Un viol¨ªn en la negrura del final de la Guerra Civil
Enrique Moradiellos llega a la Real Academia de Historia con sus rigurosos conocimientos de aquella tr¨¢gica ¨¦poca
Las ¨²ltimas semanas de la Guerra Civil fueron terriblemente duras para quienes gobernaban la Rep¨²blica. Catalu?a se hab¨ªa perdido a principios de febrero de 1939, pero lo que el avance franquista se llev¨® tambi¨¦n por delante fue el propio aparato del Estado republicano. Todo se estaba yendo a pique, no resultaba ya concebible una victoria en el terreno militar, pero ni siquiera exist¨ªa margen para negociar una salida digna para cuantos luchaban contra las fuerzas golpistas desde julio de 1936. Franco exig¨ªa una rendici¨®n incondicional y sin garant¨ªas, tras la cual se dispon¨ªa a perseguir sin tregua a sus enemigos hasta acabar con ellos, y no iba a hacer ninguna concesi¨®n. Ante semejante intransigencia, el ¨²nico camino que les quedaba era continuar la guerra, pensaba Juan Negr¨ªn, para procurar organizar con los recursos que quedaban la retirada hacia el exilio de una poblaci¨®n amenazada.
El historiador Enrique Moradiellos reconstruy¨® esos momentos de extremo desgarro en la biograf¨ªa que public¨® de Negr¨ªn hace unos a?os. Cuenta que durante la segunda quincena de febrero se dedic¨® a visitar a todas las autoridades civiles y militares, y recorri¨® los frentes para calibrar el clima que se respiraba y poder orientar sus decisiones. Su abatimiento era may¨²sculo, como may¨²sculo era el cansancio de quienes defend¨ªan la Rep¨²blica y hab¨ªan perdido ya toda esperanza. Hubo quien explic¨® despu¨¦s, con cierta hostilidad, que durante los d¨ªas que pas¨® por Madrid era tal su postraci¨®n que se deten¨ªa ¡°mucho rato en la acera escuchando c¨®mo un ciego tocaba su viol¨ªn¡±.
La imagen resumen bien lo que hab¨ªa detr¨¢s, la impotencia de un Gobierno que estaba en los huesos y cuya capacidad operativa era m¨ªnima. Las cosas empeoraron: la flota republicana zarp¨® rumbo a Argelia y abandon¨® a los suyos, se produjo el golpe del coronel Casado contra Negr¨ªn, y se desencaden¨® una breve guerra civil interna en el bando de los leales que se sald¨® con unas 2.000 muertes y la derrota de los comunistas. Franco gan¨® la guerra poco despu¨¦s. La lectura del Negr¨ªn de Moradiellos, donde reconstruy¨® las peripecias de una de las mayores figuras de la Rep¨²blica y contribuy¨® a dinamitar las campa?as de difamaci¨®n que han procurado desacreditarlo, permite entender la enorme complejidad que existe en cada historia y en cada vida. Hay una enorme grandeza en ese hombre que se afana por encontrar alguna salida ante la radical cerraz¨®n de un enemigo que carece de misericordia. Y la hay en la figura que se abandona a la m¨²sica de un violinista ciego que le ofrece un ef¨ªmero consuelo en medio de tanta negrura.
El domingo Moradiellos ley¨® su discurso de ingreso en la Real Academia de Historia. En su respuesta a este, Juan Pablo Fusi record¨® que entre 1975 y 1995, en los tiempos de la Transici¨®n, se publicaron ¡°1.848 libros de historia de la guerra (eso es, 92 libros al a?o, ocho al mes durante 20 a?os)¡±. No es un dato balad¨ª para mostrar el inter¨¦s de los espa?oles por lo que ocurri¨® en esa ¨¦poca aciaga. Moradiellos se ha afanado en su obra por destruir los mitos que reducen aquel periodo a un relato de trazo grueso que oculta sus claroscuros y ambig¨¹edades y lacerantes contradicciones, y ha procurado siempre acercarse a la verdad, por dura que fuera.
Enhorabuena al historiador. Y a la Academia por tan brillante fichaje.
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