Cinco a?os de paz y una farsa
Todos los que asistieron a la torpe conmemoraci¨®n del acuerdo de paz llegaron a hablar bien de ella sabiendo que si est¨¢ de pie es por un milagro
La semana pasada en Colombia se hicieron una serie de ceremonias para conmemorar los cinco a?os del acuerdo de paz. Todas ellas me parecieron una gran farsa. El espect¨¢culo m¨¢s bochornoso corri¨® por cuenta del presidente Duque a quien se le vio sacando pecho ante la comunidad internacional como gran defensor del acuerdo de paz a pesar de que nunca lo ha sido.
Desde que lleg¨® al poder no ha hecho sino tratar de deslindarse del acuerdo de paz pactado en el gobierno de Santos al extremo de que se invent¨® una paz distinta que bautiz¨® como ¡°la paz con legalidad¡±, en oposici¨®n, claro, a la paz ilegal que se firm¨® entre las FARC y el Gobierno de Santos. Ahora Duque quiere vestirse de defensor de un acuerdo que siempre ha desde?ado. Y ni siquiera se sonroja.
Ante la comunidad internacional, posa de defensor del acuerdo pero en su gobierno la implementaci¨®n se redujo al ejercicio de lo m¨ªnimo: a la realizaci¨®n de una serie de obras peque?as en los territorios afectados por la guerra, que ni siquiera impactaron el tejido social. Lo dem¨¢s, la paz integral, la que ten¨ªa que ver con las reformas al sector rural, que b¨¢sicamente consist¨ªan en una actualizaci¨®n del catastro, un avance casi que revolucionario en un pa¨ªs con serios problemas de titulaci¨®n de tierras, quedaron congeladas.
Duque tampoco pudo durante su gobierno llenar el vac¨ªo que dejaron las FARC en los territorios donde estaban presentes y no ha podido frenar el asesinato de excombatientes, que ya casi llega a 300, desde que se firm¨® el acuerdo. ?l se va del gobierno sin haber podido hacer trizas la paz pero nos la deja maltrecha y seriamente averiada.
La ¨²nica persona que se atrevi¨® a decir algo significativo en las ceremonias de conmemoraci¨®n fue el padre Francisco De Roux, presidente de la Comisi¨®n de la Verdad, quien dijo la ¨²nica sensatez que he escuchado por estos d¨ªas: la de que la paz, luego de cinco a?os de firmada, ha sido reducida a su m¨ªnima expresi¨®n hasta el punto de haberla desplazado del debate nacional.
En los medios se le dio m¨¢s espacio al lanzamiento de Encanto, la edulcorada pel¨ªcula que Disney hizo sobre Colombia, que a la conmemoraci¨®n de los cinco a?os del acuerdo. Los candidatos presidenciales tambi¨¦n la ignoran en sus promesas de campa?a porque se han dado cuenta de que la paz ya no da ni votos.
Esta paz que hoy se celebra es cada vez m¨¢s anodina y menos relevante. Y quienes se declaran como sus defensores son en realidad unos impostores porque no han hecho sino empeque?ecerla para que se quedara a medias. Esa paz recortada est¨¢ hecha solo para lograr la desmovilizaci¨®n de las FARC pero no para impulsar reformas que transformaran la sociedad. Lo primero se ha logrado con cierto ¨¦xito. De todos los acuerdos de paz firmados en los ¨²ltimos 20 a?os, el de Colombia es uno de los pactos que m¨¢s guerrilleros ha logrado reinsertar. Luego de cinco a?os, y pese a la aparici¨®n de las disidencias, la cifra de excombatientes que le siguen apostando a la paz es de 13.000. Sin embargo la gran paradoja es que la desarticulaci¨®n de las FARC, que repito, es un hecho real e innegable, no ha servido para transformar la sociedad colombiana ni para sentar las bases de un pa¨ªs menos desigual.
A la paz la volvieron un asunto insignificante que hoy solo preocupa a la comunidad internacional y a unas cuantas ONG. Luego de cinco a?os, los empresarios en su gran mayor¨ªa la siguen mirando con recelo y desconfianza como si para ellos fuera un signo de mal ag¨¹ero.
La Iglesia, que no apoy¨® la paz hace cinco a?os, hoy dice ser su defensora pero su cambio es cosm¨¦tico, dise?ado para ganar indulgencias con la comunidad internacional. Bien es sabido que de la puerta para adentro siguen sin aceptar la presencia de las Farc en el congreso.
Los grandes due?os de la tierra se siguen oponiendo a las reformas rurales, sobre todo a la que ordena la actualizaci¨®n del catastro que desde hace 60 a?os no se moderniza. A ellos ese vac¨ªo y ese desorden les sirvi¨® para acaparar tierras y para despojar a muchos campesinos durante los peores a?os de la guerra. Si se actualiza el catastro ellos perder¨ªan sus privilegios porque se ordenar¨ªa de una vez por todas el proceso de titulaci¨®n de tierras, se democratizar¨ªa el acceso y se aumentar¨ªa el recaudo del impuesto predial rural, que es uno de los m¨¢s bajos del mundo. Por eso para el statu quo colombiano el simple hecho de actualizar el catastro es todo un acto subversivo.
Por ahora estos poderes decimon¨®nicos van ganando, porque la actualizaci¨®n del catastro y toda la reforma rural pactada en La Habana, est¨¢n descabezadas. Y lo que sorprende es que nadie en ninguna de las aburridas ceremonias protocolarias que se hicieron, le reclam¨® al presidente por estos incumplimientos ni se atrevi¨® a decir que luego de cinco a?os de pactado el acuerdo de paz no hay mucho que celebrar. Tampoco nadie se refiri¨® a la purga que se ha desatado en el Ej¨¦rcito contra todos los oficiales que le apostaron a la paz. Solo hubo espacio para la farsa, para los discursos vac¨ªos y para los juegos de la diplomacia. Para nada m¨¢s.
Al igual que el emperador del cuento de Andersen que logr¨® que sus s¨²bditos le alabaran su traje nuevo, cuando en realidad todos sab¨ªan que estaba desnudo, la paz de Colombia tambi¨¦n est¨¢ desnuda, y le est¨¢n alabando su nuevo traje. Todos los que asistieron a esa torpe conmemoraci¨®n, llegaron a hablar bien de ella sabiendo que, a sus cinco a?os, si est¨¢ de pie es por un milagro. La vieron coja y derrengada pero participaron de la farsa.
Mientras sus enemigos gozan de muy buena salud, a sus cinco a?os de edad, la paz de Colombia est¨¢ ya muy maltrecha. Ya es hora de que lo sepa el mundo.
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