Cu¨¢l es tu tormento
No se olvida Sigrid Nunez de la relaci¨®n materno filial, pero decide apartarla de un amargo y violento manotazo, y se centra en esos otros afectos que hilamos alejadas de las obligaciones, del qu¨¦ dir¨¢n y de la sangre
Hace poco pensaba en esas historias que entran en una con cierta cautela, pero que acaban precipit¨¢ndose con fuerza y se adhieren de tal manera que la voz que unos minutos antes era desconocida empieza a dirigir pensamientos. Hace una semana, hablaba de la de un hombre que acompa?aba, como buenamente pod¨ªa, a otro hombre moribundo tendido en una cama. Se desprend¨ªan, ambos, de un pasado conjunto en un escenario inc¨®modo en el que una figura enjuta que a?os atr¨¢s hab¨ªa sido un cuerpo voluminoso y c¨¢lido se iba apagando. Pensaba, mientras le¨ªa, en el pajarillo fr¨¢gil que acab¨® encarnando mi abuelo, en aquel cuerpo que tanto nos dol¨ªa ver y que tan complejo debi¨® ser habitar desde la lucidez de la mente. ¡°A menudo sue?o con ella, tal y como era antes de su enfermedad. Est¨¢ viva, pero ha estado muerta¡±, le¨ª hace unos a?os en otro libro, y mientras segu¨ªa acompa?ando a aquella pareja de hombres, muchas otras voces, todas de mujeres, se iban alzando dentro de m¨ª. Pensaba en Una muerte muy dulce, en Las gratitudes, en No he salido de mi noche, en Nada se opone a la noche, en El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, y segu¨ªa rebuscando y comprobaba que hab¨ªa, en la historia nueva, algo que me turbaba especialmente porque no estaba en las dem¨¢s: acentuaba la fuerza de la nueva escena el hecho de que el acompa?ante del agonizante no fuera un incondicional del futuro muerto, sino alguien que si hubiera podido no habr¨ªa puesto los pies en aquel hospital.
La figura de la madre, siempre tan grave, es la de mi imaginario de la despedida. Severa y dulce, amorosa y cruel, pensaba, y volv¨ªa a reparar en que a aquellos dos hombres no los un¨ªa ning¨²n parentesco. La madre. Pensaba. Nosotras acerc¨¢ndonos a la muerte a trav¨¦s de quienes nos dieron la vida. Un canal. Un dibujo a l¨ªnea de una mujer que contiene a otra que se empieza a desprender del cuerpo matriz. ¡°Ella cre¨ªa en el cielo, pero a pesar de su edad, de sus achaques, de sus malestares, estaba salvajemente aferrada a la tierra y sent¨ªa por la muerte un horror animal¡±: la madre de Beauvoir. La de Annie Ernaux. La figura maternal que empieza a abandonar el mundo abandonando el l¨¦xico en la historia de eterna gratitud de Delphine de Vigan. La madre de ojos verdes de la novela de Tatiana Tibuleac (aunque en Tibuleac la historia pueda leerse al rev¨¦s, como la carta de amor de una madre a un hijo). Pensaba en el amor que la moldava es capaz de volcar en la atm¨®sfera densa y pegajosa que tan bien construye, y que en las primeras p¨¢ginas pinta el retrato m¨¢s cruel que pueda hacerse de una madre (durante varios meses lo le¨ª con regularidad a mis personas cercanas, hubo dos que se levantaron del sof¨¢ y abandonaron mi casa).
Acud¨ªa, mientras le¨ªa la historia de aquellos dos hombres, a hijas y a madres, pero la lectura que sigui¨® a Par¨ªs-Austerlitz me volvi¨® a colocar cerca de ellos. Esta vez se trataba de dos mujeres que decid¨ªan estar juntas para enfrentar el final irreversible. Una mujer sana va al hospital a visitar a una amiga y lo abandonan juntas para vivir con la m¨¢xima tranquilidad posible las ¨²ltimas semanas de vida de la enferma.
?C¨®mo son los di¨¢logos que entablamos con la muerte? Ojal¨¢ los m¨ªos sigan a los que apunta Sigrid Nunez en Cu¨¢l es tu tormento y la miren de cara. No se olvida Nunez de la relaci¨®n materno filial, pero decide apartarla de un amargo y violento manotazo, y se centra en esos otros afectos que hilamos alejadas de las obligaciones, del qu¨¦ dir¨¢n y de la sangre. El peor escenario se convierte en la novela en un lugar constante de revelaci¨®n en el que continuamente se da y se recibe. Quiz¨¢s, para alcanzar esa paz, solo tengamos que olvidarnos de la pena y del miedo propio y sepamos escuchar y entender otros miedos. Abrazar el dolor de los otros. Conseguir aliviarlo sin esperar nada a cambio.
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