Libertad ?para qu¨¦?
La batalla pasa hoy por devolver al mercado a su papel primigenio y arrebatarle la funci¨®n de conceder o negar derechos como si fueran bienes de consumo
Como todas las preguntas importantes, esta acompa?a a la humanidad desde sus or¨ªgenes. Y hoy es m¨¢s oportuna que nunca. La respuesta, parafraseando a Fernando de los R¨ªos en su encuentro con Lenin, podr¨ªa ser: ¡°Libertad para ser personas libres en comunidad¡±.
Stuart Mil y Harriet Taylor, referentes del liberalismo pol¨ªtico, construyeron su ¡°principio del da?o¡±, apoy¨¢ndose en la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. ¡°La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los dem¨¢s. Los l¨ªmites solo pueden ser determinados por la ley¡±.
La aparente solidez de esta definici¨®n presenta puntos d¨¦biles. Por aquellas fechas, la ley permit¨ªa la esclavitud, solo ten¨ªan derecho de voto los hombres ¡ªno las mujeres¡ª y no todos, solo los propietarios. En la igualitaria Suecia el valor del voto era proporcional al patrimonio del que votaba.
A?os antes, Adam Smith hab¨ªa teorizado la bondad intr¨ªnseca del beneficio individual como motor del bienestar colectivo y adjudicado al mercado beat¨ªficos poderes. Tambi¨¦n habl¨® de la empat¨ªa con los semejantes y de la cooperaci¨®n por el bien com¨²n, pero sus seguidores se olvidaron pronto de ello.
La manipulaci¨®n del ideal de libertad queda muy bien reflejada en la consigna grabada en el frontispicio del capitalismo financiarizado: ¡°maximizar el valor para el accionista¡± como bien supremo de nuestra sociedad. La capacidad destructiva ¡ªambiental, social y democr¨¢tica¡ª demostrada por el neoliberalismo no soporta el ¡°principio del da?o¡± del liberalismo pol¨ªtico. Aunque la idea de libertad restringida a la libertad del m¨¢s fuerte, de los poderosos, viene de lejos.
La peste negra del siglo XIV dej¨® los campos de Europa sin campesinos y los que sobrevivieron exig¨ªan un mayor salario. En Inglaterra, una ordenanza de 1349 obligaba a todo hombre o mujer ¡ªlibre o no¡ª a trabajar por debajo de los precios del mercado. Y prohibi¨® exigir salarios superiores bajo pena de multa.
En plena euforia ilustrada por los derechos universales de la Revoluci¨®n Francesa se prohibi¨® el asociacionismo obrero. En Espa?a el C¨®digo Penal de 1848, bajo la r¨²brica de delitos contra la libertad de la competencia y la propiedad, penaba con c¨¢rcel a ¡°los que se coaligaren con el fin de encarecer o abaratar abusivamente el precio del trabajo o regular sus condiciones¡±.
M¨¢s tarde, los economistas de la Escuela austriaca dejaron bien claro, por boca de Hayek, que el neoliberalismo no pretende la ¡°no intervenci¨®n del Estado¡±, sino que este, las leyes e instituciones se limiten a promover la plena libertad del mercado.
Fue un gran error demonizarlos con el calificativo de ultraliberales, cuando son ultraintervencionistas de clase. Como ahora es un error menospreciar la fr¨ªvola concepci¨®n de libertad de las derechas extremas que sintoniza con nuestro gen individualista. Urge dar la batalla ideol¨®gica por el significado pleno del ideal de libertad, haciendo nuestro el liberalismo pol¨ªtico frente al mal llamado liberalismo econ¨®mico.
Los liberales a tiempo parcial consideran libertad el derecho de los triunf¨®cratas a segregar educativamente a los perdedores, a educar a sus hijos en valores desigualitarios y adoctrinarlos contra los diferentes, a actuar contra la comunidad, eso s¨ª, usando los recursos de la comunidad.
Para esos falsos liberales existe la libertad de no vacunarse, aunque se ponga en riesgo la vida de sus conciudadanos. Convencidos de que, en caso de necesidad, no deber¨¢n someterse a las listas de espera de la sanidad p¨²blica, porque su capacidad econ¨®mica les ofrece la libertad de salt¨¢rselas.
La batalla por la libertad se libra cada d¨ªa, cuando se defiende el derecho de las mujeres a la interrupci¨®n voluntaria del embarazo o el derecho a una muerte digna. O la libertad de vivir con la dignidad de tener garantizados derechos humanos b¨¢sicos, sin tener que arriesgar la vida ni vender o alquilar tu cuerpo para sobrevivir.
Este reencuentro entre los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, en el que liberalismo signifique tambi¨¦n la intervenci¨®n de la sociedad para garantizar la igualdad real, requiere de un Pacto Global de Ciudadan¨ªa que refuerce y renueve los valores de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos de 1948.
La batalla por la libertad para ¡°ser personas libres e iguales, aunque diversas, en la comunidad¡±, pasa hoy por devolver al mercado a su papel primigenio y arrebatarle la funci¨®n de conceder o negar derechos como si fueran bienes de consumo. El ¡°principio del da?o¡± comporta oponerse a las estrategias de externalizaci¨®n de riesgos a terceros o a la comunidad, significa recuperar el valor de la austeridad. Comporta tratar los datos como un bien com¨²n que permite el acceso al conocimiento como un derecho fundamental. Significa dotar a la econom¨ªa de un nuevo sentido moral para que el beneficio privado deje de ser nuestro ¨²nico y gran dios.
Es un reto que debemos afrontar conscientes de que nos jugamos mucho, aunque con la esperanza de saber que, a pesar de los retrocesos sufridos, la libertad en comunidad se ha abierto paso a lo largo de la historia.
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