨²n son necesarias las leyes de relato hist¨®rico, del mismo modo que se puede entender que una escritora moderna y vitalista como Almudena Grandes dedicara una gran parte de su carrera a pelear contra la desmemoria interesada.
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