Una fotograf¨ªa
La foto del comienzo de a?o en Colombia es la imagen de una masacre en Arauca por las rentas ilegales del narcotr¨¢fico, donde 6.800 hombres del Ej¨¦rcito no han logrado tomar control del territorio
Tratar¨¦ de describir una fotograf¨ªa que me obsesiona. Es la de Colombia en una serie de hechos que se me han ido quedando en la mente durante esta primera semana del a?o y han terminado por aparecer ah¨ª, en la lente desde la cual capturo una imagen sin retoques, que saca a la luz eso que se pretende dejar en la oscuridad.
En un primer plano, del lado derecho, hablando con una pareja de estatuas sentadas en la banca de lo que parece un parque, est¨¢ de cuerpo entero el expresidente ?lvaro Uribe. Di¨¢logo imaginario con el pasado. Las estatuas tienen partes rojizas, como pringadas de sangre, la de 23 cad¨¢veres, que aparecieron asesinados en las llanuras de la frontera con Venezuela d¨ªas antes del retrato. Se ven dos mujeres y dos menores. Los dem¨¢s son hombres.
Unos tienen orificios de bala en el rostro, algunos tienen las fosas de sus narices llenas de coca, esa por la que se siguen enfrentando las disidencias de las FARC y los guerrilleros del ELN que ocupan otro espacio de esta foto: se les ve con sus caras tapadas y sus vestidos verdes deste?idos, algunas partes m¨¢s oscuras como el color que adquiere la tela h¨²meda.
Detr¨¢s de ellos, otros hombres, vestidos del mismo color, son militares. Cargan morrales y fusiles, botas pantaneras. No se ve claramente el papel que cumplen en la imagen. Hay zonas grises en esa parte de la foto. Claroscuros, brumas, ¨¢reas borrosas. Pero son muchos, casi como hormigas.
La foto est¨¢ impresa sobre un papel de 4.000 pesos, papel devaluado como el valor del peso colombiano frente al d¨®lar. Un campesino carga un costal de productos cuyo precio est¨¢ afectado por una inflaci¨®n del 5.6 por ciento. Su rostro tiene el ce?o fruncido y las manos de quien ha arado la tierra por mucho tiempo.
Un poco api?ados se observan una serie de candidatos presidenciales mostrando sus pancartas llenas de frases vac¨ªas con la promesa de que alguno alcance a tener una mayor preponderancia en el retrato. El lugar en el marco izquierdo de fotograf¨ªa lo ocupan las caras de Rodolfo Hern¨¢ndez y Gustavo Petro. Algunos otros aparecen de vacaciones recargando bater¨ªas para llenar una urna que se ubica en el centro de la composici¨®n.
Todos llevan tapabocas. Ciudadanos del com¨²n hacen una fila, larga, son como 50, para llegar al lugar donde est¨¢ sentada una enfermera esperando para introducir el largo copo en la nariz. Ella tiene aspecto cansado y algo temeroso. En la pared donde recuesta una silla improvisada, aparece la palabra ¡°Omicron, quedan pocas pruebas¡±.
Un negro en sandalias se ve levantando las manos ante un mesero de un restaurante, como abri¨¦ndose paso a la fuerza para entrar. El mesero es blanco, la puerta est¨¢ entreabierta, pero se alcanza a leer el nombre del lugar: racismo.
No aparece el presidente Ivan Duque en la foto. Tampoco creo que le resulte digna de enmarcar para ser colgada como en una m¨¢s de cientos que tiene en las paredes de la Casa de Nari?o. Esta es distinta a las dem¨¢s. Esta, sin duda, es la foto de la imperfecci¨®n.
Es la foto de una semana, la del comienzo del a?o en Colombia, la de una masacre en Arauca en la frontera colombo-venezolana por las rentas ilegales del narcotr¨¢fico, donde 6.800 hombres del Ej¨¦rcito no han logrado tomar control del territorio, la un contagio incontrolado por ¨®micron, la de la amenaza para una econom¨ªa que crece y al tiempo se debilita por creciente inflaci¨®n e informalidad, la de un caso de racismo en la tierra donde todos somos negros a mucho honor, y la de un pa¨ªs por ahora sin ruta clara que camina hacia las elecciones de congreso en marzo y las presidenciales del mayo y junio de 2022.
Una foto que s¨ª deber¨ªa ser enmarcada, para recordar que esa es la Colombia en la que los odios no han dejado espacio para la verdadera reconciliaci¨®n en los territorios y la institucionalidad prometida no lleg¨® ni con los reyes magos.
Para evaluar en unos meses si aprendimos las lecciones de la pandemia y fuimos capaces de preparar el sistema de salud y educativo para estar al nivel de la velocidad con la que se transmite el virus sin volvernos a aislar del conocimiento.
Esta es una fotograf¨ªa para advertir sobre el alma enferma de algunas gentes blancas que hablan de igualdad con la hipocres¨ªa de siempre cuando en pleno siglo XXI, se le niega un puesto a alguien por su color de piel.
Pero solo es posible mirarla desprendi¨¦ndose del ego y habr¨¢ que volver a tomarla cada semana para mirar c¨®mo van ocupando los espacios estos mismos elementos en una nueva composici¨®n.
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