Esto que usted lee aqu¨ª
La escuela no es la ¨²nica que ense?a a leer; la tinta negra del periodismo ha sido involuntariamente una tiza, el papel s¨¢bana ha sido pizarra, hay mucha trama novel¨ªstica escondida en algunas piezas de prensa
Este texto que usted lee aqu¨ª se inserta en un tipo de comunicaci¨®n que ha sido durante d¨¦cadas un gran pilar para la lengua y la literatura. El periodismo, que est¨¢ hoy de fiesta en Espa?a por ser el d¨ªa de su patr¨®n, san Francisco de Sales, nos parece ahora una parte m¨¢s de nuestra vida: eso que llamamos los medios, que abarca en la actualidad novedosamente a las redes sociales y que antes incluy¨® otros elementos innovadores como la televisi¨®n o la radio, fue en su primera manifestaci¨®n un peri¨®dico impreso, algo que ya solo algunos empe?ados seguimos comprando sin miedo a la sombra de tinta en los dedos.
La escolarizaci¨®n ha sido, tristemente, un cap¨ªtulo tard¨ªo de nuestra historia letrada, e incluso cuando se hizo general y obligatoria, esta supon¨ªa un periodo muy corto en la vida de los individuos. Para la mayor¨ªa de los espa?oles, la prensa era la fuente que manaba noticias y que las hac¨ªa correr entre quienes sab¨ªan leer, que a su vez, en ocasiones, las le¨ªan colectivamente a otros. Y esa pr¨¢ctica de lectura diaria eran las ¨²nicas letras que, en muchos casos, unos abordaban y otros miraban sin saber descifrar; entender los titulares era el gran logro de quienes con esfuerzo y de adultos consegu¨ªan aprender a leer. S¨¦ que muchos se enfadan, y con raz¨®n, cuando el periodismo hace un uso inadecuado de una palabra o cuando una falta de ortograf¨ªa salpica y desmerece una de estas hojas volanderas hoy digitales. Modernos catones, la responsabilidad ling¨¹¨ªstica de los peri¨®dicos es tan grande como su difusi¨®n.
El peri¨®dico ha sido, adem¨¢s, la escuela de escritura de muchos autores que hoy consideramos figuras de la literatura pero que fueron periodistas en sus inicios. En Am¨¦rica, el periodismo curti¨® a Roberto Arlt en la cr¨®nica policial, a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez lo sensibiliza en el retrato de personajes al hacer cr¨ªtica de cine; en Espa?a, Miguel Delibes se fortalece en el reporterismo, en la fotograf¨ªa de personajes y hechos que se hac¨ªan escenas y cuadros en alguna de sus rotundas novelas. Al calor de esas herramientas de viejo periodista (la linotipia, la teja, el chibalete) se levantaba invisible el laboratorio de muchos de nuestros escritores, su escuela. La escritura era un trabajo alimenticio que los nutr¨ªa tambi¨¦n de temas y de recursos.
La prensa escrita ha sido, pues, una parte de la educaci¨®n informal de muchos lectores y una parte del entrenamiento en la escritura de muchos novelistas. Estoy defendiendo que lo que usted est¨¢ leyendo ahora en pantalla o en papel ha sido la cartilla de numerosos hispanohablantes y tambi¨¦n el vivero de un buen n¨²mero de nuestros autores. Y esto pasa porque la escuela, siendo enorme y fundamental, no es la ¨²nica que ense?a a leer; la tinta negra del periodismo ha sido involuntariamente una tiza, el papel s¨¢bana ha sido pizarra, hay mucha trama novel¨ªstica escondida en algunas piezas de prensa. Las rotativas iban echando libros de texto con forma de peri¨®dico y seguramente ni los propios profesionales eran conscientes de ello. Hoy es el D¨ªa de los Periodistas, s¨ª, pero de alguna forma es tambi¨¦n el d¨ªa de la lengua y de la literatura.
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