La otra guerra de las Malvinas
La guerra de las Malvinas, el breve conflicto entre Argentina y el Reino Unido que tuvo lugar en 1982, se cobr¨® la vida de 649 soldados argentinos. Muchos fueron enterrados en un cementerio de las islas y permanecieron all¨ª sin identificar durante d¨¦cadas. En 2016, los dos pa¨ªses firmaron un acuerdo para la identificaci¨®n de los cuerpos, pero lo que parec¨ªa una tarea noble desat¨® un conflicto inesperado que involucr¨® a Gobiernos, organizaciones de derechos humanos y familiares de los ca¨ªdos.
En 1982 la Argentina estaba gobernada por una dictadura bajo el mando del teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri. El 30 de marzo el movimiento obrero convoc¨® una marcha hacia la plaza de Mayo, en Buenos Aires. Desde 1976 el r¨¦gimen militar hab¨ªa secuestrado y asesinado a miles de ciudadanos, suprimido el derecho a huelga y prohibido la actividad gremial. Aun as¨ª, cincuenta mil personas convergieron en la manifestaci¨®n que se realiz¨® bajo el lema Paz, Pan y Trabajo, entre gritos de ¡°?Galtieri, hijo de puta!¡±, y termin¨® con enfrentamientos salvajes y m¨¢s de tres mil detenidos.
Apenas dos d¨ªas despu¨¦s, el 2 de abril, en la misma plaza, cien mil ciudadanos euf¨®ricos alzaban banderas patrias y enarbolaban carteles con la leyenda ¡°Viva nuestra Marina¡±, mientras un grito fervoroso avanzaba como la proa de un barco bestial: ¡°?Galtieri, Galtieri!¡±. La televisi¨®n mostraba al teniente general abri¨¦ndose paso entre una multitud rugiente que se disputaba espacio para abrazarlo. La voz de una locutora relataba con vehemencia: ¡°?Ha salido el excelent¨ªsimo se?or presidente de la Naci¨®n a saludar a su pueblo! Todos lo han vitoreado. El se?or presidente se acerc¨® a esta multitud que lo aclamaba tanto a ¨¦l como a las Fuerzas Armadas por la actitud hist¨®rica tomada en las ¨²ltimas horas. ?Gracias, gloriosa Armada Nacional!¡±. La locutora, el pueblo, el teniente general celebraban que, horas antes, tropas nacionales hab¨ªan desembarcado en las islas Malvinas, un archipi¨¦lago del Atl¨¢ntico sur que llevaba 149 a?os bajo dominio ingl¨¦s con el nombre de Falklands Islands, y cuya soberan¨ªa se reclamaba desde siempre.
Sigui¨® una guerra corta, de setenta y cuatro d¨ªas. Pocas cosas se detuvieron en el pa¨ªs por ese conflicto. La selecci¨®n de f¨²tbol viaj¨® al Mundial de Espa?a y debut¨® el 13 de junio con un partido en el que perdi¨® contra B¨¦lgica. Al d¨ªa siguiente, la guerra termin¨®. El teniente general Galtieri anunci¨® la rendici¨®n de esta manera: ¡°Nuestros soldados lucharon con esfuerzo supremo por la dignidad de la naci¨®n. Los que cayeron est¨¢n vivos para siempre en el coraz¨®n y la historia grande de los argentinos (¡) Tenemos nuestros h¨¦roes. Hombres de carne y hueso del presente. Nombres que ser¨¢n esculpidos por nosotros y las generaciones venideras¡±. Seiscientos cuarenta y nueve soldados y oficiales argentinos murieron en combate. El nombre de m¨¢s de cien de ellos demor¨® treinta y cinco a?os en ser esculpido. No en la historia grande sino en una l¨¢pida.
Con esta camisa iba a bailar.
Estas son las cartas que nos mand¨® desde las islas.
Esta es la cadenita que le regal¨® la novia, el anillo de casado, el reloj, el carnet de la Armada, las fotos de la dentadura y del ata¨²d y de la fosa que est¨¢n en el informe que nos entregaron los forenses.
Al terminar la guerra, miles de soldados regresaron a sus casas pero, salvo excepciones, el Estado no notific¨® oficialmente la muerte de los que no volvieron. D¨ªa tras d¨ªa, semana tras semana, cientos de familiares recorrieron los cuarteles buscando al muerto vivo, al despedido al pie de un autob¨²s semanas antes. Apostados al otro lado de los muros gritaban: ¡°??Alguien sabe d¨®nde est¨¢ Andr¨¦s Folch?!¡±; ¡°?Araujo, soldado Araujo!¡±.
Entretanto, el ej¨¦rcito ingl¨¦s, que hab¨ªa sufrido 255 bajas, envi¨® a las islas a un oficial de 32 a?os llamado Geoffrey Cardozo con el fin de ayudar a su tropa en la posguerra. Cardozo encontr¨® un panorama inesperado: los cuerpos de los argentinos segu¨ªan esparcidos en el campo. Lo comunic¨® a sus superiores y, en noviembre de 1982, el gobierno brit¨¢nico present¨® una nota a la junta militar argentina preguntando qu¨¦ hacer. Seg¨²n sostiene el historiador Federico Lorenz en el texto El cementerio de guerra argentino en Malvinas: ¡°El gobierno militar respondi¨® (¡) autorizando el entie?rro de sus soldados ca¨ªdos, pero ¡°reserv¨¢ndose el derecho de decidir, cuan?do sea adecuado, acerca del traslado de los restos (¡) desde esa parte de su territorio al continente¡±. Las idas y vueltas se debieron a que las consultas oficiales brit¨¢nicas inclu¨ªan la palabra ¡°repatriaci¨®n¡±, algo inadmisible para la Argentina en tanto considera a las islas parte de su territorio¡±. As¨ª fue como el destino de cientos de cad¨¢veres qued¨® reducido a un asunto sem¨¢ntico.
Geoffrey Cardozo recibi¨® la orden de armar un cementerio. Encontr¨® un lugar en el istmo de Darwin. Recogi¨® cad¨¢veres insepultos, exhum¨® los sepultados, revis¨® uniformes buscando documentos, carnets, placas identificatorias: los rastros de la identidad esquiva. Logr¨® reunir docientos treinta cuerpos pero ciento veintid¨®s de ellos -restos mudos, sin placas ni documentos- quedaron sin identificar. Los traslad¨®, a todos, al cementerio. Los envolvi¨® en tres bolsas y, en la ¨²ltima, escribi¨® con tinta indeleble el nombre del sitio donde hab¨ªan sido encontrados. En las cruces de quienes no ten¨ªan nombre hizo grabar una leyenda: Soldado argentino s¨®lo conocido por Dios. Elabor¨® un informe minucioso y lo remiti¨® a su gobierno que, a su vez, lo remiti¨® a la Cruz Roja que, a su vez, lo remiti¨® al gobierno argentino. El cementerio se inaugur¨® el 19 de febrero de 1983. Luego, Cardozo volvi¨® a Inglaterra. No regres¨® a las islas pero jam¨¢s dej¨® de pensar en ellas.
Yo supe c¨®mo hab¨ªa muerto mi hermano veinticinco a?os despu¨¦s de la guerra.
Yo pens¨¦ que ese cementerio estaba vac¨ªo.
A m¨ª me hab¨ªan dicho que estaban en una fosa com¨²n.
?C¨®mo nadie nos dijo nada del trabajo que hab¨ªa hecho Cardozo?
En 1982, un militar llamado H¨¦ctor Cisneros -cuyo hermano, Mario El Perro Cisneros, tambi¨¦n militar, hab¨ªa muerto en la guerra y cuyos restos no hab¨ªan sido identificados- fund¨® la Comisi¨®n de Familiares de Ca¨ªdos en las Islas Malvinas que sent¨® una l¨ªnea de pensamiento clara: todos ¨Csoldados y oficiales- eran h¨¦roes; todos eran el ¨²ltimo basti¨®n argentino en las islas y deb¨ªan permanecer all¨ª.
En 1983 termin¨® la dictadura, se restableci¨® la democracia y la guerra qued¨® en la memoria como el intento ag¨®nico del r¨¦gimen militar por unir al pueblo en torno a una causa ¨¦pica. Ni los sucesivos gobiernos democr¨¢ticos ni las fuerzas armadas entraron en contacto con -o confeccionaron un registro de- familiares de los soldados muertos; jam¨¢s notificaron esas muertes de manera oficial ni proporcionaron datos acerca de c¨®mo se hab¨ªan producido.
En 1999, un acuerdo entre pa¨ªses otorg¨® a la Comisi¨®n de familiares el mantenimiento del cementerio y en 2004 uno de los empresarios m¨¢s ricos del pa¨ªs, Eduardo Eurnekian, coste¨® su remodelaci¨®n. Reemplaz¨® las cruces de madera por cruces blancas, hizo colocar l¨¢pidas de p¨®rfido negro, alz¨® un cenotafio con los nombres de los ca¨ªdos. As¨ª, en los aniversarios de la guerra, los medios argentinos comenzaron a publicar im¨¢genes de ese sitio de pulcritud vascular, una geometr¨ªa perfecta crucificada por el viento a la que muchos cre¨ªan un espacio simb¨®lico, vac¨ªo.
Durante todo ese tiempo, el oficial ingl¨¦s Geoffrey Cardozo conserv¨® una copia de su informe, convencido de que el Estado argentino lo hab¨ªa dado a conocer a los familiares. Pero en 2008 supo que no: que los familiares ni siquiera sab¨ªan de su existencia.
El lunes 20 de agosto de 2018, a las ocho de la ma?ana, un hombre camina hacia el bar La Biela, en el barrio porte?o de la Recoleta, que a esa hora a¨²n est¨¢ cerrado. Hacen dos grados bajo cero. Camina erguido, encendiendo una pipa. Al llegar a la esquina, con un espa?ol cargado de acento brit¨¢nico, dice: ¡°Oh, no. Est¨¢ cerrado. Vamos a mi hotel¡±. El coronel brit¨¢nico Geoffrey Cardozo se hospeda a metros de all¨ª, invitado por el Gobierno argentino: la c¨¢mara de Senadores le ha entregado una menci¨®n de honor por haber colaborado en el trabajo de identificaci¨®n de los ca¨ªdos en el cementerio de Darwin. Apenas sentarse, empieza su relato en lo que, m¨¢s que una reacci¨®n autom¨¢tica, parece un pragmatismo radical.
-Cuando fui a las islas mi jefe me ha dicho: ¡°Geoffrey, tienes que enterrar a estos soldados, es humanitario¡±. Entonces hice un registro muy detallado, porque algo me dec¨ªa: 'A lo mejor en el futuro su pa¨ªs podr¨¢ exhumar para ver si es posible identificarlos'. Me march¨¦ sinti¨¦ndome mal por no haber identificado a todos.
Veintis¨¦is a?os despu¨¦s de la guerra, en 2008, lleg¨® a Londres un excombatiente, Julio Aro, para asistir a jornadas sobre estr¨¦s postraum¨¢tico. Le asignaron un int¨¦rprete: Geoffrey Cardozo. A lo largo de tres d¨ªas Cardozo escuch¨®, incr¨¦dulo, el relato de Julio Aro que dec¨ªa que ese a?o hab¨ªa ido al cementerio de Darwin por primera vez, hab¨ªa buscado los nombres de compa?eros a los que hab¨ªa enterrado y no entend¨ªa por qu¨¦ no estaban ni c¨®mo era posible que hubiera tantos cuerpos sin identificar.
-Y ah¨ª estall¨® mi furia ¨Cdice Cardozo-. Yo entregu¨¦ ese informe a mi gobierno, que lo envi¨® a la Cruz Roja y al gobierno argentino. Todo en 1983. Y a?os despu¨¦s veo que no sab¨ªan lo que hab¨ªa pasado. Una noche fuimos con Julio Aro a un pub y, despu¨¦s de tomar una cerveza, le di mi informe y le dije: ¡°Sabr¨¢s qu¨¦ hacer con ¨¦l¡±.
Pero Julio Aro no entendi¨® nada porque no hablaba una sola palabra de ingl¨¦s.
El 11 de junio de 2019, a las seis y media de la tarde, Julio Aro, excombatiente y fundador de la Fundaci¨®n No me olvides, que brinda apoyo a personas con estr¨¦s postraum¨¢tico, llega a un bar de Buenos Aires. En dos horas emprender¨¢ el regreso a la ciudad donde vive, Mar del Plata, a 400 kil¨®metros de la capital. Aro fue a la guerra a los 19, poco despu¨¦s de haber terminado el servicio militar, entonces obligatorio. Cuando el conflicto termin¨®, regres¨® a su pueblo ¨CMercedes, provincia de Buenos Aires-, en una larga fila de buses que demor¨® dos horas en recorrer los ¨²ltimos kil¨®metros: miles hab¨ªan ido a recibirlos.
-Pero despu¨¦s no se habl¨® m¨¢s. La familia no te preguntaba. Los amigos no te daban pelota.
Estudi¨® educaci¨®n f¨ªsica, se mud¨® a Mar del Plata. La guerra era un recuerdo del que, a veces, brotaba un gemido inc¨®modo. Hasta que en 2008 viaj¨® a las islas, busc¨® los nombres de sus compa?eros en el cementerio y no los encontr¨®.
-Ese a?o fui a Londres con dos veteranos de guerra para unas jornadas sobre estr¨¦s postraum¨¢tico. Y ah¨ª dijimos que no entend¨ªamos esa placa de Soldado argentino s¨®lo conocido por Dios, que nosotros hab¨ªamos enterrado a nuestros compa?eros. Me hab¨ªan puesto un int¨¦rprete, el coronel Geoffrey Cardozo. El ¨²ltimo d¨ªa fuimos a un pub, y cuando salimos Geoffrey saca un sobre y dice: ¡°Sabr¨¢s qu¨¦ hacer con ¨¦l¡±. Y se va. Estaba todo en ingl¨¦s. Cuando volvimos a la Argentina lo hice traducir. Y cuando lo le¨ª me dieron ganas de prenderlos fuego a todos. Porque el informe mostraba d¨®nde se hab¨ªan encontrado los cuerpos, d¨®nde estaba enterrado cada uno, y dec¨ªa que se hab¨ªa pedido al gobierno argentino que enviara a un grupo a reconocer a los que no hab¨ªa podido identificar Geoffrey. Y el gobierno no hizo nada.
En el informe hab¨ªa un n¨²mero -16.100.924- que Cardozo hab¨ªa encontrado en el reverso de una medalla. Aro entendi¨® que se trataba de un documento de identidad. Lo google¨® y, en efecto, pertenec¨ªa a Gabino Ru¨ªz D¨ªaz, 19 a?os, muerto en la guerra. Fue a una oficina de Anses, una dependencia que paga jubilaciones y pensiones, y le pidi¨® a un amigo un favor ilegal.
-Le dije: ¡°Necesito saber qui¨¦n cobra la pensi¨®n por este soldado¡±. Busc¨® y me dijo: ¡°Una se?ora que se llama Elma Pelozzo y que vive en San Roque, Corrientes¡±. Ten¨ªa que ser la mam¨¢ de Gabino. Agarr¨¦ la camioneta y me fui a San Roque, 1000 kil¨®metros, con estos dos compa?eros. Y la encontramos.
La madre era diab¨¦tica; el padre, enfermo de Alzheimer, usaba una silla de ruedas masticada por la furia del tiempo.
-Le preguntamos: ¡°Elma, ?te gustar¨ªa saber en qu¨¦ lugar del cementerio est¨¢ tu hijo?¡±. Y nos contest¨®: ¡°?C¨®mo no voy a querer?¡±. Ah¨ª dijimos: ¡°La mam¨¢ quiere. ?D¨®nde est¨¢n las otras madres?¡±.
Nadie ¨Cni el estado, ni el Ej¨¦rcito- sab¨ªa d¨®nde estaban. De modo que tuvo que ir a buscarlas.
-Pero antes fui a ver a Luis Fondebrider.
La oficina de Luis Fondebrider, el presidente del Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense (EAAF), parece un sitio del que alguien se estuviera llevando cosas de a poco. El espacio es as¨¦ptico comparado con el que ocupaba en el edificio antiguo del barrio del barrio de Once donde el Equipo funcion¨® hasta 2017, cuando se traslad¨® a este predio de simbolismos espesos. Al igual que la Secretar¨ªa de Derechos Humanos, el EAAF est¨¢ en el predio de la ex Escuela de Mec¨¢nica de la Armada, donde funcion¨® un centro de detenci¨®n clandestino durante la dictadura militar. Para este grupo que existe desde 1984 con el objetivo de aplicar la antropolog¨ªa forense a casos de violencia de estado y delitos de lesa humanidad, mudarse aqu¨ª fue un bucle parad¨®jico y extra?o.
-Nosotros siempre dijimos que desde lo t¨¦cnico, la identificaci¨®n era posible -dice Fondebrider-. Cuando vino Julio Aro a plantearnos si pod¨ªa hacerse, le dijimos que s¨ª. Eran fosas ordenadas en un lugar acotado, potencialmente exist¨ªan muchas muestras de ADN. Pero ning¨²n pol¨ªtico quer¨ªa debatirlo.
Hab¨ªa que salvar obst¨¢culos ¨Cbuscar familiares, exhumar muertos en territorio bajo dominio brit¨¢nico-, pero parec¨ªa una tarea noble. Identificar. Hacer los ritos de la muerte ante la cruz correcta. ?Qui¨¦n pod¨ªa oponerse a eso?
La periodista Gabriela Cociffi era, en 2008 directora de la revista Gente. Hab¨ªa cubierto la guerra a los 23 a?os y, desde entonces, jam¨¢s hab¨ªa abandonado el tema. Julio Aro la contact¨®, le habl¨® del informe de Cardozo, de su visita a la madre de Gabino, de su intenci¨®n de buscar a las dem¨¢s. Cociffi le dijo: ¡°Hag¨¢moslo¡±. Empezaron a recorrer, por su cuenta, ciudades y pueblos. El m¨¦todo era r¨²stico, impropio: llegaban, preguntaban. ¡°?Hay alguna familia con un soldado ca¨ªdo?¡±. Encontraron padres viejos que hab¨ªan reconstruido la muerte de sus hijos como quien hilvana un cotilleo antiguo; o que conservaban la esperanza de que anduvieran por ah¨ª, desmemoriados. Casi todos dec¨ªan que quer¨ªan saber. Sin embargo, un grupo se opuso categ¨®ricamente a que las identificaciones se llevaran adelante: los padres y las madres de la Comisi¨®n de Familiares de ca¨ªdos.
Dec¨ªan que era un plan de los brit¨¢nicos para vaciar el cementerio y sacar la presencia argentina de las islas.
Dec¨ªan que iba a ser un carnaval de huesos.
Para nosotros eran todos h¨¦roes y no necesit¨¢bamos saber d¨®nde estaba cada uno.
Los a?os pasaron. Aro y Cociffi viajaban buscando familiares. La Comisi¨®n, cada tanto, emit¨ªa comunicados que dec¨ªan que ¡°las pericias gen¨¦ticas han sido rechazadas por los Familiares, por (¡) hacer peligrar la permanencia de los restos de los H¨¦roes en el lugar en el que deben permanecer a perpetuidad¡±. En 2010 se desclasificaron documentos que develaron que H¨¦ctor Cisneros, el presidente de la Comisi¨®n, hab¨ªa sido agente de inteligencia del batall¨®n 601 del ej¨¦rcito durante la dictadura. Cisneros renunci¨® y asumi¨® en su lugar Delmira Cao, madre del soldado fallecido ¨Cno identificado- Julio Cao. Ella, como Cisneros, se opuso a las identificaciones. Aro y Cociffi intentaron acercamientos a la presidencia de la Naci¨®n, que ocupaba Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, pero el Estado no mostraba inter¨¦s en abordar un tema en el que se mezclaban una guerra declarada por la dictadura, ca¨ªdos entre los que hab¨ªa soldados rasos y oficiales, y una Comisi¨®n fundada por un militar que hab¨ªa formado parte de los servicios de inteligencia.
Las cosas se pusieron en movimiento por un email. En diciembre de 2011, Gabriela Cociffi le escribi¨® al m¨²sico brit¨¢nico Roger Waters, que preparaba una serie de recitales en la Argentina: "Le pedimos que ayude a estas madres de Malvinas que desde hace m¨¢s de 30 a?os no tienen d¨®nde dejar una oraci¨®n o una flor". Lo envi¨® sin saber que ¨¦l ignoraba d¨®nde estaba enterrado su propio padre, ca¨ªdo durante la Segunda Guerra Mundial. Dos d¨ªas despu¨¦s, Waters le respondi¨®: ¡°Tengo una reuni¨®n con tu presidenta. Decime qu¨¦ necesit¨¢s que le pida¡±. El 6 de marzo de 2012, el ex Pink Floyd se reuni¨® con Cristina Kirchner y le pidi¨® por los soldados argentinos no identificados. Y el 2 de abril la presidenta anunci¨® que hab¨ªa dirigido ¡°una carta al titular de la Cruz Roja Internacional para que tome las medidas pertinentes e interceda ante el Reino Unido para poder identificar a los hombres argentinos y aun ingleses que no han podido ser identificados, porque cada uno merece tener su nombre en una l¨¢pida¡±. Poco despu¨¦s, la Cruz Roja arm¨® un grupo de trabajo formado por el Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense, el ministerio de Justicia y el de Desarrollo social que comenz¨® a viajar por el pa¨ªs buscando y entrevistando familiares -se preguntaba por las caracter¨ªsticas f¨ªsicas de los ca¨ªdos que pudieran ayudar a identificarlos-, y tomando muestras de ADN.
Entonces empezaron los problemas de verdad.
Virginia Urquizu es miembro del Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense e hizo muchas entrevistas con los familiares.
-La primera entrevista que hicimos fue terrible. Era con la mam¨¢ de un ca¨ªdo que era hijo ¨²nico. Tocamos timbre. Un hombre respondi¨®: ¡°Soy el hijo, ya bajo¡±. Dijimos: ¡°Ac¨¢ pasa algo raro¡±. El ca¨ªdo no ten¨ªa hermanos. Adentro estaba la mam¨¢ con otros hombres que se presentaron como hijos de ella. Eran excombatientes que ven¨ªan a presionar para que la madre no diera la muestra. Nos dijeron que ellos no iban a permitir que eso se hiciera, que ¨¦ramos profanadores de tumbas, que era un manejo para traer los restos al continente. La mujer s¨®lo dijo: ¡°Yo voy a hacer lo que mis hijos digan¡±. Y no dio la muestra.
-Hubo familias que no dieron la muestra porque la Comisi¨®n de familiares iba antes y les dec¨ªa: ¡°No lo hagan, esto lo est¨¢ usando pol¨ªticamente el kirchnerismo, van a sacar los cuerpos y van a cerrar el cementerio¡± ¨Cdice Luis Fondebrider-. Algunos organismos de derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo, hab¨ªan ido a las islas y hablaron de los ca¨ªdos como de NN. La Comisi¨®n se opone a que los llamen as¨ª. La palabra ¡°desaparecido¡± en la Argentina remite a la dictadura, y varios de los h¨¦roes de Malvinas fueron represores. Es dif¨ªcil de procesar: un h¨¦roe de la patria que antes torturaba y mataba.
H¨¦ctor Cisneros, el militar y ex presidente de la Comisi¨®n, recibi¨® a los miembros del grupo de trabajo y les dijo: ¡°No voy a dar la muestra, estoy en desacuerdo con el trabajo que van a hacer, y voy a hacer todo lo posible para que no se realice¡±.
Mientras, desde un cementerio casi siempre solo, los muertos irradiaban muertes que ya eran mucho m¨¢s largas que sus vidas.
Es un d¨ªa de sol y en la oficina de la Procuraci¨®n General de la Naci¨®n donde trabaja Carlos Somigliana todo parece embutido a empujones: los dos escritorios, las tres sillas, las torres de papeles. Sin embargo, la ventana deja entrar una luz que le da al conjunto un aire amplio y campestre. Somigliana es abogado y forma parte del Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense desde 1984. Recuerda los tres a?os durante los que recorri¨® el pa¨ªs entrevistando familiares con la felicidad de quien emprendi¨® un viaje a una tierra fant¨¢stica.
-Hab¨ªa gente que te dec¨ªa: ¡°La causa Malvinas, cuesti¨®n nacional¡±. Y est¨¢bamos en el medio de una ruta sin guita para la nafta. Pero era hermoso. La recepci¨®n de la gente era entra?able. Era dif¨ªcil porque hab¨ªa que manejar la expectativa. Uno les dec¨ªa que hab¨ªa posibilidad de que el gobierno argentino acordara con el brit¨¢nico para que se pudiera hacer el trabajo de exhumaci¨®n, pero que eso pod¨ªa ser en un a?o, en diez o nunca. Y en ese momento, la Comisi¨®n de Familiares estaba taxativa y militantemente en contra, diciendo que este trabajo iba a ser un carnaval de huesos.
En 2016, tres a?os despu¨¦s de que el grupo empezara a trabajar, y bajo el gobierno de Mauricio Macri, se firm¨® el acuerdo entre la Argentina, Gran Breta?a y el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja. Se estableci¨® que se trabajar¨ªa con peritos argentinos, ingleses y espa?oles; que s¨®lo se abrir¨ªan las tumbas no identificadas; que los cuerpos deb¨ªan exhumarse e inhumarse el mismo d¨ªa (por el temor de los familiares a que los retiraran del cementerio); que el trabajo se har¨ªa en el invierno austral de 2017. El acuerdo se llam¨® Plan de Proyecto Humanitario. En octubre de ese a?o, Delmira Cao dej¨® la presidencia de la Comisi¨®n de Familiares y asumi¨® Mar¨ªa Fernanda Araujo cuyo hermano, Eduardo Araujo, era uno de los ca¨ªdos sin identificar. Ella, como sus predecesores, se opuso a las identificaciones. Pero en junio de 2017 el Plan de Proyecto Humanitario se puso en marcha. En medio de un paisaje de estoicismo violento, el CICR cre¨® junto al cementerio un laboratorio repartido en cuatro containers: oficina, morgue, ba?o y cocina, dep¨®sito.
-Cuando vimos que Cardozo los hab¨ªa puesto en dos o tres bolsas, que hab¨ªa escrito los nombres de los lugares donde los hab¨ªa encontrado, nos dimos cuenta de que iba a ser muy sencillo ¨Cdice Luis Fondebrider-. Aparecieron algunos documentos en las capas interiores de ropa que Cardozo no encontr¨® porque estaba trabajando en condiciones muy dif¨ªciles. Un d¨ªa yo estaba revisando un cuerpo, saco un documento y era del hermano de Mar¨ªa Fernanda Araujo, la presidenta de la Comisi¨®n, que no hab¨ªa querido dar la muestra.
Poco despu¨¦s, en otro cuerpo, encontr¨® el documento de Mario Cisneros.
-El hermano de H¨¦ctor Cisneros, el expresidente de la Comisi¨®n que tampoco hab¨ªa dado la muestra. No pod¨ªamos asegurar que fueran ellos, pero hab¨ªa que entregarles los documentos a las familias y preguntarles de nuevo si quer¨ªan dar la muestra.
Se analizaron los restos de 122 soldados argentinos, exhumados de 121 sepulturas (en una de las fosas hab¨ªa dos cuerpos), y se enviaron muestras a tres laboratorios. Los primeros resultados llegaron en diciembre y en tres meses se realizaron noventa identificaciones positivas.
Elma Pelozzo, la primera de las madres a las que Julio Aro hab¨ªa entrevistado, recibi¨® la notificaci¨®n en su pueblo. Con las piernas amputadas por causa de la diabetes escuch¨®, en el colegio que lleva el nombre de su hijo, la notificaci¨®n del resultado en silla de ruedas: ¡°las caracter¨ªsticas f¨ªsicas (¡) son consistentes (¡) lo que permite concluir que los restos inhumados en la ubicaci¨®n se?alada corresponden a quien en vida fuera Gabino Ruiz D¨ªaz¡±. La mujer que, acompa?ada por excombatientes, se hab¨ªa negado a dar la muestra, accedi¨® a hacerlo a?os despu¨¦s y recibi¨® la notificaci¨®n en un geri¨¢trico, enferma de Alzheimer. Result¨® positiva, pero quienes se la leyeron no pudieron saber si entend¨ªa lo que le estaban diciendo. La familia Cisneros recibi¨® la visita de Carlos Somigliana que viaj¨® hasta la provincia en que viv¨ªan, Catamarca, para entregarles el documento de Mario Cisneros. Las hermanas del ca¨ªdo aceptaron dar la muestra y poco despu¨¦s fueron notificadas con la ubicaci¨®n exacta de la tumba.
El 26 de marzo de 2018 se organiz¨® un viaje a las islas -costeado por el empresario Eduardo Eurnekian- con los primeros familiares que participaron del muestreo. Llegaron a la base militar de Darwin y fueron conducidos hasta el cementerio. All¨ª descendieron y caminaron en silencio hacia las l¨¢pidas como un r¨ªo cauteloso que vuelve a un cauce seco. Tres horas m¨¢s tarde regresaron al continente. Muchos hab¨ªan recogido piedras de las tumbas pero los obligaron a desprenderse de ellas en el control de seguridad. La Comisi¨®n de Familiares, para entonces, continuaba oponi¨¦ndose a las identificaciones.
El 9 de mayo de 2019 la avenida que pasa a una cuadra de la casa de Raquel Folch, en Jos¨¦ Le¨®n Su¨¢rez, un suburbio de la ciudad de Buenos Aires, est¨¢ inundada. Raquel Folch espera en la puerta, sobre la calle que lleva el nombre de su hermano muerto: Soldado Andr¨¦s An¨ªbal Folch.
-Ac¨¢ es dif¨ªcil cuando llueve.
Adentro hay una luz cer¨²lea. Carmen y Ana, hermanas de Raquel, est¨¢n sentadas a una mesa peque?a. Ana aprieta una carpeta de pl¨¢stico de la que sacar¨¢, a lo largo de horas, fotos de su hermano muerto; fichas t¨¦cnicas que certifican la identificaci¨®n de su hermano muerto; cartas que enviaba desde Malvinas su hermano muerto: las pruebas de que su hermano estuvo vivo. Raquel y Carmen trabajan limpiando casas y criaron a sus hijos -cuatro Carmen, dos Raquel- solas. Ana dej¨® de trabajar cuando se cas¨® con un ingeniero.
-Ella es la ¨²nica que tuvo suerte ¨Cdice Raquel-. A ninguna de nosotras nos fue bien.
Ana tiene voz aguda, quebrada por sollozos como vagidos que contrastan con su verborrea marcial. Fue la primera que, a los 13, migr¨® a Buenos Aires desde la provincia de Tucum¨¢n, harta de que en el ingenio azucarero donde trabajaban les pagaran con vales.
-Despu¨¦s vino mi mam¨¢, Silveria. Mi pap¨¢, Francisco. Mi hermanito.
-Nos llevaban a cosechar papa, batata ¨Cdice Raquel, como si pidiera disculpas o permiso-. Mi mam¨¢ ten¨ªa un terreno donde sembraba verdura. Ten¨ªa como cien gallinas. Cuando sal¨ªa a tirarles ma¨ªz, bajaban de los ¨¢rboles que parec¨ªan aviones.
Todo eso ¨Cel r¨ªo, la zafra, las gallinas- termin¨® cuando vinieron a Buenos Aires. Despu¨¦s de un tiempo, compraron un terreno que result¨® un barrial. Pero ten¨ªan casa, trabajo, estaban juntos.
-Hasta que Andr¨¦s tuvo que hacer el servicio militar, en 1981¨Cdice Raquel-. Odiaba eso, odiaba a los militares.
En marzo de 1982, quince d¨ªas antes de las Pascuas, Andr¨¦s Folch sali¨® del regimiento para visitar a su familia.
-Vino y dijo: ¡°Las Pascuas las pasamos juntos¡±. Pensaba que le iban a dar la baja. Lo esperamos, pero no vino. Entonces Ana y el marido fueron a ver qu¨¦ pasaba. Y ya se lo hab¨ªan llevado para Malvinas.
-No nos pudimos ni despedir ¨Cdice Ana-. Yo nunca les dije a ellas, pero a veces pienso que si hubi¨¦ramos estado en Tucum¨¢n no le hubiera tocado ir a Malvinas. La culpa la tuve yo, que lo traje ac¨¢.
Carmen y Raquel la miran sin sorpresa, como si enterarse de que su hermana se cree culpable de esa muerte fuera otra fant¨¢stica desgracia de las tantas que hubo. Ana gime con ese rugido itinerante entre la asfixia y el dolor, y saca de la carpeta las cartas que su hermano envi¨® desde las islas: ¡°Queridos padres, quiero contarles un poco de c¨®mo lo estoy pasando, con un fr¨ªo de grados bajo cero y poca comida. Pero nos las rebuscamos con algunas gallinas, pollos y otras cosas m¨¢s que nos brinda el terreno¡±. La familia Folch supo del fin de la guerra por televisi¨®n, y del regreso de los soldados porque se corri¨® la voz.
-Dijeron que volv¨ªa ese regimiento y fuimos con mi marido, mis hijos, mi pap¨¢, mi mam¨¢ ¨Cdice Ana-. ?bamos haciendo planes para hacer un asado. Empezamos a preguntar por mi hermano. Grit¨¢bamos: ¡°?Folch, Folch!¡±. Pero no nos dec¨ªan nada. Hasta que se acerc¨® un mayor y dijo: ¡°No lo busque. ?l muri¨® en Malvinas¡±.
En alg¨²n momento, los vecinos hicieron gestiones para que la calle llevara el nombre del ca¨ªdo, y a ellas les pareci¨® bien. En 2003, un soldado que las hab¨ªa buscado durante d¨¦cadas las encontr¨® y, por ¨¦l, supieron que su hermano hab¨ªa fallecido el 14 de junio en un bombardeo. Y en 2013, Raquel recibi¨® un llamado.
-Eran de derechos humanos para ver si quer¨ªa hacer el ADN. Me puse contenta, les dije que s¨ª enseguida. Pero no les hab¨ªa preguntado a ellas.
-Nosotras no estamos en la Comisi¨®n pero dijimos que no ¨Cdice Ana-. Porque se dec¨ªa que iban a traer los cuerpos al continente.
-Pero unos a?os despu¨¦s vi en la tele al se?or que explicaba c¨®mo hab¨ªan hecho el trabajo y les dije a ellas: ¡°Esto es algo serio, tenemos que dar la muestra¡± ¨Cdice Carmen-. As¨ª que fuimos.
-Cuando nos dijeron que estaba, yo no paraba de llorar ¨Cdice Raquel-. Carmen y yo fuimos al viaje que se hizo a Malvinas en marzo de 2018. Lo que sufri¨®, lo que habr¨¢ sufrido. No hay animales, no hay ¨¢rboles. Yo junt¨¦ unas piedritas del cementerio. Pero los ingleses me sacaron todo cuando volv¨ªa. No fue f¨¢cil su infancia, y tuvo que haber ido a sufrir tanto tiempo en la guerra y haberse quedado all¨¢. Una guerra in¨²til.
-?Te qued¨® algo que fuera de ¨¦l?
-Casi nada- dice Raquel.
Se pone de pie, entra a una pieza ba?ada por luz ag¨®nica y busca algo en un palo del que penden perchas. Regresa con un chaleco de jean marca Lois, de moda en los ¡¯80.
-Esto es lo ¨²nico que me qued¨® de ¨¦l ¨Cdice, sosteniendo el chaleco vac¨ªo.
En Buenos Aires cae una lluvia imperial. En una sala de reuniones de la Corporaci¨®n Am¨¦rica, en el barrio de Palermo, est¨¢ Roberto Curilovic. Tiene esa clase de prolijidad que parece abarcar h¨¢bitos, comportamientos, conductas. Una prolijidad como una opini¨®n. Es piloto naval, excombatiente y h¨¦roe de Malvinas, y cuando se refiere a Eduardo Eurnekian lo llama ¡°el se?or Eurnekian¡±.
-Buenas tardes ¨Cdice Eduardo Eurnekian entrando a la sala.
Tiene 86 a?os, y su Corporaci¨®n gestiona 50 aeropuertos, entre otras cosas. La leyenda cuenta que Eurnekian y Curilovic son amigos y que todo lo que Eurnekian hizo en el cementerio de Malvinas lo hizo por ¨¦l. Pero Curilovic entr¨® a la empresa en 2001 para reorganizar el espacio a¨¦reo y Eurnekian le encomend¨®, en 2005, que se encargara de la relaci¨®n con la Comisi¨®n de familiares. No fue un mal c¨¢lculo: Curilovic es h¨¦roe de guerra ¨Cen uno de sus vuelos, el 25 de mayo de 1982, hundi¨® el buque brit¨¢nico Atlantic Conveyor-, y los familiares de la Comisi¨®n sienten respeto por ¨¦l. En 2004, Eurnekian remodel¨® el cementerio, emplaz¨® una cruz blanca de tres metros y un cenotafio que hubo que armar en la Argentina, trasladar a Uruguay y llevar a las islas con un barco noruego (nada de bandera argentina entra a las islas). Como los vuelos comerciales a las Malvinas son pocos y muy caros (el equivalente a un pasaje Buenos Aires-Madrid), Eurnekian organiz¨® seis viajes de familiares desde 2006, rentando los aviones. ?l dice que la respuesta a la pregunta de por qu¨¦ hace esto es sencilla.
-En el a?o 82 nadie pod¨ªa dejar de apoyar el esfuerzo de recuperar las islas. Yo no creo que el camino hubiese sido la violencia, pero as¨ª se dio. En ese momento se vivi¨® una extraordinaria euforia patri¨®tica. Pero en 2003 me llama el embajador de Inglaterra en Argentina y me cuenta que los familiares estaban realizando esfuerzos para poder viajar y tener un cenotafio, y que nadie les hac¨ªa caso. Le ped¨ª que me hiciera una reuni¨®n con la Comisi¨®n de familiares, y les dije: ¡°Bueno, el cenotafio lo hacemos nosotros¡±. Creyendo que luego iba a existir un reconocimiento de los gobiernos, no al esfuerzo m¨ªo sino al de los familiares. Y eso tampoco sucedi¨®.
-Financiar esos viajes parece responsabilidad del estado, no de un empresario.
-No. Yo pienso diferente. La apat¨ªa del estado no me gusta, pero es lo que hay. La bronca m¨ªa es pensar c¨®mo no hubo un empresario que se haya solidarizado con este esfuerzo antes. Todos participaron de la gesta de una manera muy emotiva y luego se olvidaron.
El 15 de abril de 2019 a las 13.44 llega un mensaje de Mar¨ªa Fernanda Araujo, presidenta de la Comisi¨®n de familiares: ¡°Hola, no voy a poder ir ma?ana, lo tendremos que dejar para la semana pr¨®xima. Mil disculpas¡±. El 29 de mayo a las 12.22 llega otro mensaje: ¡°Hoy no vamos a poder reunirnos. Me operaron del pie¡±. El 12 de junio a las 0.13 llega otro mensaje: ¡°Perd¨®n la hora pero es para avisarte que ma?ana no estoy. Arreglamos para m¨¢s adelante. Besitos y disculpas¡±. Al d¨ªa siguiente atiende el tel¨¦fono y explica que la cancelaci¨®n se debe a que tiene que asistir a un acto:
-La conmemoraci¨®n de la batalla de Monte Longdon. Se hace en el regimiento 7 de La Plata. Se ponen las cruces de los ca¨ªdos y a las 17.45, cuando va cayendo el sol, empiezan los bombazos y los balazos y un soldado se pone atr¨¢s de la cruz de mi hermano y dice ¡°?Soldado Araujo, presente!¡±. No sab¨¦s lo lindo que es.
Mar¨ªa Fernanda Araujo, hermana del soldado Eduardo Araujo, viaja cada a?o 60 kil¨®metros desde Buenos Aires hasta el regimiento 7 de La Plata, pernocta en el cuartel con otros familiares de la Comisi¨®n, y al d¨ªa siguiente ve el atardecer entre el estruendo de las bombas que imitan a las que mataron a su hermano.
-Yo odiaba a los militares. Pero mi hermano am¨® ese uniforme. ?Por qu¨¦ lo voy a odiar yo? ?Por dos o tres idiotas que mataron gente? Mi hermano hizo el servicio militar en el 81, y jur¨® defender su patria. Pap¨¢ nos educ¨® en que la palabra se cumple. Sin embargo, cuando convocaron a mi hermano pap¨¢ dijo: ¡°V¨¢monos a vivir a Paysand¨²¡±, en Uruguay, para que no tuviera que ir a la guerra. Y mi hermano dijo: ¡°No, vos nos educaste en que la palabra se cumple¡±. Y mi pap¨¢ se tuvo que meter las palabras en el culo.
Mar¨ªa Fernanda ten¨ªa nueve a?os. Cuando la guerra termin¨®, fue con su padre a buscar a su hermano al regimiento. ?l la hizo treparse a sus hombros y le dio una orden: ¡°Grit¨¢ Araujo¡±. Lo buscaban vivo.
-Y yo grit¨¦. ¡°?Araujo, Araujo!¡±. Y un soldado le dice a mi viejo: ¡°No va a venir¡±. Y se pone a llorar. Mi pap¨¢ volvi¨® a casa, la mir¨® a mi mam¨¢ y, sabiendo eso, no se lo dijo. Mi mam¨¢ lo sigui¨® buscando por todas partes pensando que estaba perdido. En la mesa hab¨ªa siempre un plato vac¨ªo con la foto de Eduardo. Hab¨ªa que brindar con el retrato. Si ¨ªbamos a un restaurante, mi viejo llevaba el portarretrato, lo levantaba y ten¨ªas que golpear el portarretratos con la copa. Mi viejo muri¨® en 2012. Le cortaron las patas. Se chupaba todo y fumaba tres paquetes de cigarrillos por d¨ªa.
Mar¨ªa Fernanda se cas¨®, tuvo hijos, se divorci¨®. El 30 de noviembre de 2007 mezcl¨® rivotril, cereza y k-othrina, un veneno para cucarachas. La mezcla no la mat¨® pero la mand¨® a una cl¨ªnica psiqui¨¢trica. Despu¨¦s trabaj¨® en una peluquer¨ªa, en una jugueter¨ªa, y finalmente como secretaria en la Comisi¨®n de Familiares mientras Cisneros era presidente.
-En la Comisi¨®n nos opon¨ªamos cien por cien a las identificaciones. Es una historia triste. Delmira Cao era presidente, pero la cabeza era un veterano de guerra, C¨¦sar Trejo, que se apoder¨® de la instituci¨®n. Lo que pas¨® es que el CECIM, un centro de ex combatientes de La Plata que quer¨ªa la identificaci¨®n, empez¨® a hablar de que los ca¨ªdos eran NN, desaparecidos. Y yo dec¨ªa ¡°Mi hermano no es desaparecido de la dictadura, muri¨® en una guerra¡±. Y C¨¦sar Trejo aprovech¨® y empez¨® a meter fantasmas. Dec¨ªa: ¡°Si no aparecen los van a hacer pasar por desaparecidos; y si aparecen van a querer traer los restos¡±. Pero un d¨ªa le pregunt¨¦ a mi mam¨¢ si ella quer¨ªa hacerlo. Me dijo ¡°Yo no necesito que toquen las tumbas, pero si hay otras mam¨¢s que lo necesitan, y si me prometen que los van a dejar donde lo encontraron, que lo hagan¡±. Entonces lo llam¨¦ a Claudio Avruj, el Secretario de Derechos Humanos en ese momento, y le dije: ¡°Sentame con los que van a hacer el trabajo y les hacemos todas las preguntas¡±. Arm¨® la reuni¨®n. Estaban todos. Canciller¨ªa, el Equipo de Antropolog¨ªa Forense. Les hicimos mil preguntas y todo se respondi¨®. Estaba C¨¦sar Trejo y cuando salimos me dice: ¡°Vamos por los recursos de amparo, ?no?¡±. Porque present¨¢bamos recursos de amparo para impedir las identificaciones. Y le digo: ¡°Vos no entendiste nada. No lo vas a entender jam¨¢s, porque vos volviste y mi hermano no. As¨ª que basta, Trejo, vamos con las identificaciones. Chau, flaco¡±.
Despu¨¦s del encuentro organizado por la Secretar¨ªa de Derechos Humanos, Mar¨ªa Fernanda Araujo, su madre y otros familiares de la Comisi¨®n decidieron dar una muestra de sangre. La toma se realiz¨® en la sede de la Comisi¨®n, el 11 de abril de 2018. Poco despu¨¦s ella y su madre fueron citadas para recibir la notificaci¨®n positiva.
-Si yo hubiera sabido que este era el final, llevaba una botella de champagne y descorchaba.
-?Los motivos para oponerse eran s¨®lo los argumentos de Trejo?
-Creo que la Comisi¨®n no estuvo bien vista por el gobierno de Cristina Kirchner. Nos ve¨ªan como pro milicos. Por ah¨ª no se entiende que yo me lleve bien con los militares.
El 13 de marzo de 2019, Mar¨ªa Fernanda Araujo se sum¨® a uno de los viajes de familiares al cementerio, costeado por Eurnekian. El 15 de marzo la Comisi¨®n emiti¨® un comunicado en el que hablaba de ese viaje ¡°para poder homenajear a 22 nuevos ca¨ªdos que desde ahora poseen una tumba localizada con su nombre, luego de casi 37 a?os de terminada la gesta de Malvinas¡±, y agradec¨ªa a los que hab¨ªan hecho eso posible, desde la secretar¨ªa de derechos humanos hasta Julio Aro pasando por el Equipo de Antropolog¨ªa Forense y la Cruz Roja. Todos los que, durante a?os, hab¨ªan sido su inmenso leviat¨¢n. En septiembre de 2020, los gobiernos del Reino Unido y la Argentina firmaron un acuerdo para avanzar en una nueva etapa del proyecto: identificar los cuerpos depositados en una tumba colectiva. Hasta octubre de 2020, ciento quince ca¨ªdos fueron identificados y siete permanecen sin identificar.
En esta sala, Cristian Panigadi vio, a los 20 a?os y por televisi¨®n, la noticia de que su padre, Tulio Panigadi, marino mercante y capit¨¢n del buque de abastecimiento Isla de los Estados, hab¨ªa muerto.
-Yo estaba mirando la tele y un comunicado de los milicos dice que hab¨ªan hundido el buque de mi viejo.
Panigadi es m¨¦dico, y habla sin resentimiento aunque no sabe nada de lo que ocurri¨® en el sur.
-Cuando empieza la guerra, el buque de mi viejo, el Isla de los Estados, que hac¨ªa el recorrido entre Buenos Aires y el ¨¢rea patag¨®nica, qued¨® bajo bandera y lo usaron para trasladar armamento entre las islas. El 10 de mayo el barco fue atacado y lo hundieron. Sali¨® una balsa con cuatro personas. Mi pap¨¢, el capit¨¢n militar, el ayudante de cocina y el primer oficial. El oficial muri¨® cuando llegaron a la playa. Al capit¨¢n militar y al ayudante los rescataron. Pero durante a?os pens¨¦ que s¨®lo hab¨ªa sobrevivido el ayudante de cocina, no ten¨ªa idea de que hab¨ªa sobrevivido tambi¨¦n el capit¨¢n militar.
Las versiones acerca de c¨®mo muri¨® su padre son varias: se arroj¨® al agua confiado en que pod¨ªa llegar a la orilla y se lo llev¨® la corriente; hubo una discusi¨®n, alguien le dispar¨® y cay¨® al agua, vivo o muerto.
-?Qu¨¦ pas¨® ah¨ª? No s¨¦. En el a?o 2000, leyendo un diario, veo una entrevista al capit¨¢n militar y digo: "Oiga, ?y este de d¨®nde sali¨®?¡±. Lo llam¨¦. Y no le pregunt¨¦ nada. Es una persona que vivi¨® un drama terrible. El momento pol¨ªtico de la guerra era nefasto. Usaron Malvinas como una causa nacionalista. Se jug¨® el Mundial, la gente iba a la plaza a vivar a Galtieri. Los diarios lo vitoreaban. Yo nunca me mov¨ª con comisiones de h¨¦roes ni de familiares. Los discursos nacionalistas y mesi¨¢nicos no me los banco. La sensaci¨®n con mi viejo fue que se hab¨ªa ido de viaje. Hasta que en un punto dej¨® de ser as¨ª. Y no s¨¦ en qu¨¦ momento fue ese punto. Pero cuando me llamaron para preguntarme si estaba dispuesto a dar una muestra de ADN, dije que s¨ª enseguida. Aunque no ten¨ªa esperanza, la omnipotencia tiene un l¨ªmite.
Tal como esperaba, lo notificaron con una exclusi¨®n: un resultado negativo. Aun as¨ª, el 13 de marzo de 2019 se sum¨® al viaje de los familiares. Como los notificados con una exclusi¨®n no pod¨ªan llevar acompa?ante, solo y sin tumba Panigadi fue hasta el cenotafio y busc¨® el nombre de su padre.
-Lo que m¨¢s sent¨ª fue rabia. Ve¨ªa a las se?oras sentadas en la tierra, vistiendo las cruces con la ropa de los ca¨ªdos. Pensaba que ni el nazismo hizo esto: yo tengo que agradecer que a 40 a?os del conflicto pude ir al cementerio.
Mercedes Salado es espa?ola, forma parte del Equipo de Antropolog¨ªa Forense, y ella y Luis Fondebrider fueron los peritos del EAAF designados por la Cruz Roja para trabajar en las islas. La Comisi¨®n de familiares expres¨® reparos ante la elecci¨®n de Salado: "se trata de una espa?ola cuando Argentina tiene muchos forenses de prestigio, lo que evidencia un desprecio por nuestros profesionales", dijo C¨¦sar Trejo cuando a¨²n formaba parte de la Comisi¨®n y exig¨ªa que, si el proceso segu¨ªa adelante, se designara como perito a H¨¦ctor Enrique Brunner, ex combatiente de Malvinas y m¨¦dico forense que sosten¨ªa que ¡°(¡) no ser¨ªa nada extra?o que traten de sacarse el cementerio de encima, que es la meta final de esto¡±.
-En todo el tema de Malvinas ha habido mucha manipulaci¨®n de grupos pol¨ªticamente confrontados que han tenido a los familiares como el jam¨®n del s¨¢ndwich ¨Cdice Salado-. Se hab¨ªa instalado la idea de que el inter¨¦s de este proyecto era sacar la presencia argentina de las islas. Cost¨® mucho que se entendiera que identificaci¨®n y traslado no eran sin¨®nimos.
-Seg¨²n lo que encontraron al exhumar, ?el trabajo de Cardozo fue bueno?
-Cuando la cosa viene mal, desde el principio empiezas a encontrar contradicciones entre el registro escrito y lo que sale en el terreno. Y nosotros ¨ªbamos siguiendo el registro y lo que encontr¨¢bamos se relacionaba con lo que dec¨ªa la bolsa. A m¨ª me sorprendi¨® lo prolijo que fue su trabajo.
Delmira Cao tiene 80 a?os y sube trabajosamente las escaleras hasta el primer piso del departamento donde vive, en el piso superior de una construcci¨®n de dos plantas que su marido levant¨® para toda la familia -padre, madre, cuatro hijos- y en el que ahora quedan ella y sus hijas mujeres, Graciela y Viviana. Por la ventana se ve, alto, el pino que apenas asomaba de la tierra cuando su hijo Julio se fue de esta casa, m¨¢s de treinta y cinco a?os atr¨¢s. Es una de las sobrevivientes de la familia arrasada. Primero muri¨® el hijo en la guerra. Despu¨¦s muri¨® el padre del hijo. Despu¨¦s muri¨® el hijo que quedaba. El departamento era parte de la f¨¢brica de acero que hab¨ªa montado su marido, Julio.
-Pero cuando ¨¦l se muri¨® todo se vino abajo. Yo vend¨ª las m¨¢quinas y ni siquiera s¨¦ qu¨¦ hice con los cheques.
Julio, uno de sus dos hijos varones, era maestro de escuela. El 30 de marzo de 1982 hab¨ªa marchado a la plaza de Mayo para unirse al reclamo que los gremios hicieron aquel d¨ªa. Regres¨® tarde, la voz gastada de tanto gritar contra Galtieri. Ten¨ªa 21 a?os, estaba casado con Clara que, para entonces, estaba embarazada de cinco meses.
-Dos d¨ªas despu¨¦s de esa marcha vino y me dijo: ¡°Mam¨¢, est¨¢n convocando a Malvinas, voy a ir¡±. Le dije ¡°?No pod¨¦s, vas a tener una hija!¡±. Y me dijo ¡°Yo no podr¨ªa hablarle a mis alumnos de nuestros pr¨®ceres, de Belgrano y San Martin, si dejo a mis compa?eros ir solos a defender a la patria¡±.
?Puede un maestro de 21 a?os despedirse con palabras de bronce? Delmira dice que s¨ª. Contra la voluntad de su familia, con su mujer embarazada, Julio Cao se fue a la guerra. Su madre pas¨® esas semanas quem¨¢ndose de tanto rezar. Hasta que el conflicto termin¨®.
-Avisaron que los soldados volv¨ªan al cuartel, as¨ª que fueron a buscarlo la mujer, embarazada de ocho meses, mi hermano.
Pero no lo encontraron. Algunos soldados se quedaban boquiabiertos al ver a la embarazada que no sab¨ªa que era viuda.
-Nadie dec¨ªa nada. Hab¨ªa un coronel. Le pidi¨® el tel¨¦fono a mi hermano y le dijo que volviera a la casa, que iba a tener noticias. Y ese d¨ªa lo llam¨® y le dijo que Julio hab¨ªa muerto. Dos d¨ªas despu¨¦s vino a verme Walter Neira, un ex combatiente que hab¨ªa estado con Julio. Y me cont¨® que Julio hab¨ªa muerto pulverizado por una bomba.
Y eso fue lo que ¨Cen miles de entrevistas y discursos- Delmira repiti¨®: ¡°Mi hijo fue pulverizado, de mi hijo no queda nada¡±.
-Mi marido se deprimi¨® y en 1990 muri¨® de c¨¢ncer. Despu¨¦s, en 1996, mi hijo Roberto, de HIV. Antes de morir me dijo: ¡°Los veteranos son tus hijos, acercate a ellos¡±. Y los veteranos fueron mis hijos. Pero mis hijas odiaban eso. Yo dec¨ªa: ¡°Malvinas¡±. Y ellas me dec¨ªan: ¡°C¨¢llate¡±.
-Cuando usted estuvo en la Comisi¨®n, se opon¨ªa a las identificaciones.
-S¨ª. La Comisi¨®n era re dura. Pero el miedo era que los trajeran para ac¨¢. Despu¨¦s, cuando vino Mar¨ªa Fernanda Araujo, se dieron vuelta todas. Yo no ten¨ªa inter¨¦s porque cre¨ªa que no hab¨ªa nada de Julio.
Pero hab¨ªa. Hace un tiempo, Delmira supo que la versi¨®n de la muerte de su hijo en la que hab¨ªa cre¨ªdo durante m¨¢s de treinta a?os era una versi¨®n equivocada.
-Un tiempo atr¨¢s Walter Neira muere. Y sale Esteban Tries, un excombatiente muy amigo m¨ªo, por la televisi¨®n. En ese programa cuenta que a Julio lo hab¨ªan enterrado los compa?eros, que no estaba pulverizado. Mi hija Viviana lo llama a Tries y le pregunta si es cierto que hay restos de Julio. Y Tries le dice que s¨ª. Y Viviana me dice: ¡°Quiero que nos hagamos el ADN¡±. Dimos la muestra y en 15 d¨ªas nos dieron el resultado. Positivo.
-?Usted conoc¨ªa a Esteban Tries?
-De toda la vida.
-?Nunca le hab¨ªa dicho c¨®mo hab¨ªa muerto su hijo?
-No quer¨ªan pasar sobre la historia que hab¨ªa contado Walter Neira. Adem¨¢s, yo he salido en miles de discursos diciendo que de mi hijo no hab¨ªa quedado nada. No quer¨ªan ir contra m¨ª.
-?Se arrepinti¨® de no haber dado antes la muestra?
-S¨ª, me arrepent¨ª. Yo dec¨ªa que me daba lo mismo porque de mi hijo no quedaba nada. Pero no es lo mismo. Con los que ten¨ªamos problemas era con Julio Aro y con el CECIM, que dec¨ªan que nuestros hijos eran desaparecidos.
-?El problema con Aro cu¨¢l era?
-Era m¨¢s un problema de C¨¦sar Trejo, que es otro veterano. Una gran persona, pero tiene su manera de pensar. Me quiere como si fuera la madre. Me adora. Y yo a ¨¦l.
Esteban Tries pertenece a un grupo llamado Malvinas, educaci¨®n y valores, que difunde el tema en colegios. Fue a la guerra con 19 a?os y, despu¨¦s, vendi¨® autos, fabric¨® ropa, y un d¨ªa lo dej¨® todo para abocarse a ¡°la gesta¡±.
-Yo tambi¨¦n me opon¨ªa a las identificaciones porque un legista forense, Brunner, nos dec¨ªa que la ¨²nica forma de hacerlas era traerlos al continente. Y los familiares dec¨ªan ¡°No¡± y nos alineamos con ellos. Hoy los familiares est¨¢n sonrientes y agradecidos. Le ped¨ª disculpas a Julio Aro, porque ¨¦l unos ocho a?os atr¨¢s vino a verme y me dijo: ¡°Esteban, vamos a hacer esto¡±. Y le dije: ¡°Sos una basura¡±.
Esteban Tries parece el hombre clave en un engranaje que empieza con un excombatiente ¨CWalter Neira- que le cuenta a una madre ¨CDelmira Cao- algo que crey¨® ver, y que sigue con esa madre tomando una decisi¨®n -oponerse a las identificaciones- basada en un dato errado.
-Yo me enter¨¦ de c¨®mo muri¨® Julio a mediados de 2017, por otro excombatiente, H¨¦ctor Rebasti. Rebasti me dijo que hab¨ªa escuchado a un excombatiente contar que hab¨ªa visto que Julio Cao hab¨ªa quedado pulverizado. Rebasti sab¨ªa que no era as¨ª, que la onda expansiva lo hab¨ªa matado pero que ellos lo hab¨ªan enterrado. El excombatiente que contaba eso era Walter Neira. Cuando Rebasti me cuenta le digo: ¡°Le ten¨¦s que contar a Delmira¡±. Pero no se anim¨®. Despu¨¦s Neira muri¨®, y cuando me invitaron a la televisi¨®n cont¨¦ c¨®mo hab¨ªa muerto Julio Cao, para homenajearlo.
-Cuando lo contaste en televisi¨®n ?no pensaste que la familia pod¨ªa estar viendo?
-Es que yo con Delmira ya lo hab¨ªa hablado. En la intimidad.
-?Qu¨¦ te dijo?
-Se qued¨® as¨ª, no me dijo nada. Y para m¨ª ella es la referente.
C¨¦sar Trejo hizo el servicio militar y le dieron la baja el 23 de diciembre de 1981, pero lo reincorporaron el 9 de abril de 1982 para enviarlo a la guerra. Habla con ret¨®rica abigarrada, montando bloques de frases como ¡°la dial¨¦ctica del amo y el esclavo¡±, ¡°la producci¨®n simb¨®lica de las ¨¦lites¡±, ¡°el campo popular¡±, ¡°la guerra h¨ªbrida¡±. Explica ¨Cdando un amplio rodeo que da cuenta de la obra de Rudyard Kipling- la base de la doctrina militar brit¨¢nica: enterrar a sus ca¨ªdos donde han muerto para sembrar el mensaje de que, si por all¨ª pas¨® un soldado de su majestad brit¨¢nica, puede volver a pasar. La conclusi¨®n, dice, es evidente: la finalidad de las identificaciones es preparar un traslado masivo de los cuerpos al continente y borrar la presencia argentina de las islas.
-El informe del teniente coronel Cardozo es un desastre ¨Cdice-. Es una verdadera desprolijidad. Se nota que hay un apresuramiento.
-El Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense se?ala que la forma en que preserv¨® los cuerpos facilit¨® el trabajo.
-Si uno le da cr¨¦dito a ellos. Yo no les doy cr¨¦dito. ?C¨®mo puede ser que hayan aparecido c¨¦dulas de identidad, libretas, cartas, con muy poco deterioro? ?Esa documentaci¨®n estaba ah¨ª o fue extra¨ªda y devuelta?
-?Cu¨¢l ser¨ªa el beneficio de haberla extra¨ªdo y devolverla ahora?
-Es una inc¨®gnita. ?Y de d¨®nde surge la iniciativa de las pericias? Tres excombatientes argentinos son recibidos en Londres por un oficial ingl¨¦s que les entrega un sobre y les encomienda la identificaci¨®n.
-Les entrega un sobre, pero ?de d¨®nde surge el dato de que les encomienda la identificaci¨®n?
-Es obvio. Nosotros supimos desde el principio que el objetivo era trasladar los cuerpos.
-?La identificaci¨®n en qu¨¦ cambiar¨ªa ese supuesto objetivo? Los podr¨ªan trasladar, identificados o no.
-No, en principio, a ver¡ Primero est¨¢ la procedencia de la iniciativa, que es inglesa.
-?Usted no cree que el encuentro entre Cardozo y Julio Aro haya sido casual?
-No. Pensar eso es imbecilidad. Adem¨¢s, el concepto de identidad en la Argentina tiene una carga que proviene de los desaparecidos. En los ca¨ªdos argentinos no hay problemas de identidad. Nosotros hablamos de localizaci¨®n. Los muertos de Malvinas no pueden ser homologados con la situaci¨®n de terrorismo de estado y los desaparecidos. La Comisi¨®n en ning¨²n momento manifest¨® oposici¨®n a la identi¡ a la localizaci¨®n de la tumba.
-Hab¨ªa gente de la Comisi¨®n que llamaba a los familiares para que no dieran muestras.
-Est¨¢ bien, pero es espuria la argumentaci¨®n. Se reclam¨® que no se hablase de identificaci¨®n. Y que un perito participase en el trabajo. Un m¨¦dico, abogado forense y ex combatiente de Malvinas, Enrique Brunner.
-Brunner dijo que la ¨²nica forma en que se pod¨ªa hacer este trabajo era sacando los cuerpos de las islas. No era as¨ª.
-Dijo una vez eso. Pero... a ver¡ eso no anula su capacidad tanto jur¨ªdica como m¨¦dica en la ciencia forense.
-El Equipo Argentino de Antropolog¨ªa Forense es una referencia mundial.
-Madonna es referencia mundial. No canta bien ni baila bien.
Es viernes 26 de abril de 2019. Llueve desde temprano. A las 10 de la ma?ana, Mabel Godoy abre la puerta de un edificio en el centro de Lomas de Zamora, conurbano bonaerense.
-Se viene el mundo abajo ¨Cdice, entrando en su departamento donde una perra caniche ladra como un juguete histerizado-. Sentate mientras esperamos a Nora.
Nora es Nora Rodr¨ªguez, hermana de V¨ªctor Rodr¨ªguez. Ten¨ªa cuatro a?os cuando su hermano se fue a la guerra, cuatro cuando lo mataron, cuatro cuando su madre, Benigna, empez¨® a buscarlo enloquecidamente, y cuatro cuando Mabel Godoy, la novia de V¨ªctor, acompa?aba a Benigna a buscarlo a todas partes. El timbre suena poco despu¨¦s. Nora est¨¢ en el pasillo, empapada, 42 a?os que parecen menos.
-Con Nora no nos vimos por m¨¢s de veinte a?os ¨Cdice Mabel.
Aunque ambas viven en Lomas de Zamora se hab¨ªan visto por ¨²ltima vez en 1995, en el sepelio de Fidel, un hermano de Nora que muri¨® de leucemia. Benigna, la madre de Nora, muri¨® en 2004. Ferm¨ªn, el padre, en 2017. Para entonces, Nora estaba casada, ten¨ªa una hija.
-Y hace un a?o ¨Cdice Mabel, sirviendo caf¨¦- entro a una jugueter¨ªa con mi nieto. La veo y le digo: ¡°Disc¨²lpame, ?nos conocemos?¡±. Y ella me dice: ¡°Si, yo soy Nora Rodr¨ªguez¡±.
Mabel y V¨ªctor se conocieron cuando ella ten¨ªa 15 en una peregrinaci¨®n religiosa y se hicieron novios. ?l se fue a la guerra cuando ella ten¨ªa 16. Al terminar el conflicto, sin noticias de su hijo, Benigna empez¨® a buscarlo en los cuarteles, en los hospitales.
-Yo la acompa?¨¦ -dice Mabel-. En la tele dec¨ªan: ¡°Los familiares deben concurrir a Campo de Mayo¡±. ?bamos y hab¨ªa filas de gente. D¨ªas enteros. Yo dej¨¦ el trabajo y vend¨ª el equipo de m¨²sica para poder acompa?ar a Benigna. Pasaron meses y¡
Se detiene y mira a Nora de soslayo.
-Esto nunca te lo cont¨¦. La llaman a tu mam¨¢ un d¨ªa y le dicen que tu hermano est¨¢ vivo en el hospital R¨ªo Santiago, de La Plata. Y va, y era otro V¨ªctor Rodr¨ªguez.
-?Y qu¨¦ le dijeron? ¨Cpregunta Nora.
-¡°Nos equivocamos¡±. Pero despu¨¦s pas¨® otra cosa peor. La citaron del Ministerio de Defensa. Vamos las dos. La llaman. Sube. Baja a los 15 minutos. S¨²per contenta. Radiante. Le pregunto ¡°?Qu¨¦ le dijeron?¡±. Y me dice: ¡°Que no pierda las esperanzas, que hay chicos prisioneros que est¨¢n en Malvinas, que a algunos los llevaron a Inglaterra. Me preguntaron con qui¨¦n vine, les dije que est¨¢s vos y me dijeron que subas¡±. Subo. Una oficina gigante, un tipo con uniforme militar. Estaba con un expediente que dec¨ªa ¡°V¨ªctor Rodr¨ªguez¡±, con letras rojas. Yo ya sab¨ªa que cuando aparec¨ªan con letras rojas era que estaban fallecidos. Me pregunta cu¨¢ntos a?os tengo. Le digo: ¡°Diecis¨¦is para diecisiete¡±. Y me dice: ¡°Ah, sos chica y sos grande¡±. Agarra el expediente y me dice: ¡°Este chico, V¨ªctor Rodr¨ªguez, era un gran chico, pero el mundo est¨¢ lleno de grandes chicos¡±. Yo lo miraba. ¡°Este chico falleci¨® en Monte Longdon el d¨ªa 10 de junio. A tu suegra le dije que hab¨ªa prisioneros, porque viste c¨®mo son las madres. Si vos quer¨¦s, contasel¨®¡±. Me levant¨¦ y le dije: ¡°Son unos hijos de puta¡±. Pegu¨¦ media vuelta y me fui. Y en la caminata que hice cruzando el hall para encontrarme con Benigna, tuve que decidir qu¨¦ le dec¨ªa. Y la veo con una sonrisa de oreja a oreja. Me pregunta: ¡°?Y? ?Qu¨¦ te dijeron?¡±. Y yo le dije: ¡°Lo mismo que a usted, Benigna¡±. No la pod¨ªa ni mirar.
-?Tu madre pens¨® que estaba prisionero?
-S¨ª, mucho tiempo ¨Cdice Nora, sec¨¢ndose los ojos con una servilleta de papel.
-?Y qui¨¦n le dijo que estaba muerto?
-Yo calculo que fue esperar y que nunca llegara.
Cuando se reencontraron en aquella jugueter¨ªa, Mabel y Nora no ten¨ªan contacto con la Comisi¨®n de familiares ni sab¨ªan de las identificaciones. Un d¨ªa, por casualidad, Mabel encontr¨® en Facebook a un excombatiente que hab¨ªa sido amigo de V¨ªctor.
-?l me dijo que estaban trabajando en las identificaciones, y yo le dije a Nora.
-Yo lo quise hacer enseguida. Inmediatamente.
-?Sab¨ªan que la Comisi¨®n se opon¨ªa?
-Ah, no, no sab¨ªa ¨Cdice Nora, extra?ada- ?Y por qu¨¦?
-Yo tampoco sab¨ªa¨Cdice Mabel.
-No ten¨ªa ni idea. Yo di la muestra en julio de 2018. Y en noviembre me llamaron porque estaban los resultados. Entonces la llamo a Mabel y le digo: ¡°?Vos pod¨¦s ir conmigo?¡±. Y era positivo. Nos dieron una carpeta. Una medallita. Mabel me dijo: ¡°Es de ¨¦l, es una medallita que le regal¨¦ yo¡±. Despu¨¦s fuimos con Mabel a Malvinas. Yo me traje algunas piedritas. A todos se las sacaban, pero yo me met¨ª tres piedritas en la media y las pas¨¦.
Eso le queda. Unas piedras blancas.
Le dieron un peine. Un crucifijo de plata. Una carpeta con un informe t¨¦cnico, im¨¢genes de un ata¨²d, de una dentadura, fotos con ep¨ªgrafes: ¡°conducci¨®n del f¨¦retro a la reinhumaci¨®n¡±, ¡°f¨¦retro dispuesto en la tumba¡±. Antes de eso, hubo una vida corta.
-Yo siempre junto cosas, acumulo. A veces pienso que fue porque cuando era chica no tuve nada.
Adriana Rodr¨ªguez Guerrero, 57 a?os, madre de cuatro hijos, habla con el susurro t¨ªmido, sumiso y arrepentido con que los creyentes se confiesan. Est¨¢ en la sala de su casa en Lomas de Zamora. En el comedor hay una vitrina sobre la que se apoya, enmarcada, una camiseta de f¨²tbol en la que se lee la palabra ¡°Lobito¡±. Al pie, una foto de Gustavo Rodr¨ªguez, el hermano de Adriana, vistiendo esa camiseta.
-Me enter¨¦ hace poco que en el club le dec¨ªan Lobito ¨Cdice Adriana, recorriendo la trama del mantel con las u?as pintadas de un violeta cansado.
Viv¨ªan en el campo, en la provincia de Santiago del Estero. Cuando ella ten¨ªa cuatro y ¨¦l tres, sus abuelos fueron a buscarlos -la madre no se ocupaba de ellos- y los llevaron a Lomas de Zamora donde se criaron en casas de parientes que, a los 14, la mandaron a trabajar como empleada dom¨¦stica.
-Mi hermano empez¨® a trabajar en lo que consegu¨ªa. Dorm¨ªa donde lo agarraba la noche.
En 1981, a los 19, Adriana se cas¨® con el hombre que a¨²n es su marido, y su hermano fue convocado al servicio militar.
-Todav¨ªa estaba haciendo el servicio militar y nos avisaron que lo mandaban a Malvinas. Fuimos a verlo. Nos sentamos en el pasto, conversamos.
Se despidieron sin tragedia. Despu¨¦s hubo cartas, unas encomiendas y, finalmente, silencio. Gustavo estuvo muerto durante cinco d¨ªas ¨Cdel 11 al 16 de junio- sin que su hermana lo supiera.
-Termin¨® la guerra y nadie te sab¨ªa decir nada. Mir¨¢bamos los noticieros buscando la cara. Al final, alguien fue a avisar a la casa de mis abuelos y mandaron a unos vecinos a avisarme. Pero me enter¨¦ c¨®mo hab¨ªa muerto veinticinco a?os despu¨¦s, en 2007. Un excombatiente me busc¨® durante a?os y me cont¨®. Mi hermano estaba en el casino de suboficiales. Justo hab¨ªa entrado para hacer la guardia. Y pasa un avi¨®n y cae una bomba.
A lo largo de m¨¢s de tres d¨¦cadas, Adriana no recibi¨® notificaci¨®n oficial del fallecimiento de su hermano ni datos acerca de c¨®mo se hab¨ªa producido; no fue contactada por funcionarios de ning¨²n gobierno ni por el ej¨¦rcito que lo llev¨® a la guerra. Un d¨ªa de 2008, un excombatiente lleg¨® hasta su casa.
-Era Julio Aro y me pregunt¨® si yo quer¨ªa saber d¨®nde estaba mi hermano, pero le dije que no. A?os despu¨¦s me llamaron de Derechos Humanos, y les dije: ¡°No, esto es todo mentira, todo pol¨ªtica¡±.
Pero en 2018 supo ¨Cpor Facebook- que dos compa?eros de su hermano hab¨ªan sido identificados.
-Y dije: ¡°No puedo ser tan ego¨ªsta¡±. As¨ª que me contact¨¦ con derechos humanos.
Poco despu¨¦s la citaron para la notificaci¨®n. Fue acompa?ada por algunos de sus hijos, que ni siquiera hab¨ªan conocido al t¨ªo muerto, y escuch¨® la lectura del informe que dec¨ªa que su hermano estaba en la tumba n¨²mero diecinueve.
-Yo pens¨¦ que en estos 37 a?os ya hab¨ªa llorado, ya hab¨ªa hecho el duelo. Y no. Se ve que todav¨ªa lo esperaba. Yo no puedo entender que no nos hayan contado que Geoffrey Cardozo hab¨ªa hecho ese trabajo. Y le doy gracias a Dios porque le dio una santa sepultura. Dije: ¡°Se?or, no lo abandonaste en ning¨²n momento¡±. Yo fui al viaje de los familiares este a?o. Y cuando vi ese lugar¡ lo que pens¨¦ fue: ¡°?Por esta mierda Gustavo se muri¨®?¡±.
Le quedan pocas fotos de su hermano, pero tiene cartas que ¨¦l envi¨® desde las islas: ¡°Hoy la verdad que ocurri¨® algo muy lindo ac¨¢ donde estamos nosotros. Vino el presidente Galtieri. El general Lami Dozo, toda gente importante. Tambi¨¦n vino ATC y (¡) G¨®mez Fuentes nos film¨® ?Sab¨¦s qu¨¦ lindo que fue eso? (¡) ?Sab¨¦s, Adriana? Yo en televisi¨®n¡±. G¨®mez Fuentes conduc¨ªa el noticiero de ATC, el canal p¨²blico. Lami Dozo era el comandante de la fuerza a¨¦rea.
-Para ¨¦l fue gente importante. Pero para m¨ª esa gente fue basura. Con tan poco se conformaba.
En 1981, cuando Adriana se cas¨®, ya exist¨ªan los VHS pero los precios de las grabaciones en video eran muy altos as¨ª que, para tener al menos un registro en audio, su boda se grab¨® en dos casetes TDK. Un d¨ªa, mientras su hermano estaba haciendo el servicio militar y la guerra no era siquiera una posibilidad lejana, fue a visitarlo al cuartel.
-Mi marido me hab¨ªa regalado un grabadorcito, y en uno de los casetes hab¨ªa quedado un poco de cinta libre, as¨ª que ese d¨ªa fui al regimiento y lo grab¨¦.
En esa charla Gustavo tiene 18 a?os, est¨¢ completamente vivo y se queja de cosas que, poco despu¨¦s, parecer¨¢n banales: dice que los oficiales los despiertan en medio de la noche y les dan un minuto para vestirse, que si no cumplen los castigan, que no les permiten quedarse con la comida que les llevan las visitas. No sabe que meses despu¨¦s una bomba lo exterminar¨¢ en el Atl¨¢ntico Sur, que su hermana pasar¨¢ treinta y cinco a?os sin saber d¨®nde est¨¢ enterrado, veinticinco sin saber c¨®mo muri¨®.
-Hace unos a?os volv¨ª a escuchar esa grabaci¨®n. Pero es muy triste. Siempre pienso que si ¨¦l hubiera estado con nosotros todo hubiera sido distinto. ?l tendr¨ªa sobrinos, estar¨ªamos juntos. En cambio, no me qued¨® nada. Me quedaron las cartas. Me qued¨® el perfume que usaba.
-?Qu¨¦ perfume era?
Como si despertara de un trance, levanta los ojos del mantel y dice:
-Wild country, de Avon. Ese perfume no se me va m¨¢s.
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