Las tareas pendientes de la democracia
La defensa de nuestros valores fundamentales no debiera impedirnos avanzar juntamente con otros pa¨ªses en la resoluci¨®n de nuestros retos globales m¨¢s urgentes
La democracia liberal sigue viva, aunque con evidentes grietas. Seg¨²n Freedom House, llevamos 15 a?os consecutivos de retroceso democr¨¢tico global. En aras de frenar la creciente ola autoritaria en el mundo, la semana pasada se celebr¨® la Cumbre por la Democracia, a la cual el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, invit¨® a m¨¢s de un centenar de pa¨ªses con el objetivo de fortalecer la democracia a nivel global. Para un espa?ol de mi generaci¨®n, existen poderosas razones para resaltar el valor de la democracia en el mundo. Habiendo vivido una parte de mi vida bajo la dictadura franquista, s¨¦ bien lo que implica para un pa¨ªs optar por la apertura y la prosperidad. La Transici¨®n fue un hito hist¨®rico, que nos trajo instituciones democr¨¢ticas, el desarrollo del Estado del bienestar y la integraci¨®n en Europa.
Sin embargo, la defensa de la democracia como sistema pol¨ªtico moral, justo y pr¨¢ctico no debiera llevarnos a definir las relaciones internacionales como una mera oposici¨®n entre pa¨ªses democr¨¢ticos y autocracias. Despu¨¦s de todo, un encuentro entre pa¨ªses para solucionar problemas globales concretos no es negativo en s¨ª mismo, lo importante es que contribuya a resolverlos.
Aunque los participantes en la Cumbre por la Democracia se comprometieron con causas de gran importancia, como la protecci¨®n de los derechos humanos, el evento ser¨¢ recordado por su valor simb¨®lico m¨¢s que por sus resultados. Prueba de su simbolismo fue la decisi¨®n de Biden de invitar a Taiw¨¢n, que poco habr¨¢ contribuido a rebajar las tensiones con China.
Por otro lado, la necesidad de una gobernanza global efectiva es m¨¢s urgente que nunca, pues nos encontramos ante un mundo m¨¢s hostil y peligroso. Las posibilidades para causarnos da?o entre seres humanos se han multiplicado. A la amenaza nuclear del siglo pasado se suman los ciberataques, el uso de la migraci¨®n como arma geopol¨ªtica, las crecientes inversiones en tecnolog¨ªa militar o el potencial maligno de la inteligencia artificial.
Dividir al mundo en dos campos ideol¨®gicamente opuestos, como ha parecido sugerir esta Cumbre, conlleva un importante riesgo geopol¨ªtico. Una separaci¨®n entre pa¨ªses libres y autocracias podr¨ªa contagiarse a las organizaciones internacionales, fundamentales para la resoluci¨®n de problemas globales.
Por ejemplo, hace tiempo que la Organizaci¨®n Mundial del Comercio (OMC) ha dejado de ser funcional, por la incapacidad de crear normas de comercio internacional que acomoden las diferencias entre sistemas econ¨®micos. A?adir un elemento de separaci¨®n ideol¨®gica entre pa¨ªses democr¨¢ticos y no democr¨¢ticos a la ya existente divisi¨®n dentro de la organizaci¨®n no har¨¢ m¨¢s que dificultar la b¨²squeda de soluciones en materia de comercio global.
Resolver estas disputas es de vital importancia si queremos evitar las terribles consecuencias de un desacoplamiento econ¨®mico entre Estados Unidos y China. El sistema multilateral que se construy¨® tras la Segunda Guerra Mundial fue un acontecimiento hist¨®rico, pero sus instituciones no tienen los instrumentos para hacer frente a un mundo cada vez m¨¢s interdependiente, complejo y din¨¢mico.
La crisis de la covid-19 dej¨® esto manifiestamente claro. La humanidad no estaba preparada para combatir la pandemia, y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) mostraba un claro d¨¦ficit de financiaci¨®n. Cuando Donald Trump retir¨® a Estados Unidos de la OMS en un gesto de gran irresponsabilidad, la Fundaci¨®n Bill y Melinda Gates pas¨® a ser, temporalmente, su mayor contribuyente.
Por lo tanto, en lugar de enfatizar sus diferencias ideol¨®gicas con otros pa¨ªses, las democracias deber¨ªan reconocer su responsabilidad hacia ellas mismas y hacia el mundo. En este sentido, considero que las democracias deben abordar dos tareas cruciales para renovar su legitimidad dom¨¦stica e internacional.
La primera es reducir las desigualdades econ¨®micas internas. La democracia se reafirm¨® como sistema pol¨ªtico tras la Segunda Guerra Mundial con la creaci¨®n de un Estado del bienestar que asegurara el crecimiento econ¨®mico y la cohesi¨®n social. Sin embargo, esta cohesi¨®n social ha sufrido grandes retrocesos en las ¨²ltimas d¨¦cadas, vi¨¦ndose especialmente debilitada con la crisis financiera de 2008 y la pandemia.
Las desigualdades socioecon¨®micas que caracterizan a nuestras sociedades son un problema para la democracia, ya que implica que vivimos vidas cada vez m¨¢s separadas, acentuando las diferencias en el acceso a la participaci¨®n pol¨ªtica. En ¨²ltima instancia, la desigualdad erosiona nuestra capacidad de actuar como ciudadanos. La regresi¨®n democr¨¢tica en muchos pa¨ªses nace en gran parte de la insatisfacci¨®n de los ciudadanos, que han visto c¨®mo sus condiciones de vida han empeorado en los ¨²ltimos a?os, creando profundos sentimientos de frustraci¨®n con el sistema pol¨ªtico. Es este desencanto el que ha permitido la aparici¨®n de movimientos populistas y nacionalistas.
La segunda tarea consiste en la toma de un liderazgo claro por parte de las democracias m¨¢s ricas hacia el Sur global, creando las condiciones socioecon¨®micas necesarias para su desarrollo. Esto tambi¨¦n podr¨ªa facilitar la adhesi¨®n a los valores democr¨¢ticos en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo.
Como nos ha demostrado la aparici¨®n de la variante ¨®micron, debemos actuar por imperativo moral y por pragmatismo en el reparto equitativo de las vacunas contra la covid-19. Los datos de vacunaci¨®n en el continente africano son desoladores. Mientras en las democracias ricas avanzamos hacia la tercera dosis, solo un 8% de los africanos ha recibido una pauta completa de vacunaci¨®n contra la covid-19.
No hay mejor campa?a en favor de la democracia que una vacunaci¨®n r¨¢pida de los pa¨ªses m¨¢s vulnerables. Dado que vacunar a un 70% de la poblaci¨®n mundial costar¨ªa ¨²nicamente un 0,13% del PIB del G-7, las democracias m¨¢s ricas tienen una oportunidad de oro para incrementar su legitimidad internacional.
Las democracias pueden reafirmar su liderazgo global haciendo efectivo su compromiso de financiar la transici¨®n ecol¨®gica en los pa¨ªses del Sur global. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Clim¨¢tico de 2009, que tuvo lugar en Copenhague, los pa¨ªses m¨¢s ricos se comprometieron a transferir cien mil millones de d¨®lares cada a?o a los pa¨ªses menos desarrollados para ayudarlos a afrontar el coste de la transici¨®n ecol¨®gica. Este acuerdo no se ha cumplido nunca desde su adopci¨®n.
Cumpliendo con su promesa electoral de convocar una cumbre de democracias, Biden ha demostrado que no es Trump. Sin embargo, esto podr¨ªa demostrarse insuficiente. Cooperar con quien es ideol¨®gicamente af¨ªn ya es de por s¨ª complicado. M¨¢s dif¨ªcil es hacerlo con quien tiene una visi¨®n del mundo diferente, incluso opuesta a la propia.
Necesitamos fortalecer nuestras democracias, pero la defensa de nuestros valores fundamentales no debiera impedirnos avanzar juntamente con otros pa¨ªses en la resoluci¨®n de nuestros retos globales m¨¢s urgentes. Creo, sinceramente, que esta es una reflexi¨®n democr¨¢tica.
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