Para qu¨¦ quieren votar siendo tan guapas
Conviene recordar el debate del sufragio universal hace 90 a?os para ser conscientes de que derechos leg¨ªtimos conquistados tras d¨¦cadas de lucha pueden ser dinamitados en cinco minutos
El 1 de diciembre de 1931, hace 90 a?os, muchas mujeres espa?olas vivieron con el coraz¨®n en un pu?o. Apenas hab¨ªan tenido tiempo de celebrar el logro hist¨®rico del sufragio cuando fueron sacudidas por un ¨²ltimo y desesperado intento para forzar su aplazamiento. Apenas 60 d¨ªas dur¨® el sue?o a?orado durante 120 a?os, los que transcurrieron desde la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n de C¨¢diz, que situ¨® a las mujeres al mismo nivel que los incapaces y los ni?os y que no les permiti¨® siquiera asistir a los debates parlamentarios desde la tribuna de invitados.
Ese d¨ªa las Cortes Constituyentes de la Segunda Rep¨²blica discut¨ªan los ¨²ltimos flecos de la Constituci¨®n, una reuni¨®n de tr¨¢mite. El art¨ªculo 34, que consagraba el sufragio universal, ya hab¨ªa sido aprobado el 1 de octubre gracias al tes¨®n de Clara Campoamor, que consigui¨® desbaratar los argumentos de quienes cre¨ªan que las mujeres espa?olas no deber¨ªan votar. Unos pensaban que nunca, porque eran seres hist¨¦ricos carentes de la imprescindible serenidad para ejercer este derecho. Es lo que defendi¨® el diputado Roberto Novoa Santos, cuya consideraci¨®n sobre las mujeres ya hab¨ªa quedado patente en 1908 cuando public¨® un tratado cuyo t¨ªtulo no dejaba dudas: La indigencia espiritual del sexo femenino. Manuel Hilario Ayuso lleg¨® a plantear que esa incapacidad era reversible y desaparec¨ªa con la menopausia, por lo que las mujeres podr¨ªan votar a los 45 a?os mientras los hombres lo har¨ªan a los 23.
Otros parlamentarios cre¨ªan que las mujeres no deb¨ªan votar ¡°de momento¡±, porque no estaban preparadas, porque estaban sometidas a la influencia de la Iglesia, un influjo que derechizar¨ªa la Rep¨²blica y la pondr¨ªa en peligro. La diputada Campoamor actu¨® como voz de la conciencia de aquellos diputados que hab¨ªan prometido el sufragio en la campa?a electoral, pero se echaron para atr¨¢s llegada la hora del compromiso; de aquellos ¡°seudoliberales¡±, as¨ª los calific¨®, tan preocupados por la influencia de la Iglesia y que nada hicieron durante el siglo XIX por liberar a las mujeres de esas cadenas. ¡°No pod¨¦is construir una rep¨²blica democr¨¢tica ignorando a la mitad de la ciudadan¨ªa¡±, les dijo.
Clara Campoamor se vio abandonada en el empe?o por sus compa?eros del Partido Radical, que la dejaron sola, y por los miembros de los grandes partidos republicanos: la Acci¨®n Republicana liderada por Manuel Aza?a y el Partido Radical Socialista en el que militaba Victoria Kent. Pero consigui¨® sacar adelante el sufragio gracias a otras formaciones, especialmente el PSOE, que aport¨® m¨¢s de la mitad de los 161 votos con los que se aprob¨® el art¨ªculo.
Pero aquellos que votaron contra el sufragio vieron una oportunidad para reconducir su frustraci¨®n cuando los partidos de la derecha no republicana que hab¨ªa apoyado a Campoamor abandonaron el Congreso tras el debate de la cuesti¨®n religiosa. A finales de noviembre registraron tres propuestas de disposici¨®n transitoria para graduar el sufragio femenino: ellas podr¨ªan votar primero en las elecciones municipales para, al cabo de un tiempo, hacerlo en unas generales. Al conocer la noticia, un centenar de mujeres se present¨® en el Congreso para hablar con su presidente, Juli¨¢n Besteiro, y entregarle un escrito en el que ped¨ªan a los diputados ¡°una lecci¨®n de ¨¦tica pol¨ªtica para mantener lo que ya hab¨ªan votado¡±. La joven periodista Josefina Carabias narr¨® la escena con detalle y describi¨® el nerviosismo de los ujieres y la galanter¨ªa de un diputado que se preguntaba: ¡°Siendo tan guapas, verdaderamente no sabe uno para qu¨¦ quieren votar¡±.
El debate del 1 de diciembre fue intenso. Finalmente, se discuti¨® solo una de las tres enmiendas. El diputado que defendi¨® el aplazamiento, Mat¨ªas Pe?alba, pidi¨® a las mujeres paciencia y se dirigi¨® a los diputados socialistas pregunt¨¢ndoles si no ser¨ªan los comunistas quienes se aprovecharan del voto de la mujer. Ya no eran los curas, ahora eran los comunistas¡ El socialista Manuel Cordero se mantuvo firme en la defensa del sufragio ¡°aun pensando que en los primeros tiempos pueda sernos negativo¡±, dijo. Clara Campoamor ya hab¨ªa agotado todos los argumentos para defender el sufragio. Pero encontr¨® uno, definitivo y provocador: ¡°Ya no vengo a defender el voto de las mujeres, eso ya pas¨®; vengo a defender la Constituci¨®n¡±. El mensaje era claro, no era leg¨ªtimo que aquellas Cortes condicionasen mediante una disposici¨®n transitoria lo que ya hab¨ªa sido consagrado en la Constituci¨®n.
La votaci¨®n fue apretada. La ausencia de los partidos de derechas hab¨ªa modificado los equilibrios. Finalmente, por un estrecho margen de cuatro votos, 131 frente a 127, el sufragio se mantuvo. Solo cuatro votos de diferencia. De nuevo, los 74 votos aportados por el PSOE fueron cruciales. Y el dato convierte en rid¨ªculos los intentos de quienes, casi un siglo despu¨¦s, siguen sosteniendo por ignorancia supina o mala fe que este partido se opuso al voto femenino. De haberse perdido esa votaci¨®n, las mujeres espa?olas no habr¨ªan votado en unas elecciones generales hasta 1977.
A partir de entonces, la historia es conocida. Con los votos de las mujeres gan¨® la derechista CEDA en 1933 y el Frente Popular de izquierdas en 1936. No fueron los votos femeninos sino las botas de los militares rebeldes las que acabaron con la Rep¨²blica. Sorprende que a¨²n hoy haya dirigentes pol¨ªticos que busquen razones para justificar aquel golpe, como si prefiriesen una dictadura perfecta a una democracia que, con sus imperfecciones, no pudo madurar. Y conviene recordar momentos memorables como aquel debate del sufragio para ser conscientes de que los leg¨ªtimos derechos conquistados tras d¨¦cadas de lucha pueden ser dinamitados en cinco minutos.
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