Renacimiento autoritario
La interdependencia global que dibujaba horizontes democr¨¢ticos es ahora el arma h¨ªbrida con la que se amenaza a la democracia
A los dictadores no les gusta que los llamen dictadores. Encarcelan a quienes lo hacen. Ahora tienen el viento de cola. La democracia est¨¢ en retroceso. No hay transiciones democr¨¢ticas sino regresiones autoritarias. Nada queda de la primavera ¨¢rabe, ni siquiera el testimonio simb¨®lico tunecino. De la disoluci¨®n del antiguo bloque comunista poco ha salido que merezca ser reconocido como democr¨¢tico. Palidece la democracia incluso entre quienes se acogieron a la Uni¨®n Europea y a la OTAN, como Hungr¨ªa y Polonia. En los Balcanes se halla atascada en el nacionalismo ¨¦tnico. Tambalea en India y Brasil, a la espera de la prueba definitiva, la alternancia. Precisamente lo que Donald Trump quiso evitar hace un a?o y querr¨¢ solventar en la elecci¨®n de 2024 si consigue organizar su Gran Pucherazo.
Exist¨ªan todos los motivos para convocar una cumbre para la democracia, acrecentados por el bache de la pandemia, que los autoritarios han aprovechado: desde los gobiernos, para limitar derechos y aplazar o manipular elecciones, y desde las oposiciones extremistas para erosionar las democracias liberales y de paso jugar con la salud de sus conciudadanos. No cabe discusi¨®n sobre la voluntad excelente del organizador. Si acaso, es dudoso el momento, una doble crisis geopol¨ªtica alrededor de Ucrania y de Taiw¨¢n, f¨¢cilmente identificable con la incipiente guerra fr¨ªa. Y su credibilidad como convocante, con las espaldas apenas cubiertas en casa, donde est¨¢ el origen de todas sus debilidades. Dif¨ªcil predicar con este ejemplo. Los desmanes de Trump no han sido castigados ni hay garant¨ªa de que no se repetir¨¢n. Y luego, los invitados, popurr¨ª inexplicable e ineficaz, que se?ala a los mayores dictadores pero regala la marca a gobernantes que no la merecen.
Que la idea sigue siendo atractiva lo prueba que incluso los m¨¢s autoritarios proclaman con descaro que son m¨¢s dem¨®cratas que Biden. No es cuesti¨®n de palabras, sino de hechos: el magnetismo autoritario es intenso, estimulado por la eficacia de Pek¨ªn frente a la covid, sus ¨¦xitos econ¨®micos y tecnol¨®gicos, y su capacidad de censura y chantaje gracias a los estrechos lazos econ¨®micos y comerciales trabados en los ¨²ltimos 30 a?os de globalizaci¨®n. La interdependencia de las econom¨ªas que promet¨ªa radiantes horizontes democr¨¢ticos es ahora el arma h¨ªbrida con la que se amenaza a las democracias. Incluso en las democracias m¨¢s asentadas proliferan los autoritarios conversos o renacidos (born again), tal como les denomina Ivan Krastev, en El atlas del poder del European Council on Foreign Relations. Como los viejos izquierdistas de hace unos a?os que se convirtieron en cristianos renacidos y neocons y luego organizaron la guerra global contra el terror en nombre de la expansi¨®n de la democracia, estos autoritarios conversos se suman as¨ª a los autoritarios de siempre para desprestigiar y destruir las democracias desde dentro.
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