Malvinas, una excusa para una coincidencia inesperada
El apoyo de cuatro expresidentes espa?oles a la causa por la soberan¨ªa de las islas es una forma de hablar de Gibraltar sin necesidad de hacerlo
La diplomacia argentina tiene, con el Gobierno de Alberto Fern¨¢ndez, innumerables deficiencias. Es natural. Es una pol¨ªtica internacional sometida a una mortificante disociaci¨®n. Debe expresar, por un lado, las pulsiones populistas de Cristina Kirchner y su feligres¨ªa, proclives a alinearse con China y Rusia y a tolerar tiran¨ªas tropicales, como las de Cuba, Venezuela y Nicaragua, siempre con la excusa de resistir al ¡°imperialismo yanqui¡±. Por otro lado, tiene que convivir y, si es necesario, aproximarse, a Estados Unidos, a Jap¨®n y a Alemania, para alcanzar el principal objetivo externo de Fern¨¢ndez: acordar con el Fondo Monetario Internacional la renegociaci¨®n de una deuda de 44.000 millones de d¨®lares.
A pesar de las dificultades que impone esta ambivalencia, el presidente se acredit¨® una pasable victoria el martes pasado. La obtuvo, en buena medida, porque ese triunfo est¨¢ referido a una de las pocas materias alrededor de las cuales los argentinos establecen un consenso: la soberan¨ªa sobre las islas Malvinas, cuya posesi¨®n f¨¢ctica ejerce el Reino Unido. Ese reclamo, que forma parte de la Constituci¨®n nacional, casi no inspira disidencias en el pa¨ªs.
El trofeo de Fern¨¢ndez fue haber conseguido un pronunciamiento de varios espa?oles ilustres para instar a la negociaci¨®n con Londres. Entre esas figuras se encuentran los cuatro exjefes de Gobierno vivos de la democracia espa?ola: Felipe Gonz¨¢lez, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero y Mariano Rajoy. La declaraci¨®n, que es la piedra fundacional de un Grupo de Apoyo al Di¨¢logo, cobija en sus pliegues varias claves de la pol¨ªtica espa?ola y de las relaciones atl¨¢nticas. Por eso este episodio se vuelve interesante.
Adem¨¢s de los expresidentes, firmaron la declaraci¨®n Miguel ?ngel Cort¨¦s, que fue secretario de Estado para Iberoam¨¦rica con Aznar; Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa-Margallo, canciller de Rajoy; Javier Solana, exsecretario general de la OTAN y Alto Representante para la Pol¨ªtica Exterior de la Uni¨®n Europea; y Manuel Herrero y Rodr¨ªguez de Mi?¨®n, que es uno de los padres de la Constituci¨®n de Espa?a.
El embajador argentino en Madrid, Ricardo Alfons¨ªn, hijo del c¨¦lebre Ra¨²l Alfons¨ªn, el primer presidente de la democracia recuperada en 1983, fue el encargado de gestionar, con cordiales visitas personales, la manifestaci¨®n de esas figuras. Una iniciativa que se produce en el marco del 40? aniversario de la guerra de Malvinas, que enfrent¨® a la Argentina con el Reino Unido.
El primer rasgo llamativo del pronunciamiento es que se haya producido. Es, acaso, la primera vez que Gonz¨¢lez, Aznar, Zapatero y Rajoy coinciden en una posici¨®n sobre pol¨ªtica internacional. A veces es dif¨ªcil ver llegar a un acuerdo a l¨ªderes del mismo partido. En referencia a Am¨¦rica Latina no hubo muchas oportunidades. No lo lograron con los acuerdos de paz entre el Estado colombiano y las FARC, tampoco en la caracterizaci¨®n de la tiran¨ªa venezolana. Quiere decir que la Argentina y su conflicto austral fueron la excusa para un ejercicio de consenso que resulta muy inusual no solo en Espa?a sino en casi todas las democracias occidentales.
La cuesti¨®n sobre Malvinas presenta varias peculiaridades que facilitan ese acuerdo. Una preliminar es que Alfons¨ªn no pidi¨® a sus interlocutores espa?oles que vayan m¨¢s all¨¢ de la f¨®rmula can¨®nica que se viene adoptando en las Cumbres Iberoamericanas: instar a retomar las negociaciones, como viene recomendando la ONU. Dado el desinter¨¦s de Londres en hacerlo, el pedido significa un respaldo t¨¢cito a la estrategia argentina.
Otra circunstancia facilita esta se?al emitida desde Madrid: sin Brexit no podr¨ªa haberse realizado. Ser¨ªa inimaginable que un grupo de l¨ªderes europeos mantenga una discreta inclinaci¨®n a favor de la Argentina, si el Reino Unido siguiera siendo parte de la Uni¨®n Europea. Y esa inclinaci¨®n se nota en un detalle: hablan de Malvinas, no de Falklands, que es el nombre con el que la potencia ocupante designa al archipi¨¦lago.
El favoritismo tiene un componente subliminal bastante obvio: es una forma de hablar de Gibraltar sin necesidad de hacerlo. Aun cuando para Espa?a la vibraci¨®n de ese reclamo no sea tan intensa como lo es para los argentinos el de las Malvinas.
La fuerza de la reivindicaci¨®n por la soberan¨ªa sobre esas islas es m¨¢s que emocional y pol¨ªtica. Est¨¢ asociada a intereses materiales. El mar que las rodea atesora una gran riqueza pesquera, en especial de calamares. Adem¨¢s de un subsuelo con recursos petroleros. Para los gobiernos argentinos aproximarse a Malvinas es aproximarse a esa riqueza. Tambi¨¦n en este plano el Brexit cambi¨® la din¨¢mica comercial. Ahora que el Reino Unido no forma parte de la Uni¨®n, las empresas espa?olas, que son hiperactivas en la zona, deben pagar un arancel por lo que pescan.
El gesto espa?ol tiene proyecciones en planos no evidentes. Refuerza un v¨ªnculo atl¨¢ntico con la Argentina, que hoy est¨¢ muy presente en el respaldo del Gobierno de Pedro S¨¢nchez a las negociaciones con el Fondo Monetario. ?Ayudar¨¢ en algo la designaci¨®n de Nadia Calvi?o como alta funcionaria financiera de ese organismo? Ser¨ªa exagerado. Pero en Buenos Aires se lo preguntan.
Hay otra dimensi¨®n en la que hay que leer la declaraci¨®n. Los espa?oles respaldan a los argentinos. Es posible que, as¨ª, tambi¨¦n los comprometan. En la c¨¢mara lenta de la larga duraci¨®n, el control sobre Malvinas adquiere un significado que antes no ten¨ªa. Se lo otorga una novedad: la vocaci¨®n de China por tener presencia en el Atl¨¢ntico, sobre todo en el Atl¨¢ntico sur, por donde circulan bienes cruciales para su econom¨ªa nacional. Borges bromeaba diciendo que ¡°la pelea entre los brit¨¢nicos y los argentinos por Malvinas es la pelea entre dos calvos por un peine¡±. Visto sobre el tel¨®n de fondo de la tensi¨®n entre los Estados Unidos y China, el conflicto por esas peque?as islas podr¨ªa ahora no ser tan irrelevante.
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