Si un marciano leyera la Constituci¨®n
La conmemoraci¨®n del aniversario de la Carta Magna representa una oportunidad ¨®ptima para recordar la necesidad de reforma del texto
No es la primera vez que recurro a los marcianos para tratar de explicar, por el mecanismo de la reducci¨®n al absurdo, la necesidad de impulsar un proceso de actualizaci¨®n de nuestra Constituci¨®n. Aunque suene exc¨¦ntrico, el sentido de la met¨¢fora resulta ¨²til y, en todo caso, la cuesti¨®n de fondo que la pregunta ret¨®rica encierra se resume en la siguiente pregunta: ?qu¨¦ pasar¨ªa si alguien ajeno a nuestra realidad pol¨ªtica e institucional se tomara la molestia de leer nuestra Constituci¨®n con el prop¨®sito de entender c¨®mo se organiza actualmente Espa?a?
Nuestro interesado lector s¨ª sabr¨ªa que Madrid es Espa?a, pero dif¨ªcilmente podr¨ªa concluir que somos un Estado descentralizado con 17 Comunidades Aut¨®nomas, que tambi¨¦n son Espa?a. Apenas alcanzar¨ªa a entender las v¨ªas previstas en 1978 para que los territorios que lo desearan accedieran a la autonom¨ªa, pero no sabr¨ªa cu¨¢ntos territorios, ni cu¨¢les, optaron finalmente por el autogobierno. Tampoco en qu¨¦ condiciones lo hicieron. En definitiva, el texto no le permitir¨ªa hacerse una idea clara de nuestra estructura de gobernanza multinivel, aunque s¨ª intuir¨ªa la existencia de tensiones. Le bastar¨ªa para ello con leer lo previsto para el Tribunal Constitucional como instituci¨®n encargada de resolver los conflictos positivos y negativos de competencias entre el Estado y las Comunidades Aut¨®nomas.
A¨²n resultar¨¢ m¨¢s complejo para nuestro curioso lector adivinar que Espa?a ha cedido el ejercicio de una gran parte de sus competencias soberanas a una organizaci¨®n internacional. Sabr¨¢, s¨ª, que existe algo que se llama Uni¨®n Europa al leer el t¨ªtulo dedicado a Hacienda y entonces se preguntar¨¢ c¨®mo es posible que un Estado haya aceptado tratar la deuda p¨²blica como un compromiso de pago preferente por encima de cualquier otro tipo de cr¨¦dito. De lo expuesto, dif¨ªcilmente llegar¨ªa a deducir que algo as¨ª es consecuencia querida de nuestra adhesi¨®n a una estructura pol¨ªtica de integraci¨®n. Ning¨²n otro art¨ªculo de la Constituci¨®n le pondr¨¢ sobre aviso de la manera en que nuestro ingreso en dicha Uni¨®n Europea lo modific¨® casi todo, hasta el punto de que esa supremac¨ªa de la Constituci¨®n que se menciona en el art¨ªculo 9 ya solo opera en la cabeza de los m¨¢s nost¨¢lgicos.
En definitiva, la realidad presente ofrece evidencias de c¨®mo Espa?a ha desbordado la descripci¨®n que de ella hace la Constituci¨®n. Ello, obviamente, no invalida la norma, pues la Constituci¨®n es mucho m¨¢s que su tenor literal. Se trata, de hecho, de un instrumento que da forma jur¨ªdica a un pacto de convivencia cuyo esp¨ªritu transciende a su articulado. Pero¡ ?qu¨¦ impide impulsar los trabajos de actualizaci¨®n de un texto que precisa de ajustes, si se hace con lealtad al esp¨ªritu que lo hizo posible? No ignoro la dificultad que representa hacerlo desde la fragmentaci¨®n parlamentaria y la polarizaci¨®n pol¨ªtica actual, pero esta realidad no puede ser la raz¨®n que justifique, hasta el colapso, el pertinaz bloqueo de cualquier intento de reforma. La conmemoraci¨®n del aniversario de la Constituci¨®n representa, sin duda, la oportunidad ¨®ptima para recordar su necesidad, como expresi¨®n del mejor patriotismo.
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